Sólo un minuto más para que sea el receso. Necesito hablar con Belinda de inmediato. Ella sabrá qué hacer, después de todo, tiene más experiencia que yo en éste tema.
Me siento tan inquieta que ni siquiera puedo despegar la vista de mi reloj. Por favor, en serio, necesito que se mueva.
Justo en ese instante suena la campana. Así que no tardo en levantarme, tomar la muñeca de mi amiga, y prácticamente arrastrarla hasta un rincón donde no puedan oírnos.
Nada más tardamos algunos segundos, ya que sólo la llevé cerca del estacionamiento, donde es más seguro para hablar.
- Entonces, ¿qué pasó? – pregunta emocionada.
- Nada – contesto.
- ¿Cómo que nada? ¿No habíamos quedado en que anoche lo verías? ¿O es que estás pensando en pasar todo el fin de semana juntos? – me sonríe -. Quien te viera. Seguro que no estarán tus padres – suelta un suspiro -. Que suerte la tuya.
- Sí, nos vimos, pero no pasó nada porque no se dio el momento. Incluso me dejó en mi casa temprano. Y aunque tienes razón, no van a estar mis papás, no sé si sea buena idea.
- ¿Por qué no lo sería?
- Porque no creo estar lista. Digo, yo sé que muchos lo hacen. Tú lo has hecho – ella afirma con la cabeza -. Pero… no sé. Sobre todo ahora que se ha estado comportando así conmigo.
- Sabías que eso podía pasar, después de todo, llevan como dos años juntos. Cualquiera ya lo hubiera hecho mucho antes que eso.
- Lo sé…
- Y no es que no hayan tenido oportunidades. ¡Por dios, Kate! Tus padres viajan constantemente. Te dejan la casa sola para ti. Sin ninguna supervisión – levanto las cejas ante ese comentario -. El que vayas con tu vecina por si necesitas algo no es una supervisión.
- Eso si – digo renuente.
- Cualquiera en tu lugar lo aprovecharía. Y él seguro que siempre ha deseado hacerlo.
- No sé. Ya prácticamente nos la pasamos peleando. Por más que trato de darle por su lado para estar en paz, terminamos discutiendo. No sé qué es lo que le pasa.
Me siento frustrada por la actitud que ha tenido últimamente Miguel. Ya no es el chico lindo y atento de antes. Pero lo peor de todo, es que siento que en cualquier momento terminará conmigo. Y es algo que no quiero.
Hemos estado juntos desde hace casi dos años, siendo amigos un poco antes de eso.
Él fue muy atento desde que entré a ésta preparatoria, a pesar de no conocer a nadie. Me presentó a sus amigos, los cuales ahora son los míos; todos excepto por Beli, a quien encontré por mí misma, gracias a nuestro gusto por el dibujo.
No puedo perderlo.
- Mira – pone la mano en mi hombro -, te puedo asegurar que, una vez por fin te hayas acostado con él, estará comiendo de tu mano. Confía en mí – me guiña el ojo.
Ella tiene razón.
Lo más seguro es que, después de tanto tiempo, se haya cansado de esperar.
Es lógico, todos lo hacen. ¿Por qué nosotros no? Ya hemos estado juntos por demasiado tiempo. Lo más natural es que lo hagamos.
Si.
Definitivamente lo haremos.
- Ok – asiento decidida -. Tienes razón.
Belinda se emociona tanto que hasta da un brinco. Casi parece que me hará alguna de las rutinas que ensayaba con su equipo de porristas, lo cual sólo me hace reír.
- Vas a ver que todo se va a solucionar.
- Bien. Te creo – ahora con mejor humor, aunque no menos nerviosa -. Ahora el punto es… ¿cómo diablos lo voy a hacer?
- ¿Cuándo se van tus papás?
- Esta tarde. Luego de que comamos.
- Bien – sonríe satisfecha -. Sólo tienes que hacer planes con Miguel. Vayan a cenar o algo así, ya tú sabrás. Luego, cuando te lleve a tu casa, lo invitas a pasar.
- ¿Y cómo qué le digo?
- ¿En serio Kate? – pone las manos en la cintura -. ¿No se te ocurre nada para hacerlo? ¿Acaso no ha entrado antes o qué?
- Pues sí, pero… no para quedarse.
- Pues si te da tanta pena, no se lo digas. Al final él lo descubrirá.
- Bien. Entonces sólo le digo que pase, ¿y luego? ¿Cómo comienzo?
- Le sirves algo de tomar – sigue con sus instrucciones no antes de ponerme los ojos en blanco -. Lo importante es que se siente en el sofá, luego tú te sientas con él. Empiezan a hablar. Después se besan. Y poco a poco vas avanzando. Así como cuando has dejado que llegue a segunda base.
- Ni siquiera creo que lo que hemos hecho se le pueda llamar segunda base. Apenas si lo he dejado que me toque el trasero sobre la ropa.
- Bueno, pues algo así, sólo que esta vez no lo vas a detener. Ya él se encargará de lo demás.
- Entonces sólo dejo que él se encargue de ahí en adelante – repito más para mí que para ella.
- Exacto.