Naciste para mí

Capítulo 16

—El día no podía ponerse peor—refunfuña Tifany, poniendo los ojos en blancos.

—¿En serio crees que me agrada tener que hacer un trabajo grupal contigo? —le responde Sophy.

—Si no presentamos esto en quince minutos, perderemos la nota—menciono, intentando acabar con su tonta pelea.

—¿Qué es lo que tengo que hacer? —Tifany se da por vencida.

Debo admitir que Tifany no es tan mala en física, sabe más de lo que pensé.

—¡Listo! Ahora alguien debe entregarlo—dice Tifany.

—No voy a tolerar que des órdenes—le responde Sophy.

—¡Basta, lo entregaré yo! —exclamo enojada, me levanto del asiento y entrego la tarea.

—No puedo creer que hayamos trabajado con Tifany—espeta mi mejor amiga.

—Ni yo.

—¡Chicas! Me he enterado que Luis está estudiando en otro instituto, que casi su madre ha tenido que rogar para un pase en ese colegio—nos cuenta Lesley.

¿De dónde saca tanta información esta chica?

—Bueno, merecido lo tiene—expresa Sophy, con total descuido.

—Espero que en ese otro colegio no intente aprovecharse de nadie—suelto de inmediato, recordando lo que estuvo a punto de hacerme.

—Y eso no es todo, nadie sabe el motivo por el cual se ha ido de este colegio, y dicen que los pocos días que lleva en ese instituto está formando un caos, creo que ahora es peor de lo que era aquí—termina de decir mi amiga, e insisto, ¿es una FBI acaso?

—Como sea, esté o no peor que antes ese no es nuestro problema, lo que importa es que no volverá a lastimar a Annia—culmina Sophy.

Es inevitable sentir escalofríos al escuchar a Sophy decir aquello. Tan solo de pensar que Luis puede tomar represalias hacia mí, me pone más que nerviosa.

Es la hora de salida así que decido ir primero al supermercado, ya que mamá me ha encargado unos ingredientes para un pastel. Opto por ir apenas salgo del colegio, para luego no tener que salir de casa.

Díganme perezosa, pero la flojera es mi aliada.

Luke está jugando fútbol y Alex también, Sophy tiene que reunirse con su mamá quien sabe para qué y Lesley se va junto con Sam. Así que me toca ir sola.

Genial.

Mientras voy al supermercado con mis manos en los bolsillos y escuchando música, noto por encima de la canción el tosco frenar de un auto.

Quiero voltear a ver, pero no puedo.

—¡Entra, estúpida! —me grita un hombre.

—¡Por favor no me hagan daño! ¡Se los ruego! —empiezo a suplicar. Mis manos sudan y las lágrimas caen sin permiso alguno.

—¡Cállate! —Me ubica el hombre en el asiento trasero. Deduzco que es un hombre por su voz. No puedo ver nada, me han cubierto la cabeza con una capucha. Estoy aterrada, empiezo a llorar con más fuerzas y a suplicar que me suelten. Me percato de que el auto va a una velocidad normal y escucho las risas de varios tipos.

—¿A dónde me llevan? ¿Por qué me hacen esto? ¡Maldita sea, respondan!

Quiero quitarme la capucha, pero tengo las manos esposadas. Siento como una mano acaricia mi pierna. —No por favor, no me toque.

—Vamos a ver que tenemos por aquí—dice esa voz que desconozco y empieza a subir mi falda.

—¡Déjala! Sabes muy bien que solo... ya sabes quién, puede tocarla—dice otra persona.

¿Ya sabes quién? ¿Quién rayos es ese?

—Toma su teléfono y tíralo—ordena.

—Por favor no me hagan daño se los pido, mi padre les dará el dinero que pidan—les ruego nuevamente. A estas alturas es notorio de que esto es un secuestro.

—Preciosa, es mejor que dejes de hablar porque o si no te haré algo que no te va a gustar mucho, pero créeme que yo lo disfrutaré.

Trago fuerte y pienso que lo mejor es callarme, no quiero que ese estúpido me toque.

Me bajan del auto y caminamos apresuradamente. Se escucha el abrir de una puerta y luego me hacen caminar con más prisa. Escucho que otra puerta se abre y de inmediato me percato de que la cierran.

—¿Dónde estoy? —Nadie me responde. —¿Quién está aquí? ¡Respondan, malditos! —Comienzo a llorar.

—Tranquila hermosa, estás en buenas manos. —Esa voz... esa voz me es conocida.

—¿Te conozco? Mira, por favor no me hagas daño, te daré el dinero que quieras, pero por favor...

—¿Y quién habló aquí de dinero? —me responde—. Si tan solo ese imbécil no hubiese aparecido de la nada, esa misma tarde te hacía mía. Pero no, el muy pendejo tuvo que dárselas de héroe.

¿Luis? No, esto no puede ser cierto...

—¿Luis? —pregunto, más para mí.

—¿Quién más podría ser? ¿A quién esperabas, Annia Lorn?

De inmediato se acerca a mí, mientras hunde su nariz en mi cabello.

—Que bien hueles. —Aspira nuevamente. —Quiero dejarte en claro una cosa. Cuando quiero algo, créeme, lo consigo. Y serás mía, cuantas veces yo quiera—dice, con total tranquilidad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.