Y si el destino quiere nos volverá a encontrar...
El dilema radica en que, a pesar de que tengo todos mis esfuerzos empeñados en creer en el destino, ya no puedo continuar creyendo... Al menos lo que concierne a un destino nuestro. Creo en un destino, uno individual. No en uno nuestro.
Vago y divago en ese túnel que poco a poco se va quedando a oscuras: el de la esperanza. La me avisa que por ahí solo iré en círculos.
Y sí, ahora tampoco creo en los cuentos de hadas que me marean con un " y vivieron felices por siempre". Ni en el amor a primera vista, ni en el beso que despierta a la princesa.
Toco con palmas decididas y, en ocasiones, a carne viva la realidad: cada quien tiene un camino por andar.
Lo mejor habría sido formular otra oración: si ambos queremos, volveremos a hilvanar nuestros destinos. Solo así, el tuyo y el mío será nuestro destino...
Aunque esa cosquillita de ilusión prevalezca, murmurándome: si el destino nos quiere, volverá a encontrarnos.