—Hola mamá, ¿y papá? —Le doy un beso y pregunto por mi padre, pues habíamos quedado en que luego de clases, iríamos a una tienda por unos vaqueros que me habían gustado.
—Cariño, tu padre tuvo que salir. Me temo que volverá mañana. Tu tía Martha no se encuentra bien de salud—me explica.
—¿Es grave? —pregunto, preocupada.
—Claro que no, pero no hay que esperar a que una persona esté del todo mal para visitarla—me responde y tiene razón, la tía Martha siempre ha sido una excelente persona. Quien mejor que papá para verla. Si yo estuviera indispuesta me alegraría ver a Enzo, así que la entiendo.
—Tienes razón. —La abrazo fuerte. —Te amo.
—Y yo a ti cariño, ¿Dónde está Enzo? —pregunta extrañada.
—No lo sé, regresé sola, lo esperé, pero me fijé que el auto no estaba y supuse que ya estaba aquí.
—Claro que no, tu hermano no ha regresado—responde ella.
—Tal vez fue por unas bebidas con sus amigos, ya sabes, fue el primer día de clases—le explico, tratando de cubrir a mi hermano que se encuentra quien sabe dónde.
Reviso mi celular y encuentro un mensaje de él.
"Sonia iré con unos amigos a casa, avísale a mamá, ¡una pizza no nos vendría mal!"
—Mamá, Enzo vendrá con unos amigos, tal vez sus nuevos compañeros, no hay problema, ¿verdad? —le pregunto.
—Claro que no hija, yo tendré que salir hacer unas compras, voy al supermercado, ¿deseas algo? —me pregunta ella, como siempre tan pendiente de mí.
—Quizás unas manzanas y unos kínder—le respondo.
—Claro. —Me sonríe.
(...)
—Si, hawaiana y otra con pepperoni y los bordes rellenos de queso. —Cuelgo el teléfono.
Voy a mi habitación a cambiarme, pero antes tomo una apresurada ducha, salgo y me visto muy rápido, pues el timbre no deja de sonar.
Me coloco mis sandalias, mis lentes y salgo de la habitación con el cabello alborotado.
—¡Ya voy, ya voy! —grito, mientras me apresuro a la puerta a por las pizzas.
Abro la puerta y sin fijarme quien viene en compañía de Enzo, doy la vuelta y me dirijo a la cocina.
—Menos mal te apresuraste—dice mi hermano.
—Estaba en la ducha—aclaro desde la cocina, mientras me sirvo un poco de zumo.
Escucho que empiezan a conectar la consola y comienzan a jugar. Una voz de la sala se me hace conocida, muy aparte de la voz de Enzo y MIguel.
Salgo de la cocina dirigiéndome a la puerta, la pizza ha llegado.
—¡Que hermana tan eficiente tengo! —dice Enzo, ayudándome con las cajas de pizza. Miguel está en el sofá con otro chico que claramente no conozco, y como saberlo si están atentos en el juego dándome la espalda.
—Iré por unos platos y bebida. —Le sonrío a mi hermano, feliz de que la pizza haya llegado.
Al volver, pongo los platos sobre la mesita de centro.
Me quedo helada, paralizada, como si un balde de agua fría me hubiese caído encima. En mi casa está jugando Alex junto a mi hermano y Miguel.
¡Alex!
—Sonia, ¿verdad? —dice al fin, luego de examinar mi expresión, que hasta alturas supongo mi cara debe ser todo un poema.
Le sonrío algo tímida. —La misma.
—¿Se conocen? —pregunta mi hermano, poniéndome mas nerviosa.
—Esta mañana tropecé con ella en el pasillo, claro, sin intención alguna—responde Alex.
Enzo me mira esperando aprobación.
—Es cierto, solo fue un accidente—explico amablemente y recordando el momento.
—Ya basta de bla bla o me terminaré esta pizza yo solo—advierte Miguel.
Tengo mucha hambre, lo menos que quiero es quedarme sin comer.
Alex juega con Enzo y bueno... le ha ganado. Y ahora es el turno de Enzo contra Miguel. Yo solo observo como juegan y de vez en cuando respondo mensajes de Sofia acerca de lo que haremos en nuestro primer fin de semana.
Alex me mira cada vez que puede, por ratos nuestras miradas se chocan, lo que me hace sentir tan tonta con unos nervios inexplicables.
Debería estar calmada es solo un chico. Un chico guapo, amable, aparentemente tranquilo, educado, con una sonrisa maravillosa y los ojos... ay sus ojos... ¡pero es solo un chico y ya!
No sé por qué no quita sus ojos de mí. Digo, no hay mucho que mirar tratándose de mí. Si hacemos un ranking de los mejores cuerpos y rostros del instituto ya les aclaro que dentro de los primeros puestos no estoy. Me considero... normal.
—¡Miguel, te bebiste toda la gaseosa! —reprocha mi hermano, casi atorándose con media pizza.
—Tenía sed—justifica Miguel mientras se bebe el ultimo sorbo y todos reímos, apenas y hemos tomado algo de gaseosa.
—No se preocupen, hay un super aquí a la vuelta—les digo. —Enzo, ¿tienes cambio?
—Claro, creo que esto basta. —Me entrega algo de dinero.
—Ahora vuelvo, compraré chuches y más gaseosa, ¿desean algo? —les pregunto.
—Unas patatas para picar—me pide Enzo.
—¡Acabas de comerte media pizza, que más quieres picar tu!
—Entonces no preguntes, niña.
Pongo mis ojos en blanco y me levanto del asiento dispuesta a ir al super.
—Sonia, te acompaño—propone Alex.
Lo que me faltaba, ahora cómo me acuerdo yo de hablar, de respirar, de caminar...
—No, tranquilo no te preocupes, no es necesario—me excuso, intentando evitar su compañía que claramente si quiero pero que al mismo tiempo no quiero porque no sé que decirle, pero es que también quiero ser su amiga y saber más de él, pero es que tampoco quiero caerle mal en menos de un minuto sosteniendo una conversación llena de nervios.
Mejor me calmo y respiro... exhalar e inhalar, ¡no! inhalar y exhalar ¡joder!
—Sonia, deja que Alex vaya contigo a ti no te agrada cargar las compras—interfiere mi hermano y bajo los hombros rendida.
—Está bien, vamos—sonrío lo más natural posible. Creo yo.
Vamos camino al super y de repente un silencio se apodera del momento. Justo lo que temía.
—Sonia, ¿no eres muy sociable verdad?
Que genio, que inteligencia suprema tengo aquí a mi lado. Será mejor que se esconda antes de que la NASA venga por él.