Tus ojos detonaban pureza. Pero tú solo eras orgullo, insensibilidad, vanidad... Una rareza. Tendías la mano, aventabas al acantilado. Prometiste y a mis espaldas cruzaste los dedos. Admitías tu egoísmo, yo te admitía. El dejo de efervescente alegría me mantenía. Tú eras un lobo vestido de oveja. Eres indescifrable, cuestionable. Tu mirada benevolente distraía la atención de tus inquisidoras intenciones. Eres dulce miel de veneno. Te pruebo y desfallezco; me revives, me das aliento. Me acerco y te alejas; me alejo y tú me acercas. No me quieres, pero cuando quieres me tienes. Confundes mi mente. Solo así te conviene. Adorable y peligroso. Eres un lobo con piel de oveja.
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