La torta estaba siendo armada por los pasteleros, los bocaditos y demás entremeses estaban alistándose.
Ella no podía ni imaginar que una boda conllevase todos esos detalles, le habían dicho que el pastel sería de diez pisos, y el movimiento en los salones del palacio era muy intenso, se llevaban adornos, sacaban o metían cosas.
Otra locura fue elegir las piedras que adornarían el vestido, la tela, el velo y el modelo del mismo.
Nadie había visto un vestido blanco para una boda y la idea fue tomada con deleite por las damas que veían en eso el destaque a la pureza de la novia.
Gregory tuvo que renovar su traje de gala o como le decían el traje real, que era muy soberbio, de color blanco inmaculado con botones de oro y las consabidas medallas de honor, pero este tenía una capa dorada.
Como era tradición, ellos preparaban platos de su tierra que se servirían a los presentes, además de ofrecer la guardia de honor a la futura princesa.
Los que tuvieron problemas en hacer la corona fueron los sabios, todos hacían mapas astrales y revisaban constantemente el cielo y las estrellas para determinar que constelaciones serían visibles la noche de la boda y qué corona debía usar la joven doncella.
Le tomaron las medidas de la cabeza y luego comenzó a elegirse las piedras partiendo del día de nacimiento de la joven y le armaron su carta astral para ese menester.
Claudio noto que sus predicciones para el futuro de la pareja eran muy oscuras y por eso fue a visitar a Alana que en ese momento descansaba de sus amigas casamenteras.
—Hola, Claudio.
—Señora, os he estado buscando… —tenía varios papeles en la mano—, he hecho su carta de bodas, es muy necesaria para saber cómo se comportará el destino con usted.
—¿Y qué dice la carta?
—Desgracias, señora —vio su desconcierto—, veo separación y soledad, algo malo les va a suceder a ustedes.
—No entiendo.
El joven entonces le explicó.
—El destino tiene un propósito con ustedes —desenrolló el papel y le mostró—, hay una separación, una larga separación entre el príncipe y usted, pero también veo el triunfo del amor, pase lo que pase entre ustedes —señaló los papeles—, después de la desgracia viene la felicidad, pero las pruebas, son muy difíciles para que sus caminos se encuentren.
Alana se levantó muy afligida vio a lo alto de la torre y allí estaba Gregory haciéndole de la mano, le sonreía y ella hizo igual, entonces se volteó ante él y le dijo:
—Entonces, que así sea —sonrió suavemente—. Amo a Gregory y voy a ser feliz con él cueste lo que cueste.
Quince días pasaron volando y pronto llegó el tan esperado día de la boda entre Alana y Gregory.
**
El vestido a petición de Alana era de color blanco inmaculado y descansaba en un perchero radiante y resplandeciente.
Esa mañana la joven era arreglada por los estilistas de Esther que peinaban su suave cabello y decoraba sus uñas con suaves brillos, todo minuciosamente supervisado por la princesa que exigía que el trabajo fuese realizado con esmero ya que se trataba de la imagen de una futura princesa.
Afuera la emoción reinaba en todo Young, todos a la expectativa de las primeras bodas reales en ese lugar.
Las amigas de Alana estaban emocionadas de poder ser testigos de la boda.
Las calles habían sido engalanadas todo con flores blancas y fragantes, la gente muy ataviada corría a ocupar lugares en la iglesia donde se llevaría a efecto la boda.
La corte de niños que acompañaría a la novia estaba siendo arreglada en ese momento por personal especializado, les colocaban colorete en las mejillas y el traje que usarían era similar al de angelitos, remataba el detalle una corona de flores silvestre.
El ramo era de Ranzuminas azules muy fragantes y flores de Iris. La princesa Esther parecía peor que un sargento corrigiendo a sus colegas casamenteras.
Cuando Alana quedó vestida todas se maravillaron, parecía una princesa de cuna y tan angelical.
—Esta hermosa.
—Bella.
—Divina.
Afuera la esperaba un contingente militar de gala y un carruaje tirado por cuatro caballos blancos.
Al salir recibió una lluvia de pétalos y de felicitaciones, subió al carruaje ayudada por Aldem que le dijo.
—Es usted la hembra más valiente y hermosa que he conocido y sé que mi señor será bendecido a su lado.
Alana sonrió conmovida y la gente corría vitoreándola y deseándole parabienes.
**
Gregory había llegado a la iglesia, como siempre se estilaba minutos antes para esperar a la novia.
Un consuelo para el joven era que Alana no era de las que se hacía esperar. Ese día estaba realmente apuesto más humanizado, junto a él Notre muy solemne.
La corte arcana estaba lista para recibir a la novia con sus espadas desenvainadas.
Rutia llegó con un vestido fucsia muy bonito, anunciando la llegada de la novia y la corte.
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Editado: 14.11.2025