Nadie como tú

Capitulo 39

Mis manos estaban temblorosas, el corazón me palpitaba muy fuerte y de manera acelerada, yo me mantuve pegada a la pared más lejana de él, cuando mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad, pude ver su rostro a detalle, me miraba a la cara, pero también recorría mi cuerpo de arriba abajo, me miré, estaba usando una bata de dormir, no era muy corta, pero era pegada a mi pecho y mis pezones estaban erectos por la adrenalina del momento, me cubrí el pecho cruzando mis brazos.

– Miguel ¿Cómo entraste? – repetí

– Traje un cerrajero para que me abriera y luego le pedí que hiciera una llave.

– ¿Sabes que eso esta mal verdad? No puedes estar entrando a la casa de otras personas, eso es un delito.

– Será uno más de los que estoy dispuesto a cometer si es por ti.

– ¿Por mí? Esto no es por mí, es por ti.

– No, todo lo que hago, todo, cada aspecto de mi vida gira en función de lo que tú haces. Eres el centro de mi universo, lo que mas anhelo y deseo tener. Y me duele mucho – se levantó, rodeo la cama lentamente, mientras sacaba su celular y me mostraba un video – ver esto.

Era un video de la fiesta de esta noche, específicamente la parte donde Adrián me estaba bailando.

– Era una broma – dije en voz baja

– ¡¿Cómo demonios esto es una broma?! – le dio un golpe a la pared muy cerca de mi rostro

– Es un amigo que quería provocar a alguien, él n-

– Amigo, ¡¿amigo?! ¿Así tocas a tus amigos? – me estaba hablando muy cerca, tuve que girar mi rostro – si quieres tocar a alguien, tócame a mí – me jaló del brazo y puso mi mano sobre su abdomen – ¡A mí, solo a mí!

Me envolvió en sus brazos, dejando los míos atrapados sin poder moverlos a mi costado mientras trataba de besarme, me agache y giré la cabeza en todas direcciones para evitarlo, esto parecía enfurecerlo aun más, me levanto en esa misma posición y me llevó a la cama, yo pataleaba y gritaba que me soltara. Se subió encima de mi sobre la cama y sostuvo mi cabeza con ambas manos para que pudiera besarme, metí mis piernas hasta ponerlas sobre su abdomen y lo aventé con toda mi fuerza, pero no funcionó, solo se apartó unos instantes y metió una de sus piernas entre las mías, mientras me tomaba por las muñecas y las ponías por encima de mi cabeza.

–¡No! ¡Miguel! ¡Miguel, por favor, no! – me retorcía bajo su cuerpo, las lagrimas comenzaron a salir de mis ojos – ¡Por favor, no!¡No!

Mis gritos fueron callados por su boca, yo seguía peleando por debajo suyo, pero no podía hacer mucho, jamás había sentido tanta fuerza sobre mí, por mucho que yo tratara de zafarme de su agarre no podía, sentí mucho dolor en mi labio inferior, me había mordido muy fuerte, me quejé dando un grito.

– Tu eres mía – dijo cuando se separó de mis labios y recorría mi cuello con su lengua, esa sensación provoco que me retorciera de asco, aquella sensación era totalmente desagradable, después de pasear su lengua por todo mi cuello, comencé a sentir como succionaba la piel de mi cuello, estoy segura de que me estaba marcando, su boca llego hasta mi pecho, él lamio y succionó hasta donde mi vestido lo permitía, afortunadamente no era muy escotado.

Nuevamente volvió a besarme y esta vez, al separarse me mordió el labio superior, creo que esta vez logró que sangrara, un sabor extraño invadió mi boca; soltó mis manos un poco, las separó y las puso a mis costados ¿Cómo diablos puede tener tanta fuerza? Por más que luchaba por soltarme de su agarre no podía. Comenzó a rozar su cara sobre mis pechos, no se describir el sonido que hacía, pero me dejaba claro que lo estaba disfrutando, se frotaba contra mí, y lo veía aspirar profundo, subió sus manos, hasta colocarlas en mis brazos, estaba presionándome tan fuerte que gritaba por el dolor. Subió sobre mi estomago y ahora mis manos estaban atrapas por sus piernas – Miguel, basta, por favor, no me hagas esto – Mis peticiones estaban siendo ignoradas, mientras lo veía sacarse la camiseta.

De manera casi inmediata, volvió a tomarme por los brazos, su cara se dirigió a mi abdomen y lo sentí bajar lentamente.

– ¡NO! ¡NO! – Grité más fuerte que nunca, como jamás lo había hecho en mi vida.

Con su cara trataba de levantar la tela de mi vestido, bajó su cara hasta el borde del vestido y con su barbilla lo levantó, hasta que su boca quedó encima de mi ropa interior, lo sentí ahí, en ese lugar al que a nadie le había dado acceso, primero solo dejó su cara ahí, como aspirando mi olor y luego sentí algo tibio, estaba lamiéndome por encima de la ropa. En ese instante, me rompí, comencé a llorar a grito abierto.

No sé con certeza que pasó por su cabeza, o si se conmovió por mi llanto, pero Miguel se alejó de mí como si acabara de despertar de una pesadilla, en cuanto él se quitó de encima, me acurruqué sobre la cama, llevé mis piernas hacia el pecho y cerré los ojos mientras seguía llorando.

– Yo… Candy, amor, lo siento… no sé… lo siento – abrí los ojos y lo vi con intenciones de acercarse, por instinto me alejé de él, caí de la cama y me arrastré hasta una esquina, donde me mantuve abrazando mis piernas. – Lo siento, amor, lo siento – decía mientras se acercaba lento.

Se arrodilló frente a mi y levantó su mano con intenciones de tocarme, pero al verlo, comencé a llorar más fuerte y contraje mi cuerpo. Lo escuché maldecir y después escuché ruido, levanté la cabeza un poco y estaba vuelto loco rompiendo todo lo que se atravesaba.




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