La preparación era ardua, los jóvenes en los cuarteles pulían las armas que se usarían en el torneo.
Después de la práctica la joven salió y vio esa labor, las armas relucían y había unos que las afilaban y comprobaban su filo cortando papel o frutas.
La joven estaba desconcertada con esos detalles, aunque nunca había asistido a un evento de esa naturaleza pensó que todo eso era una exageración, tomó un arma y Gregory la vio mirarla atentamente y pasarle su mano por el filo con sumo cuidado.
Se acercó a ella sigilosamente y la vio tomar una daga y le dijo al oído.
—Cuidado, mi corazón no desea caer víctima de sus ataques.
Ella sonrió y lo besó en plena boca, sin imaginar que cada beso que le daba lograba conquistar más a Gregory, que veía en ella una hembra diferente, nada dada a pudores tontos.
—Me hacías falta, Alana.
—Y tú a mí…
—Muy buena defensa la tuya.
—Me da vergüenza con el pobre de Aldem, debió dolerle mucho.
—A todos nos dolió —rio él.
La joven miró las armas y le preguntó.
—¿Usan armas de verdad en los torneos?
—Por supuesto, de que valdría entonces el luchar cuerpo a cuerpo sin una emoción.
—Pero pueden salir lastimados.
—Prometo no hacerle daño a nadie.
Se besaron nuevamente y le dijo un poco desconcertada.
—Espero no estar dando un mal ejemplo en Young. En mi tierra el cariño se demuestra abiertamente.
—Me gustan las costumbres de tu tierra —sonrió.
—Ahora me va a decir con cuál de estas armas es más versado.
Gregory señaló la espada—
—De niño me encantaba la espada, era muy bueno con ella; sin embargo, en la academia arcana te enseñan a usar cada una de estas y a dominarlas bien —entonces recordó que ella había matado a una arpía con su espada y comentó—, tienes buena técnica en las manos, Alana, te defendiste muy bien ese día con las arpías.
Ese tipo de comentarios para Alana estaban de más, pues solo lograban llenarla de desconcierto.
—Todavía no salgo de mi asombro…
—Con un poco de práctica serias una guerrera respetable.
La joven no deseaba ser una guerrera o una heroína de cuentos de acción, solo deseaba retomar su vida de antes, es decir seguir siendo un ratón con mucho miedo cuya vida no era grandiosa, por eso le dijo.
—Gregory, no soy una guerrera, cuando vivía en Grendich era una cobarde.
—Grendich —murmuró.
—¿Pasa algo?
—Es extraño escuchar ese nombre en tu boca —entonces la miró detenidamente y le preguntó— ¿Tú, una cobarde?
—Sí, mi vida no era genial.
—No puedo imaginarte de otra manera, para mi eres la hembra que conozco y admiro. La envolvedora de golpes de fuego.
—¡Qué loco eres! —lo besaba.
Al salir del cuartel iba a darse una ducha y descansar de la jornada.
Rutia ya tenía un nutrido grupo de jovencitas dispuestas a aprender el oficio de la defensa y Alana tenía mucho que ver, pues todas deseaban seguir los pasos de la joven extranjera y para esto debía aprender ella a defenderse y no era nada fácil.
Cuando salía vio a Lena, la doncella de Esther, la esperaba, parecía molesta y Alana se le acercó.
—Hola, Lena.
—Señora, no sé quién sea usted pero debo informarle que es muy mal visto que una mujer busque a un hombre y lo bese abiertamente —vio su sorpresa—, tal vez en su pueblo esas costumbres poco recomendables sean aceptadas, pero en Young no.
—Lena…
—Usted no es una buena influencia para nadie, Alana Lorenzo.
Se quedó allí de pie viéndola irse, necesitaba hablar con Esther, después de ese episodio en que se habían enfrentado no había vuelto hablar con ella, pero lógicamente esta sabía de su romance con Gregory, no sería fácil restaurar relaciones, pero al menos lo intentaría.
**
Lena fue a la habitación de su ama, la encontró recostada en la cama, su aspecto era lamentable, despeinada, en ropas de cama y con poco ánimo, entonces le dijo:
—Señora.
—¿Cómo está el día afuera Lena?
—Frío sin su presencia —abrió las cortinas y la luz penetró en la habitación—. He visto a la descarada de Alana, es la novia del príncipe.
—Lo sé… todo Young lo dice —entonces comentó apenada—, perdí Lena, perdí.
—No, señora —le dijo Lena—. Usted a un puede luchar y demostrarle al príncipe Gregory que todavía es la indicada para él.
—¿Cómo?
Lena llena de malicia sugirió.
—¿Qué sabemos de Alana? —miró a su ama a los ojos—. Nada, que vino de otro mundo, según ella y que sus costumbres son muy escandalosas, pero, ¿Será acaso cierto?
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Editado: 14.11.2025