Nadie como tú

Capitulo 16

Tal cual lo dijo, bailo conmigo toda la noche. A eso de las cuatro de la mañana llegamos a casa de Gustavo, nuestras madres estaban ya casi perdidas en el alcohol, pero seguían cantado. Los tres nos quedamos en la habitación de Gustavo, Mabel y yo estábamos en el suelo a pesar de que él insistió en que nos quedáramos en la cama.

– ¿Y qué te dijo Alejandro? – Preguntó con gesto pícaro

– Nada – dije cerrando los ojos

– ¿Nada?

– Nada – repetí

– Estoy segura de que le gustas

– Estoy segura de que le gusto para un rato, como todas.

– No creo, hay algo en su forma de mirarte que se ve diferente, como cuando en serio te gusta alguien, lo he visto con sus “amigas” – hizo énfasis en esa palabra – como se comporta, como todo un idiota por supuesto, pero contigo… no sé, es diferente.

– Tal vez controla sus estupideces conmigo.

– O tal vez de verdad le gustas.

No discutí más, solo suspiré y me giré dándole la espalda, vi la luna en la ventana, ha sido el mejor día en lo que llevo de vida… Y espero vengan muchos más.

 

Me desperté cuando mi mamá entró gritando “arriba, es hora de levantarse”, miré la hora en la pantalla del celular, las doce del día, y yo aún tenía sueño… Sentía la boca seca y tenía mucha hambre. Ambas habíamos usado ropa de Gustavo para dormir así que estábamos cómodas, nos levantamos, nos lavamos la cara, enjuagamos nuestras bocas y medio estábamos despiertos al bajar al comedor, nuestras madres no tenían rastros de haber bebido, estaban frescas, relucientes y nosotros, al borde del desmayo.

Conversamos sobre nuestras respectivas noches, les contamos que bailamos mucho y que de verdad nos habíamos divertido, ellas se alegraron y dijeron que tendrían que ir con nosotros la próxima vez para ver que fuera cierto que el ambiente era bueno. Después de una larga charla, nos despedimos de Gustavo y su mamá, ya era tarde y al otro día debíamos ir a la escuela.

Dejamos a Mabel en su casa y de camino a la nuestra le conté a mi mamá sobre Alejandro, le dije que era guapo y que a pesar de que yo parecía importarle, no me sentía segura.

– ¿Crees que es demasiado guapo para ti? – dijo mientras se orillaba, la miré y tenía una ceja levantada

– Pues… sí. Él tiene a muchas chicas alrededor suyo, siempre, y cuando digo siempre, es de verdad siempre, tiene a su lado a alguna chica guapísima, así que… pienso… ¿Cómo puedo gustarle si tiene a todas ellas? – Tenia la mirada clavada en mis pies, no quería hacer contacto visual mientras aceptaba que yo no era bella como las demás.

– Ay, hija – dijo bufando – creo que tal vez por tu juventud no te has dado cuenta, pero, aunque no lo creas, hay personas que buscan mucho más que un buen físico, y con esto no estoy diciendo que tú seas fea, pero siempre he notado que eso sientes que eres, pero te aseguro que no, además de bella eres inteligente, segura, tienes muchas cosas que son capaces de enamorar a cualquiera. ¿Por qué crees que ese ex novio del que me hablaste aún sigue tras de ti? ¿eh?

– Debe tener algún problema visual – me reí y ella también

– No, es porque ve lo que todo los demás excepto tú, vemos en ti.

Tomó de nuevo el camino a casa y fuimos en silencio, sé que es mi madre y por eso me dice que soy bonita, son sus ojos llenos de amor hacia a mí, lo que hace que ella vea tantas cualidades. Cualidades que no tengo. Al acercarnos a casa, vi a alguien parado frente a ella, no puede ser…

– Mamá, ese que está ahí es Miguel – Lo vio y dijo

– Mmm, no está mal.

– ¡mamá!

– ¡¿Que?! Es cierto, es un chico apuesto.

– Si, lo es, pero aun así no quiero tener nada que ver con él.

– Pues, díselo

– Ya le dije muchas veces – dije con fastidio

– Pues, una vez más – se encogió en hombros

Salí de auto y lo vi mirarme de pies a cabeza, recordé que llevaba puesta una enorme sudadera negra con capucha de Gustavo, me llegaba a las rodillas y además estaba descalza, los botines me dejaron muy cansada, no iba a ponérmelos para regresar a casa.

– Hola – dijo acercándose a mi

– Hola

– Buenas tardes, señora – estiró su mano para saludarla – me llamo Miguel, soy compañero de la escuela de Candice.

– Buenas tardes, Miguel.

– ¿Podría hablar con Candice unos momentos?

– Si ella quiere, por mí no hay problema – regreso a verme y respondí

– Entro en un momento, ma’

Ella entró a la casa y yo me senté en las escaleras de la entrada.

– ¿Y bien?

– Vine para ver si puedo hacer las paces contigo – Dijo mientras se sentaba a mi lado – No me he comportado de buena manera y me siento apenado por ello.

No dije nada, sentí como un deja vú, solo lo miré, parecía realmente arrepentido, me quedé callada esperando a que hablara, porque yo no sabía que decirle.




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