Nadie como tú

Capitulo 1

Cuando llegué a casa ese día, trate de distraerme haciendo limpieza, dejé todo bien limpio y ordenado. Cuando me fui a dormir, repasé en mi cabeza aquel acontecimiento, nuevamente me sentí invadida, ¿Cómo pudo hacerme eso? ¿Qué tipo de persona hace eso? ¡Uno muy enfermo sin duda! Para mí buena suerte, Mabel no vio nada, así que tal vez, solo tal vez, nadie se enteré de lo que pasó.

A la mañana siguiente, durante el trayecto de casa a la escuela, sentía un nerviosismo horrible, tenía mucha vergüenza, pero iba a actuar como si nada pasara.

– Buenos días – dije mientras me sentaba aun lado de Mabel

– Buenos días… ¿hiciste la tarea?

– Si, ¿y tú?

– Por supuesto… te tengo un chisme, increíble, te lo juro, increíble, me moría de ganas por contártelo desde ayer que me enteré, pero como no tienes un bendito celular, tuve que aguantarme hasta hoy.

Me reí de su comentario, en efecto, era una adolescente que no tenía celular, motivo… Mi padre. Él decía que yo no necesitaba uno, que sabía que ese aparato solo serviría para distraerme de mis estudios y que no lo permitiría, por otro lado mi mamá le insistía que debía tener uno en caso de emergencia, pero no, mi padre no daba su brazo a torcer.

– Bueno, ¡suéltalo! – me recargué en la silla y la miré curiosa

– ¿Te acuerdas que me dijiste que en tu clase de repostería, había un chico de mirada muy penetrante que no dejaba de mirarte?

– Si – Había solo 5 chicos en nuestra clase de repostería y uno en especial llamo mi atención, no porque lo considerará guapo, o alguna otra cosa, fue por que prácticamente se la pasaba mirándome ¡toda la clase! Era realmente incomodo, yo trataba de ignorarlo, no volteaba a verlo, pero sentía su mirada sobre mí. – ¿Y?

– Buenos días – escuchamos una voz masculina y ambas nos sorprendimos, era el chico nuevo – ¿Está ocupado este asiento? – señaló con la mano a la silla detrás de mí.

– No – respondió Mabel sonriéndole, y él se sentó sin decir más.

¡Ay, Dios! ¿Por qué demonios se sentó aquí? ¡Qué vergüenza!

– Te decía – continuo Mabel y le presté toda mi atención para no ponerme nerviosa por la presencia del nuevo – El caso es que, anda investigándote.

– ¿Qué? – Levanté una ceja y giré mi cuerpo hacia ella

– Como lo oyes, ya les pregunto a todos los hombres de este salón tu nombre completo, con quien hablas, quienes son tus amigas, etc. Pero eso no es lo mejor.

– Espera, espera ¿lo que me acabas de decir era bueno? – Ambas nos reímos

– Cuando le preguntó a Gerardo que si tenías novio y este le dijo que no, él dijo: Que bueno, porque si tenía, me iba a tocar partirle la cara – mi amiga tomo mi brazo totalmente emocionada por lo que acababa de decirme, mientras yo la miraba confusa.

– ¿Eso es lo mejor? Dios, ahora tengo miedo – Volvimos a reír – Él es extraño, te lo digo, me mira raro, me siento atacada cada que no me quita la vista de encima.

– ¡Pues es porque le gustas!

– Amm, saber eso, me hace sentir incomoda – Entrecerré los ojos

– ¿Por qué?

– Pues no sé, solo no me gusta mucho eso de que ande investigándome, si quiere saber algo, pues que me pregunte a mí ¿no?

Dejamos nuestra charla cuando el maestro de la primera clase llego y me olvidé por completo de la presencia turbia del nuevo.

Al llegar el receso, nos dirigimos a la cafetería las siete amigas, pretendíamos comprar el almuerzo, pero la cantidad de gente era inmensa y yo no pensaba esperarme, me aparté de ellas y fui a la maquina despachadora, me debatía que pedir hasta que me decidí por una barra de chocolate, introduje las monedas y vi mi chocolate moverse para después atorarse.

– ¡Ay por favor! Dame mi chocolate – le di un golpecito y estuve tratando de moverla

– ¿Se atoró? – Ahí estaba él, el profanador de cuerpos.

– Sí, creo que fui estafada por esta máquina – torcí los labios

– Déjame ver que podemos hacer – Se dispuso a mover la máquina de adelante hacia atrás hasta que el chocolate cayó, lo sacó de la máquina y me lo dio.

– Gracias – le sonreí agradecida viéndolo a los ojos, por un momento olvidé lo que había pasado, pero lo recordé y volví a agachar la cabeza.

– Oye… quería pedirte una disculpa por lo de ayer, no era mi intención… –dudo unos momentos parecía buscar la palabra adecuada – Tocarte. – usó la más adecuada debo aceptarlo, pero estoy segura de que pudo haber usado otra. – Es solo que no reaccione, no fue mi intención, de verdad.

– No, está bien. Te lo agradezco, pude haberme caído y me hubiera tocado pagar esa maqueta. – Volví a mirarlo, estaba sonriendo algo avergonzado.

– Me llamo Alejandro – estiró su mano hacia mi

– Candice – Le correspondí el saludo

– ¡Ale! Ya está tu almuerzo – Le llamó una chica muy bonita, me sonrió,  se despidió con la mano y se fue.

Ok, por lo menos no es tan mal educado como creía, tenía algo de decencia en su ser. Salí de ahí y me fui a sentar a nuestro lugar, esperaba a mis amigas mientras me comía a pedacitos la barra, cuando vi al chico de repostería venir hacia mí. No tenía escapatoria.




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