Nadie como tú

Capitulo 40

Esa noche casi no pude dormir, estaba tan feliz, Candice por fin había regresado conmigo. A la mañana siguiente, me levanté y lo primero que hice fue mandarle un mensaje a través de Facebook a Candice, le preguntaba a qué hora podía verla.

Me puse a sacudir un poco mi departamento, estaba algo polvoso y yo tenía energía de sobra. Terminé y revisé mi Facebook, nada, ella no había leído mi mensaje. Recordé que podía llamarla a su casa, el problema es que no sabía el número, así que le llamé a Mabel, ella debía saberlo.

– Alejandro, justo iba a llamarte – la escuche algo nerviosa.

– ¿Qué pasa?

– Miguel le hizo algo a Candice.

– ¿Qué? – sentí un frenesí instantáneo – ¿Qué le hizo? ¿De qué me hablas?

– No sé los detalles, la mamá de Gustavo le dijo que ella estaba en el hospital porque Miguel la había atacado durante la madrugada.

– ¿En qué hospital esta?

– No lo sé – Maldije para mis adentros.

– Por favor, en cuanto sepas algo, dímelo, trataré de averiguar algo por mi parte.

– Esta bien.

Colgué y casi estrellaba el celular en la pared, me detuve porque lo iba a necesitar. Ese maldito hijo de puta ¿qué le hizo? Lo mataré, juro que voy a matarlo. Salí de casa hecho una furia, no sabía que hacer, a donde recurrir, solo conducía al único lugar que tenía en mente, su casa.

Llegué corriendo y toque la puerta, no sé qué esperaba, era obvio que no había nadie, pero tenía que intentarlo. Tomé aire y caminé de un lugar a otro, tratando de pensar que hacer, recordé a Gustavo, Mabel dijo que él le había informado, así que conduje hasta su casa. Toqué y en cuando salió, casi me le fui encima.

– Gustavo ¿dime dónde está? ¿Qué le hizo?

– No sé dónde está, mi mamá no me dijo eso.

– Dime lo que sabes, por favor – estaba aún exaltado.

– Mi mamá me dijo que Miguel había entrado a su casa y… – su pausa me dejaba ver lo mal de todo esto.

– ¿Y? – insistí

– No sé si… abuso de ella o solo fue intento.

– ¡Dios! – me di la vuelta y comencé a patear mi coche, fue lo primero que se me atravesó y con lo que me desquité – ¡Maldito! ¡Maldito! ¡Hijo de perra! ¡Lo voy a matar! ¡Juro que lo voy a matar!

– Alejandro, tranquilízate, por favor, no estamos seguros de nada.

– Con el solo hecho de haberla tocado ¡merece morir!

– No ganaras nada poniéndote así, ya sea que lo haya hecho o no, ella te necesitará, y de esta manera – dijo señalándome – no lo harás. Te aseguro que estoy tan disgustado como tú, yo soy su amigo. – Me recargué en el coche y tomé mi cabeza entre mis manos.

Comencé a respirar hondo, tratando de tranquilizarme. Un auto llegó y de ahí bajó Mabel.

– ¿Saben algo? – dijo acercándose

– Nada aún – respondió Gustavo – vamos, hay que entrar.

Los tres estábamos en sentados en su sala sin decir nada, cuando el teléfono sonó, Gustavo respondió de inmediato.

– Mamá ¿ya la viste? ¿Como está?

El silencio se hizo más profundo, Mabel y yo lo mirábamos, su cara de preocupación no ayudaba a mis ansias, cuando colgó, esperamos a que él nos informara.

– Dice mi mamá que ella está bien, sus heridas son solo golpes, rasguños y… mordidas – cerré los ojos y negué con la cabeza – él no llegó a violarla afortunadamente.

– ¡Gracias a Dios! – dijo Mabel

– Mi mamá me dijo que intentó llevársela, pero ella escapó.

– ¿Llevársela? – dijimos al unísono Mabel y yo.

– Si, no sé a dónde, ni como, solo me dijo eso, que había intentado llevársela.

– Ese maldito enfermo, trastornado, mi pobre amiga. – Mabel se sentó

Nos sentamos, ninguno decía nada, todos estábamos sumergidos en nuestros pensamientos, supongo que tratábamos de imaginar lo que sucedió. Mientras yo dormía plácidamente, Candice luchaba con ese enfermo. Gustavo se levantó para traernos agua.

– ¿Qué sucedió con ustedes? ¿Ya arreglaron las cosas? – preguntó Mabel

– Si, anoche regresamos – Cubrí mi rostro con las palmas de las manos – Debí quedarme con ella, no la hubiera dejado sola.

– No digas eso, esto no es culpa de nadie más que de Miguel, es un monstruo.

– Coincido – dijo Gustavo mientras nos daba los vasos

– Alcance a escuchar que regresaste con ella, bien hecho – me felicitó Gustavo – Miguel no podía salirse con la suya.

– ¿Qué? –pregunté mas que con curiosidad con desconcierto

– Oh, veo que no te lo ha dicho.

– ¿Decirme que? – ambos se miraron – ¿Decirme que?

– El causante de que te acostaras con Mariana fue Miguel – dijo Mabel – Alicia le contó a Candice todo lo que había hecho esa noche Miguel, él te drogó para interrogarte sobre si te habías acostado con Candice, cuando confirmó que no era así, te llevó con Mariana.




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