Hola, "para siempre".
Quiero contarte que, un día, te hice promesa. No debí, ya que no me perteneces.
"Para siempre", te juramos en vano. Aunque no me arrepiento, no debí hacerlo.
"Para siempre", no significaste lo mismo para ambos. No analicé cuan comprometedor que puedes llegar a ser. Sin embargo, no me retracto de ninguna de mis elecciones.
Para siempre recordaré que es mejor prometer un:
'Hasta que mi corazón, razón y alma coincidan entre si. Hasta que ese común acuerdo coincidan con el tuyo.
Hasta que tus diferencias y las mías no nos repelan... Tanto, al menos.
Y, no podré asegurar si será hasta que tu piel y la mía sean un recuerdo póstumo o mañana.'
Eso es mucho mejor que comprometerme a ti, "para siempre".
Porque cuando eres juramento, de no ser cumplido, te vuelves astilla invisible.
"Para siempre", eres el triunfo de almas que se reconocen y se aman en el puro y eterno presente.