Estaba algo mareada, arrastraba las palabras, eran apenas las 5 de la tarde y nosotros estábamos ya con el alcohol circulando en nuestro cuerpo, la situación no era para menos, Gustavo y Mabel eran capaces de ver a través de mí, notaban que no estaba bien a pesar de que sonreía y bromeaba con ellos, Gustavo, el conocedor del mundo, nos llevo a sabrá Dios que sitio y en que lugar, era un tipo bar pero tenia habitaciones en donde uno podía entrar y hacer todo el alboroto que quisiera, había hasta karaoke, éramos menores de edad, pero nos vendieron bebidas alcohólicas.
Mabel no dejaba de cantar y Gustavo era su corista, cuando tuve el alcohol suficiente como para desinhibirme, los dos me animaron a cantar una canción y claro, por supuesto que no fue una canción despechada, eso era lo que mis amigos estaban buscando, pero no, me rehúso a causar su lastima, estuve cantando y bailando chantaje de Shakira, estaba algo despechada, pero por lo menos estaba bailable.
“Siempre es a tu manera, yo te quiero, aunque no quiera”
“Vas libre como el aire, no soy de ti ni de nadie”
No cabe duda que las canciones toman el sentido que uno les quiere dar, esta canción jamás me había dolido, la cantaba y bailaba, pero esa frase de “yo te quiero, aunque no quiera” me mataba. Maldita sea, según estoy tratando de estar lejos de él, pero es solo mi cuerpo, porque mi mente siempre esta ocupada por él, maldito alcohol, maldita canción, ¡Maldito Alejandro!
Estaba sentada maldiciendo con todo mi ser cuando sentí mi celular vibrar… Alejandro. Dudé, pero el alcohol me tenía valiente, salí al pasillo apoyando poco el pie en busca del baño y respondí.
– ¿Qué? – Dije tratando de sonar normal
– ¿Dónde estás? ¿Por qué no respondes mis mensajes?
– Por que no quiero – Lo escuché suspirar, recordé la pelea y pregunté – ¿Tú estás bien?
– Si, bueno, no – ¿Será que está muy lastimado?
– ¿Te duele algo?
– Me duele todo
– Ve al doctor a que te revisen, ¿Qué tal que tienes algo roto y no te has dado cuenta?
– Sé que tengo algo roto
– ¡¿Y por qué no vas al doctor?! – grité al teléfono
– El doctor no puede curar un corazón roto – Sentí que un escalofrió recorrió mi cuerpo, estaba muy enojada.
– ¡Eres un idiota! ¿cómo se te ocurre bromear con eso?
– No es broma, de verdad siento que todo me duele desde que me dejaste, Candice regresa conmigo – Guarde silencio, me moría por decirle que sí – En serio te necesito.
– Nadie necesita de nadie – dije arrastrando las palabras y saliendo del baño, en el pasillo había ruido de las demás habitaciones, hasta gritos animados de fiesta se escuchaban, quisiera estar con ellos, es lo que necesito, buena vibra.
– ¿Estas ebria? ¿Dónde estás?
– Nop
– ¿En dónde estás?
– No sé y si lo supiera obviamente no te diría.
– Candice, en serio dime donde estas, voy por ti.
– No quiero que vengas, no quiero que me llames, no quiero que me mandes mensajes, ¡lo que quiero es que no te me acerques! – Guardo silencio un rato
– No puedo hacer eso
– Claro que puedes – nuevamente sin querer arrastre las palabras
– Te escuchas ya muy tomada, dime donde estas.
– No necesito que me cuides
–Sé que no lo necesitas, pero quiero hacerlo.
– Hola linda, oye quieres una – un tipo me ofreció una bebida y claro que la tomé
– Gracias – dije sonriéndole
– Candice ¿Quién era ese?
– No sé, pero es muy amable, me dio una de sus cervezas – le di un trago
– No aceptes cosas de extraños, podría tener algo
– ¿Y?
– ¿Cómo que “y”? – se escuchó molesto
– Yo puedo hacer lo que quiera, te dejo, mi amigo quiere que bailemos – mentí
– ¿Qué? Candi – No lo deje terminar y colgué
Comencé a buscar la puerta de donde había salido, mi celular no dejaba de vibrar. Al entrar Gustavo y Mabel estaban abrazados por los hombros cantando, esos dos harían buena pareja. Para las siete, ya había avisado a mi mamá que estaba con mis amigos, me dijo que me cuidara y le avisara al llegar a casa, por supuesto que Gustavo habló con ella y le aseguro que me llevaría sana y salva, honestamente no sé como pude asegurarle eso, si los tres estábamos bien ebrios, incluso ya caminábamos algo desorientados.
– ¿Cómo vamos a regresar a casa? – Dijo Mabel casi entendiblemente – No puedo llegar así
– Tomemos un taxi – dije en el mismo tono de borracha
– Si, si, eso es lo mejor – coincidió Gustavo
Comenzamos a caminar hacia la salida y si no estuviera tan mareada y algo ida, me atrevería a decir que un ángel bajo del cielo, había un tipo bastante guapo en la entrada, llevaba una chaqueta de cuero negra, playera blanca, su cabello y sus ojos era un sueño.