La mesa desordenada como mi cabeza...
Un marcador por aquí, por allá un cuaderno.
No, mi cabeza desordenada como la mesa...
Un ideal cerca de la lengua, miedo oscilante en los labios que se sellan.
Limpiar significaría empezar a dejar de procrastinar.
Porque ¿Qué estoy haciendo, sino estoy realizando lo que anhelo?
Espero a que llegue la hora siguiente, la mañana de mañana para comenzar, el lunes, el primer día del siguiente mes, el año nuevo junto a propósitos renovados...
La habitación desordenada como la razón...
Un zapato bajo la cama, un suéter sobre el respaldo de la silla, un libro en la almohada.
No, la razón desordenada como la habitación...
Un consejo bajo la mullida excusa, la calma en el respaldo de la rígida mente sobrependante, sensatez dormida con tranquilizantes distractores.
Poner las cosas en su lugar implicaría moverme de un cómodo vacío.
Porque... ¿Cómo hacer lo que quiero?
Ni siquiera sabría por dónde empezar, si es que existe un lugar correcto para hacerlo...
Solamente estoy aquí en el centro girando y girando velozmente en este desorden.
Alucino con que existe la magia. Alucino que chasqueando los dedos el polvo escapa, dejando las ventanas limpias dejando mirar mejor mi cielo. Alucino que con una palabra, los trapos se lavan, las soluciones huelen a suavizante y jabón. Alucino que un hada madrina espera por mi deseo de aparecer en la vida que en mi cama sueño.
Pero, solo soy yo aquí, en el centro organizando un horario para limpiar mi desorden.