Hoy tomé una pestaña que cayó sobre mi mejilla y pedí un deseo. Fue a él.
Ya han pasado un par de semanas... Unas cuantas decenas para ser exactos... desde mi cumpleaños. Hubo un pastel; el pastel tenía más de una decena de velas. Pedí un deseo: verlo de nuevo, caminando hacia mí.
Es diciembre, fin de año. Media noche, las doce campanadas resuenan.
Uva uno: Almohada, revive solo los buenos recuerdos que su presencia me regaló.
Uva dos: testaruda cabeza, no olvides las lecciones valiosas que la vida nos enseñó con él.
Uva tres: Uva, tienes un sabor a debilidad; pido volver a ver su letra escrita en una nota.
Uva cuatro: ¡Cielo! Aunque sea, recuérdale una vez, en la vida, mi nombre.
Uva cinco: Una nueva oportunidad para amar.
Uva seis: 31 de diciembre, que los deseos de este día sean más de doce.
Uva siete: Aceptar. No llegaré a ningún lado intentando olvidar. Eso me ha llevado más de una década... o al menos eso parece.
Uva ocho: Ojos queridos, brillen de nuevo; como lo hacían antes del día en que le dije adiós.
Uva nueve: Sombra mía, suelta la vaga incógnita que se quedó.
Uva diez: Nada, casi me ahogo por no masticar bien.
Uva once: Armar el rompecabezas sin una pieza, intentando encontrarle pies y cabeza.
Vicio, terrible vicio. No deja de asomarse, lo dejo.
Uva doce: Él, con sus ojos café casi negros como la noche, su media sonrisa, su risa. Él, una vez más él.
Primavera, llegaste sin él, por enésima ocasión. Te pido prestado un diente de león y una margarita... Mi última opción.