Nadie como tú

Capitulo 3

Le echó un vistazo por última vez a mi habitación vacía, me acerco a la ventana y miro hacia el jardín, un montón de recuerdos asaltan mi mente, y en todos ellos está mi madre.

Ella perdió la batalla contra el cáncer hace seis meses y mi padre ha recibido un nuevo puesto de trabajo por parte de su empresa, ahora será el jefe de una de las sucursales y tenemos que mudarnos.

Me duele mucho dejar todos los recuerdos atrás, aunque jamás voy a olvidarla, irme de esta casa me hace sentir como si la estuviera abandonando, a pesar de que ella ya no está. Mi mamá era una mujer extraordinaria que se dedicaba al hogar, siempre sonriente, siempre alegre, era la luz que iluminaba la vida de mi padre y la mía… Y ahora que se ha apagado, algo entre mi padre y yo también se apagó.

Lo respeto como mi padre, pero siempre ha querido imponerse en mi vida. Mamá trataba de hacerlo entender que quien debía elegir su vida y su camino era yo, pero papá es algo cerrado, no cree que yo solo pueda tomar mis propias decisiones, teme que me equivoque y eche a perder mi futuro. Por eso desde que mamá no está con nosotros, solo nos vemos en algunas ocasiones para comer o cenar, cruzamos unas cuantas palabras y cada uno hace lo suyo, esa es mi rutina.

Ninguno ha hablado de los sentimientos que tenemos por la pérdida de mamá.

Cuando llegamos a la nueva ciudad, pasé unos días recorriendo sus calles, no era una ciudad fea pero tampoco era tan deslumbrante, era… una ciudad común. Mi padre fue quien se hizo cargo de mi entrada a la escuela, me pidió entrar a una escuela privada pero no lo acepté, siempre he asistido a colegios particulares, así que crecí con los mismos compañeros desde preescolar, aburrido, nada nuevo… una escuela pública sugiere variedad. Me dijo que había tenido que pagar para que me aceptaran en esa escuela, ya que de todas las públicas era la mejor y tenía mucha demanda.

Solo porque no tenía ganas, no asistí la primera semana de clases, me dediqué a arreglar mi cuarto, pasear, y conversar con los amigos que había dejado. Mi celular siempre está lleno de mensajes y llamadas de chicas, no lo niego, puede considerarse que soy mujeriego, pero no en la definición como tal, yo no trato de conquistarlas ni mucho menos seducirlas, ellas vienen solitas a mí, por eso es que me gané ese mal título ¿Qué puedo hacer? ¿Negarles un beso? ¿Una caricia? ¡Claro que no!

Nunca he tenido que hacer nada para que una chica se fije en mí, jamás le he pedido a alguna mujer que sea mi novia, ellas son quienes me lo piden, y yo… encantado acepto, me gusta que me den atenciones. Mi última novia, Daniela, me pidió un favor muy especial de despedida… Que fuera yo quien tomara su virginidad, y por supuesto, acepte. No fue mi primera vez, salí por algunos meses con una chica mayor que era sexualmente activa, así que fue ella quien se llevó mi virginidad, pero que manera de llevársela, se lució; de ella solo recuerdo nuestros encuentros sexuales, no sé ni su nombre completo, ella era solo Maxi para mí. No era necesario saber más, nuestra relación no necesitaba detalles.

A ver qué tal son las chicas de este lugar, espero tener variedad.

 

Me fui en autobús a la escuela, ya unos días antes había aprendido las rutas, lo más difícil era acercarme a una de las paradas, la zona en la que vivimos es exclusiva y no hay transporte público, así que tenía que caminar al menos veinte minutos hasta llegar a la parada más cercana. Me gustaba caminar con la música a todo volumen así que no me molesto en lo absoluto.

 

Al llegar a la escuela me presenté en dirección y la encargada de la disciplina fue quien me llevo a mi grupo, subimos mientras ella me preguntaba por mi nombre y me decía que esperaba que mi grupo me gustara. Al llegar, el maestro me pidió entrar y presentarme, y  sin ningún problema lo hice, era consciente de las miradas de todos, pero más de las miradas femeninas.

– Me llamo Alejandro Marín, tengo casi 16 años y soy nuevo en la ciudad. – Dije mientras recorría el salón con la mirada.

Y algo llamo mi atención, unos ojos marrones claros muy llamativos, su color me interesó, parecían miel, pero en un tono profundo y por si fuera poco, sus pestañas hacían que resaltaran aún más. Por unos instantes nos miramos, hasta que fui consciente de su ceño malhumorado al desviar la mirada.

Me senté al fondo del salón y durante la clase me dediqué a observarla cada cierto tiempo, noté sus labios gruesos, especialmente el inferior, su cara alargada y pómulos altos la hacían ver extremadamente bien, ella era… era… bonita, me atraía. A mí, Alejandro Marín una chica me había deslumbrado.

Increíble. Verdaderamente increíble. 

 

Durante el transcurso del día, como era de esperarse las chicas se acercaban a mí, incluso de grados superiores, me alegra ver que las chicas son desinhibidas. Pero, ella… ella ni me mira. He buscado su mirada todo el día y ella no me ha mirado, extraño.

La escucho hablar con su grupo de compañeras, nada fuera de lo normal, pero poco a poco me doy cuenta de que es una chica dura, ya las he visto, esas que se creen autosuficientes, que se niegan a ser parte de lo que digan las tendencias… si, ya sé cómo es ella. Es una lástima… en serio me atrae, pero ese tipo de mujeres no me va, de seguro es de las que escuchan heavy metal, punk, rock y se creen especiales por creer que son diferentes del resto.




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