Nación Young

Capítulo 25 La Amazonas

En Young se vivían momentos de angustia pues no se sabía exactamente lo que había sucedido con el rescate, más se esperaba que todo hubiese salido muy bien.

Gregory tenía mucha fiebre sus labios estaban agrietados y ojeras alrededor de los ojos.

Alana lo tenía aferrado a su pecho, ella estaba desesperada por llegar y darle la ayuda que necesitaba su amado.

Casi al rayar la tarde tuvieron en Young noticias del regreso del grupo y que habían tenido éxito.

Los médicos arcanos estaban listos para recibirlos y atender cualquier eventualidad.

Cuando el grupo vio los torreones azules que parecían refulgir con el sol de la tarde, sintieron un alivio. Alana besó la frente de su amado.

—Llegamos a casa.

Al llegar fueron atendidos con celeridad, se llevaron a Gregory a la enfermería y allí lo atendieron, enseguida hidrataron al joven con sueros.

Casio estuvo al pendiente del estado de todos los rescatados, más no así Esther que estaba encerrada en su habitación rumiando su rabia.

Alana se sentía cansada, cayó sentada en el suelo y sintió que su cuerpo no daba más, se puso a llorar desconsoladamente.

Rutia la ayudó a levantarse y la llevó a una de las habitaciones para que descansara un poco.

**

La fiebre comenzaba a ceder poco a poco con los cuidados médicos, pronto las ideas se fueron aclarando y pudo respirar sin agitación, Notre a su lado.

—Amigo el veneno se está limpiando, pronto estarás bien.

Él asintió y pensó en Alana, en que ella estuvo presente en ese momento o fue una invención de la fiebre.

Fue mucho después que pudo sentarse y tomar alimentos líquidos que lo pusieron al corriente de la situación, había corrido con suerte sin duda; sin embargo, cuando el soldado le refirió que su padre estaba acercándose al punto en que se encontraba sintió temor.

Mientras miraba por el ventanal, veía como las hojas se remecían suavemente con el céfiro, entonces recordó a Alana.

Se levantó presto a verla, pero se mareó, esperó a que todo dejase de girar para ir a buscarla a su habitación de reposo en donde descansaba de todo lo vivido. Cuando entró, un enfermero fue a él.

—Señor no debe estar levantado.

—¿Cómo esta ella?

—Duerme, fue muy valiente, pero tantas emociones la agotaron por completo.

—Quiero estar cerca de ella.

Caminó cerca de ella y la vio profundamente dormida, sintió una profunda tristeza de verla en ese estado tan lamentable, no se lo merecía.

Recordó aquel cuento que ella había escrito la última vez y sonrió presto a ver si aquella historia pudiera ser verdad, acercó a sus labios y los besó suavemente.

Alana sintió el calor de esos labios y despertó con ese contacto y lo miró sorprendida y él comentó.

—Funcionó sin duda el encantamiento.

—Pero no soy una princesa.

—Es una reina emparentada con la realeza después de todo.

Ella sonrió y con sus brazos en forma de dogal lo rodeó y besó con toda la pasión del mundo y él feliz recibía su cariño.

—Temí tanto no volver a verte, tanto, pero tanto.

—Alana te amo —le dijo al oído—. Eres la dueña de mi corazón y de mi alma.

—No quiero separarme de ti de esa forma.

Él se mareó y ella lo ayudó a recostarse:

—Es el veneno de las arpías, tardará varios días para salirse de mi sistema.

—Descansa —acarició su cabello—, quiero que descanses y te pongas muy bien.

Se durmió al rato y ella se recostó en su pecho, Aimius los veía complacido.

**

Cuando el rey Erick se fue de los dominios de las arpías, tenía una firme certeza de que pronto lograría encontrar a su hijo predilecto y fue llegar a un cruce de cuatro esquinas que vio al extraño visitante vestido de forma muy rara, esta vez usaba un uniforme de fútbol americano.

—Señor.

—Lamento lo sucedido, no siempre se puede contar con aliados a la altura del reto.

—Mi hijo fue rescatado por su gente.

—Lo sé. Más sé el lugar exacto en donde está el reino misterioso.

—Soy todo oídos, señor.

Luzbel se tomó su tiempo en responder y lo hizo de esta manera:

—Rey Erick esta información es muy importante y conlleva una empresa muy ambiciosa. Se trata de destruir un reino y de rescatar a tu hijo de él.

—¿Destruirlo?

Entonces dio la estocada final, el detalle que haría que Erick reaccionara ante las circunstancias.

—Así es, si ese reino queda en pie tu hijo volverá a él mil veces.

—No, no puedo perderlo de nuevo.

—Por eso debes destruir Young desde sus cimientos.




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