Casio probaba los manjares para el día de la fiesta, ese era su mejor papel.
Esther se le acercó muy curiosa y le preguntó a su amigo.
—¿Os agrada todo?
—Sin duda será una fiesta memorable —entonces le dijo emocionado—, me alegra verte repuesta y frente a todo.
—Se lo debía a Alana, prácticamente fue lo que me exigió para resarcir el daño que hice.
—Alana es buena, una mujer encantadora y gentil.
—Más le hice tanto daño a esa criatura.
Casio palmeó su mano con ternura.
—No fuiste tu sola, esa doncella tuya te envenenó el alma —tomó su mano—. Esther, hemos sufrido como nadie el exilio, lo elegimos al vernos sacrificados como corderos por los pareceres de nuestros padres y es en Young que encontramos un hogar.
Las palabras de Casio la conmovieron y ella le dijo.
—Hui de casa al querer ser desposada por un desconocido, solo deseaba un poco de amor en mi vida y mis padres negociaron mis sentimientos.
—Entiendo como nadie lo sucedido, por eso no me enojé cuando rompiste el compromiso.
Esther estaba impactada y Casio solo pudo decirle con voz suave y correcta.
—Sí, ese fui yo… nunca me gustaron las imposiciones y les pedí a mis padres que disculparan ese hecho más ellos lo vieron como una ofensa, deseaban iniciar una guerra que juzgué innecesaria por eso me fui.
—¡Por el Creador! —se llevó las manos a la cara— ¡Cuánta vergüenza se puede sentir en la vida!
—No lo sé, pero espero que el cuerpo aguante —rio divertido.
Esther vio al joven con ternura, Casio era bueno, sería un gran rey y un gran esposo con el tiempo, hubiese deseado haber visto eso antes de caer en sus fantasías románticas.
—Casio eres un ángel del Creador —lo abrazó—, prometo portarme a la altura de las circunstancias. Seré una Esther diferente.
—Me alegro y pon bocadillos de ternera son exquisitos.
—Así se hará.
**
Por la noche Alana se sentaba a contemplar el arbolito decorado, las luciérnagas hacían su trabajo muy bien y solo la luz que despedían servía para iluminar la habitación.
Ese día habían llevado un pino más grande, y entre más de veinte personas lo estaban decorando, otros árboles enanos se dispondrían en el salón para darle realce a la fiesta.
Alana terminaba de arreglar un obsequio que esperaba darle a Gregory, se trataba de una bolsa para monedas con bordado de oro, después de todo en ese lugar no se podían lucir más cosas, lo dejó a un lado y se recostó en la cama, eran noches frías y apacibles en Young.
La planta de Iris tenía hermosas flores blancas y solo contemplarla era un deleite y una paz para ella, se durmió pensando que esas fiestas serían las más tristes sin la presencia de Gregory.
Era de madrugada cuando alguien entró por la ventana de la habitación de Alana, al hacerlo se produjo un pequeño ruido que despertó a la joven que vio a alguien de pie contemplando el arbolito, entonces tomó su almohada y atacó al intruso.
—¡Vete de aquí, mirón de porra!
—Silencio, Alana —le dijo Gregory.
—¿Gregory?
—Soy yo, hembra desbocada —dijo agitado—. Cuando se inventó la frase las hembras son delicadas y frágiles no te conocieron.
Ella corrió a sus brazos y lo besó en plena boca y fue plenamente correspondida por un ansioso Gregory que la abrazó con fuerza y ella llorosa le dijo.
—Creí que nunca volvería a verte.
—Volví por ti —sonrió—, me has hecho tanta falta Alana. Ansiaba tu cariño y amor, ahora dime, ¿y eso?
—Es una tradición de mi tierra…
—Es muy bonito.
Alana se aferró a él con ansias y él hizo lo mismo.
—Tenía miedo de no verte nunca más —lloraba desconsoladamente—, nunca vuelvas hacerme eso Gregory ¡Te he extrañado mucho!
Él sonrió dulcemente y le dijo en el mismo tono de su mirada.
—Y yo a ti, créame no fue nada fácil han sido días penosos para mí —buscaron sentarse en la cama—, no has salido de mi mente ni un minuto, ni un instante. Hasta me sentí hechizado por alguna fuerza superior.
Alana lo acarició y le dijo juntando su frente con la de él.
—Es amor, Gregory, solo es amor —se recostó en su pecho—, aquí es Prosperidad, días de amor y perdón, es lo que quiero ahora amor y perdón.
Gregory acariciaba su cabello y veía la suave luz que de las luciérnagas emanaban, también vio la flor de Iris muy bien cuidada y con hermosas flores blancas, se sintió en casa como hacía mucho tiempo no se sentía.
Alana lo hizo recostar un rato para que descansara del viaje, pero ambos no contaron con quedarse profundamente dormidos abrazados y fue cuando el día aclaró que un toquido en la puerta la despertó.
—¿Alana?
—Marlene —vio a Gregory a su lado— ¡por Dios!
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Editado: 14.11.2025