Nadie como tú

Capitulo 43

Esa noche, en casa, mi mamá discutía nuevamente con el abogado por teléfono, otra vez no había nada que hacer, él no se acercó a mí, no había violado ninguna ley; mi mamá no fue a trabajar, se quedó en casa, como mi único medio de comunicación era con su celular, envié un mensaje a Alejandro y le dije que ella estaría en casa que lo veía al otro día.

Cuando fui a mi habitación, mi mamá se quedó en la mesa, antes de cerrar la puerta, la vi, en su rostro duro, había señal de decisión.

Al otro día teníamos programado un viaje a una universidad, en ella, varias otras universidades darían a conocer su oferta educativa, Alejandro y yo habíamos decidido asistir justamente a ésta en donde se haría la demostración. Él estaba indeciso aún en qué carrera tomar, pero yo no, yo ya tenía en la mira la carrera de Farmacología.

Cuando regresamos a nuestra escuela, ya era algo tarde, mi grupo completo decidió salir a cenar, dijeron que sería “la última cena” esto sin duda pintaba para ser divertido. En el restaurante nos juntaron las mesas, todos estábamos pasándola de lo mejor, contábamos anécdotas del primer día de clases, y de cómo nos fuimos haciendo un grupo unido, en cierto momento nos llenamos de nostalgia por todas nuestras experiencias compartidas.

Al otro lado de la calle había una tienda de accesorios, Mabel y Rocío querían ir, así que terminé yendo con ellas, tomamos una canastita y comenzamos a escoger cosas pequeñas. Pagamos y estábamos esperando para poder cruzar la calle, cuando tuvimos pase, Mabel se adelantó a nosotras.

– Ay, no, olvidé mi bolsa en la tienda – dijo Rocío deteniéndose

– ¿Segura?

– Si, regresaré por ella

– Te acompaño – dije mientras regresaba con ella.

Le hicimos señas a Mabel y ella entró al restaurante, Roció había entrado a la tienda, Alejandro nos veía así que lo saludé con la mano, juntó sus dedos, les dio un beso y simuló aventarlo hacia mí, sonreí mientras le regresaba el beso soplándolo desde la palma de mi mano. Nos miramos, yo pensaba en lo afortunada que soy de tenerlo a mi lado.

Vi de reojo que un coche se estacionó frente a mí pero no le presté atención, fue hasta que vi que Alejandro frunció el ceño y se levantó, que presté atención a la persona que salió del auto, mis pies no se movían, lo vi acercarse y cuando estuvo cerca fue que pude reaccionar, me giré y avancé solo dos pasos cuando me tomó por la cintura y me levantó, comencé a golpear su brazo para que me soltara, me bajó, giró mi cuerpo hacia él y me dio un puñetazo en el estómago, me saco todo el aire, juro que sentí dolor incluso en la espalda, fue como si me atravesara, antes de que cayera de rodillas, me levantó en sus brazos, escuché a Alejandro gritar por mí, pero no podía hablar ni moverme, ese golpe me tenía con mucho dolor, incluso para respirar.

Me metió en el asiento trasero del auto y comenzó a moverse, no sé cuánto tiempo había pasado, desde que me subió al coche, pero volví a poder respirar sin dolor, me senté y pregunté:

– Miguel ¿Qué estás haciendo? – muy apenas podía articular palabra y sostenía mi abdomen con un brazo.

– Lo que te dije, vamos a estar juntos para siempre.

Nunca tengo idea de lo que está hablando porque nunca sé que está pasando por su cabeza, guarde silencio nuevamente mientras el dolor pasaba, cada vez me dolía menos, trate de abrir la puerta, pero no pude, incluso no tenía los seguros puestos, debía tener el seguro de niños.

–¿A dónde vamos?

– Lejos, lejos de todos, donde nos dejen ser felices.

– Yo soy feliz aquí. Aquí está mi mamá, mis amigos.

–¡Tú mamá y mi familia no quieren que estemos juntos ¿no te das cuenta?! Siempre mal interpretan todo lo que hago, yo solo quería hablar contigo esa noche… sé que perdí un poco el control y… te lastime, pero fue sin querer, lo juro. – el tono de su voz estaba alterado y yo estaba nerviosa, no se me ocurría nada más que tratar de apelar a su poca cordura.

– Si lo que dices es cierto y no querías lastimarme, alejarme así de todos también es hacerme daño. Me golpeaste.

– Fue solo para alejarte de todos antes de poder hablar.

– Ese son el tipo de cosas que se malinterpretan, todos pensaran que quieres lastimarme.

– ¡No! No, yo jamás lo haría, no te lastimaría.

– Entonces déjame bajar.

– ¡NO!

– Tienes que hacerlo, hablemos, pero por favor detente, esto es malo para ti y para mí. Detente un poco y piensa lo que estás haciendo. – Me hizo caso y detuvo el coche, se recargó en el volante y comenzó a respirar hondo, por lo menos parecía que quería tranquilizarse.

– Tienes razón, debo pensar bien – no dije nada, me quedé en mi lugar viendo cómo salir de ahí – Candice ¿tú me quieres? – su pregunta me tomó por sorpresa, me quedé con la boca abierta, pensé en mentirle y decirle que sí, pero creo que sería contraproducente – Candice… – se giró a verme y vi que alguien abrió su puerta, lo tomó por la ropa y lo sacó del auto.

– ¡Ven aquí imbécil! – Dijo Alejandro mientras lo sacaba del auto, le dio un puñetazo en la cara y la sangre comenzó a salir de la nariz de Miguel.




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