Nadie como tú

Epílogo

 

Para la madre de Candice, todo estaba decidido desde el momento en que Miguel salió de la prisión, comenzó a trabajar en ese plan, ella sabía que la vida de su hija corría peligro y para una madre, eso es algo de temer, comenzó a organizar una vida fuera de ahí, buscó ciudades, escuelas para su hija, un lugar pequeño pero que tuviera acceso a todo. El plan contaba con el apoyo de todos, incluido su esposo, a quien había recurrido para pedir ayuda, después de todo, era la vida de su hija de la que estaban hablando.  

Cuando se enteró de lo sucedido en la autopista, en donde nuevamente Miguel había tratado de secuestrarla, en ese preciso momento se puso en marcha todo.

En el pasillo del hospital, mientras Candice y Alejandro hablaban, sus padres también lo hacían.

– Señor, lamento todo esto y si me lo permite, sería bueno que pusiera protección a su hijo, Miguel es un muchacho peligroso.

– ¿Quién es él? – preguntó, le contó todo lo que pudo sin entrar en muchos detalles, solo resalto lo importante.

– … Por eso, es por lo que él es peligroso, nuestros hijos son pareja así que debe tener cuidado.

– Entiendo, pero ¿usted qué hará al respecto?

– Yo ya agoté los medios legales, ahora solo me quedan las otras alternativas así que… nos iremos de aquí. Mi hija aun no lo sabe, quiero sacarla de aquí antes de decírselo.

– Ya veo, lamento que tenga que renunciar a todo por mantener a salvo a su hija.

– No hay de otra – se encogió en hombros – solo espero que ella lo entienda… y también Alejandro. Por favor, no le comenté nada, creo que sería peor si se enterara ahora, ya sabe, son jóvenes.

– Estoy de acuerdo, en ese caso, le aseguro que cuidaré de mi hijo y deseo que ustedes puedan encontrarla tranquilidad que les han arrebatado.

Cuando Alejandro despertó, lo primero que hizo fue revisar su celular, pero justo al tomarlo se apagó, necesitaba cargarlo.

– Papá ¿tienes un cargador?

– En casa. Te va a revisar un médico para saber si te darán el alta – Su padre, quien siempre había sido de pocas palabras lo miraba pensativo – ¿Necesitas que me quedé contigo?

– Claro que no – dijo malhumorado.

Alejandro desesperó, el medico estaba tardando y Candice no aparecía, pensó que tal vez estaba liada con todo el asunto de ayer. Al llegar a su casa se dio cuenta de que otro coche los seguía, del vehículo bajaron 4 tipos vestidos de negro, dos se quedaron en la puerta del edificio y los otros dos, subieron con ellos hasta su departamento.

– ¿Tienes guardaespaldas? – Preguntó curioso

– Son para ti

– ¿para mí? Yo no necesito que me protejan – dijo ofendido.

– ¿Necesitas algo?

– No

–Bien, entonces… Antes de irme, la madre de esa joven me puso al tanto de la situación, por eso decidí contratar seguridad, te acompañarán a la escuela, ya hablé con el director, está al tanto de todo.

– Esto es absurdo.

– Tal vez para ti, pero si la decisión de esa señora fue sacar a su hija de aquí para alejarla de este chico problemático, no creo que sea tan absurdo como dices.

– No sé de que estas hablando.

– Esa chica, tu novia, se fue de la ciudad junto con su madre. – Un mareo repentino desequilibro a Alejandro.

– No es cierto.

– Lo es – conocía a su padre, no estaba mintiendo – tómalo con calma, después de todo, tú siempre estas rodeado de chicas.

Las palabras de su padre le dolieron, pero tenía razón, era la versión que él conocía, no tenía idea de lo mucho que había cambiado su vida después de conocer a Candice. Corrió a su habitación a conectar su teléfono. Espero impaciente hasta que encendió, reviso los mensajes en donde le pedía que respondiera, luego vio las llamadas y escuchó ese correo de voz.

“Hola, te marqué muchas veces, pero supongo que estabas dormido, amm… lamento todo lo que ha pasado con Miguel, lamento mucho que te hayas involucrado, lamento tanto que estés herido por mi culpa. Tengo que irme… y… lo siento, no sé qué más decir. Te amo como a nada y como todo. Siempre, siempre voy a amarte, cuídate mucho. Adiós.”

Desesperado devolvió la llamada, pero, ni siquiera marcaba, entraba directo al buzón de voz. En medio de la desesperación pensó en llamar a Mabel, ella debía saber algo o Gustavo, optó por este último.

– Gustavo ¿sabes dónde está Candice?

– No sé donde está, solo sé que se fueron.

– ¡Pero ¿a dónde?! –Gritó exaltado

– No lo sé, mi mamá solo sabe que se cambiaron de ciudad y yo solo recibí un mensaje de Candice, no sé nada más.

– ¿A qué ciudad? – estaba decidido a irse en ese mismo instante

– Ni idea – golpeó lo primero que se le atravesó

– ¿Puedes investigar con tú mamá?

– Si, le preguntaré.

La mañana del lunes, Alejandro llegó siendo escoltado por sus 4 sombras, era el centro de atención y no precisamente por lo atractivo que era, dos escoltas estaban en la entrada de la escuela, mientras que otros dos estaban en la entrada de su edificio. Lo cierto es que a él le molestaba, pero estaba tan impaciente por ver a Gustavo y Mabel que lo pasó por alto.




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