Te piden ser fuerte, siempre hay cosas peores de las que uno pasa, pero nadie te escuchó a tí; nadie te dio un abrazo, o una contención.
Nadie vio a la niña quebrada; a esa niña que nadie notaba, que en los recreos y almuerzos se escondía en las duchas de los baños, que comía ahí, escuchaba música o dormitaba.
Nadie vio a esa chica siendo merecedora de un diploma por perseverancia, pero que sus compañeros se burlaban porque otro debió haber sido el premiado.
Nadie vio a esa joven confiar en el primero que le ofrecía su amistad, para luego ser dejada a un lado por otros.
Nadie la vio ni siquiera cuando el año escolar terminó.
Pensó que el siguiente año sería diferente y así fué, fué aún peor. Confío en el primer chico que le mostró afecto. Creyó cada una de sus palabras, pero nadie los vio, porque sin darse cuenta era la burla de él. Le entregó lo más puro de una mujer y se supo; todo el mundo lo sabía, pero nadie creyó que fuera verdad, creían que eran los cuentos de una chica solitaria encaprichada.
Nadie vio cómo la humillaban, cómo la denigraban, la trataban de puta, habiendo sido que ella solo creyó en el amor.
Nadie vio cómo la seguían rompiendo, cómo ella se cortaba los brazos y muslos, creyendo que todo pasaría.
Nadie la vio, porque la puta no valía la pena mirar, después de todo era la sinvergüenza que siempre sonreía.
Nadie la vio el siguiente año escolar, tomando pastillas para no comer. Aparte de invisible, ella se veía gorda.
Nadie la vio con sueños, con esperanzas, era el último año y a como diera lugar debía terminarlo.
Nadie la vio cómo en su propia casa la rompieron, tirando sus deseos y sueños, porque no era lo suficientemente lista para la universidad.
Nadie la vio escondida en la biblioteca, escapando de la realidad a través de los libros.
Nadie la vio premiada, porque fue la burla del curso cuando la profesora anunció que ella era la ganadora y en la casa nadie la veía.
Nadie la vio acabada, sin ganas de seguir, porque nunca su cara reflejaba su sentir.
Nadie la vio salir con una sonrisa del infierno que pasó, después de todo, ella no merecía ni siquiera el adiós.