Observaron a Alana en secreto y se dieron cuenta de que la joven era muy prolija en su trabajo y rara vez cometía errores, así que ellas harían que esos errores surgieran de una forma o de otra.
Por ejemplo, Rubén era un niño muy inquieto, por naturaleza, parecía inevitable aquel hecho, nunca desaprovechaba una oportunidad para hacer alguna travesura o darse un paseo por los alrededores, su más grande sueño era ser un soldado arcano.
Otra cosa que llamaba su atención eran los dragones, otro de sus sueños era montar ese dragón negro y coronar los cielos, entonces todos tendrían que alzar su mirada para decir: “Allí va el poderoso Rubén, montado en su dragón negro”.
Sin embargo, solo eran sueños de un niño tonto y travieso, porque todas sus aventuras eran catalogadas como travesuras y su madre se enojaba con él y su padre le daba palmadas en el trasero y todos lo miraban como a un bicho negro y feo, pero siendo honesto él no podía evitar ser así, lo había intentado, después de cada regaño, pero allí iba la tentación andante de nuevo, ese bichito que le decía: Hazlo, aprovecha, diviértete. Y allí iba tras una nueva locura.
Esa tarde estaba esperando la lectura de todos los días y después, una buena siesta que le repusiera fuerzas, pero de repente la puerta de entrada se abría sola, eso no se lo previó, pero la puerta lo estaba llamando le decía: Ven Rubén, ven hacia mí y te voy a llevar a vivir increíbles aventuras.
Hacía tiempo que no se pegaba una escapada por los alrededores, llamó a dos amiguitos más para salirse y cuando Alana dejaba el cuento en la repisa, los tres corrieron a la puerta abierta.
—¡Alana se escaparon! —le dijo Marlene.
—¡Rubén!
Los niños corrían a la plaza, en una algarabía sin igual. Rubén se plantó frente a la calle con las manos a la cintura y le hizo señas a sus amigos de que corrieran simulando ser unas aves de canela.
Gregory revisaba unos reportes cuando escuchó la voz de Alana gritar.
—¡Rubén, vuelve acá!
De mala gana dejó a un lado los papeles.
—¿Pasa algo Gregory?
—Ese crío del demonio de nuevo.
Lo vio bajar de la torre y se asomó, vio a la joven extranjera tras los pequeños, hizo una mueca de fastidio al ver a su amigo ir a sacar de apuros a la hembra altanera.
Casio ordenaba en ese momento que se cargasen dos colas cuernos con mercadería para la venta, sin pensarlo dos veces Rubén saltó frente al animal asustándolo, este se encabritó y tiró toda la carga al suelo y comenzó a empinarse molesto, asustando a muchos que circulaban por los alrededores de la plaza.
El cola cuernos daba colazos a diestra y siniestra y corría desbocado.
Alana vio a los niños asustados y al animal ir tras ellos y corrió a salvarlos, alcanzó a tomar a los niños y correr hasta otro lugar, pero el animal les seguía peligrosamente.
Gregory se percató del problema que se le venía encima a la joven y fue en su ayuda, salió al paso del animal que se fue contra él.
Alana estaba aterrada, Aldem tomó a los niños y se los llevó de su lado, el animal tumbaba arboles a su paso e iba tras Gregory, tiró un colazo que lo impactó en su humanidad mandándolo varios metros de distancia.
Alana corrió en su ayuda mientras el animal se encabritaba molesto.
—Gregory, ¿se encuentra bien?
—Vete, A…lana —apenas si podía respirar.
—Voy a sacarlo de aquí.
El animal los vio y se fue encima de ellos. Lo único que pudo hacer Alana es abrazarse a Gregory y esperar el impacto. Fue en ese momento que se escuchó el sonido de una flauta que hizo que el animal se detuviera en seco frente a ellos.
La fiera se relajó y fue tomado por unos muchachos que lo llevaron a su sitio.
La joven respiró tranquila y pudo revisar el estado de Gregory.
—Todo va a estar bien —le dijo angustiada—. ¡Ayuda! ¡Por Dios ayuda!
Notre salió a auxiliarlo y lo revisó detenidamente y vio que estaba muy mal.
—Príncipe tiene varias costillas rotas, no se preocupe vamos a solucionarlo.
Aldem se acercó con los críos y Notre tomó a Rubén.
—Este crío fue el causante de esta desgracia.
—¡Por Dios, Rubén! —dijo Alana.
Esther y Casio acudieron a ellos muy asustados. El joven príncipe fue conducido por sus amigos a los cuarteles de palacio.
La joven princesa se plantó frente a Alana y le increpó.
—Esto es tu culpa, Alana —vio su sorpresa—, eres la encargada de cuidar de estos niños y ni siquiera lo has hecho bien. Si le pasa algo malo a Gregory es tu culpa.
—Esther, no soy responsable de esto, lo juro.
—No jures en vano mujer.
Alana fue corriendo a los cuarteles para saber del estado del joven. Gregory se quejaba fuertemente, vio a los jóvenes arcanos controlar la situación, Alana tomó su mano.
Los arcanos cerraron todo acceso a los cuarteles, impidiendo que Esther llegara, ya que ellos eran reservados en su medicina y más si la vida de un príncipe estaba de por medio, se vivían momentos de tensión.
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Editado: 25.10.2025