No he logrado llover...
Dos lagos, y el calor ardiente del rencor, del desamor, de la falsedad, del dolor punzante, de la traición, de la indecisión, los dejan en sequía.
Dos desiertos, amenazados por nubes cargadas, grises. Un huracán violento atraviesa el cielo. Veintitrés buitres avorazados arrancan la carne al rojo vivo de un corazón desprotegido. La sequía no les deja nada más que eso.
¡No he logrado llover!
El aire me quema los ojos, rasga la garganta. Tormenta de arena que sofoca y asfixia. La vida se ralentiza en las venas de verde esperanza.
Las columnas del templo se tambalean. El templo intenta mantenerse en pie.
No... No he... Logrado llover.
En un ovillo tiemblo, palidezco, me mareo entre las esquinas de mi hogar; el pecho guarda el estridente eco del miedo galopando, sin una carrera por ganar.
Me atemoriza llover e inundarme. Llover y ahogarme. Llover y que nada cambie, que nada suceda.
Aunque sí, quiero llover y regarme... Ver el sol entre las nubes... Germinar, florecer... Llegar a ser campo.