- Esta noche en casa de Mario, ¿te apuntas? – dice Ricardo, apenas acabaron las prácticas de fut.
- No creo – me limpio el sudor de la cara con la camiseta -. Tengo planes con Kate.
Antes de que acabaran las clases, Kate me había dicho que quería que saliéramos hoy al cine, a lo que dije que estaba bien.
Soy afortunado de tener una novia que tenga gustos similares a los míos en cuanto a películas. Jamás he sufrido yendo a ver algún drama o romance como muchos otros.
Por lo que estaba más que dispuesto cada vez que ella proponía que fuéramos.
- Kate esto. Kate el otro. Kate. Kate. Kate – dice Mario mientras se acerca con otros del equipo -. ¿No te cansas de andar bajo sus faldas? Bueno – ríe un poco -, eso sería de forma figurativa, ya que bien sabemos que no has podido ver que hay bajo las faldas de santa Kate.
Ricardo tuvo que detenerme antes de que me le fuera encima a ese idiota.
Estoy cansado de que siempre me moleste con la falta de acción que tiene mi relación. Todo porque, idiota de mí, no tuve precaución de asegurarme que nadie me oyera cuando se lo contaba a Ricardo.
Al menos no llegó a oídos de Kate. Sé que si se entera se me armará una buena.
Desde entonces, Mario no deja de molestarme con eso.
Estoy harto.
- ¿Acaso me equivoco? – voltea a ver a sus amigos detrás de él quienes sonreían -. ¿No acabas de decir que no quieres ir a mi casa porque tienes planes con tu noviecita?
- ¿Crees que preferiría estar contigo que con ella? ¿En serio? ¿Quién cambiaría pasar el rato con una hermosa chica, sólo para ver tu horrible cara?
- Si eso piensas – inclina la cabeza -. Claro, que si prefieres ir con ella mientras tus bolas se mantienen en tus pantalones, cuando nosotros disfrutamos de la buena compañía que llegará a mi casa… – se encoge de hombros -. Es decisión tuya.
- ¿Compañía?
- Si. Algo que bien que necesitas.
Lo pienso por un momento. Porque, vaya que lo necesito. He sufrido la abstinencia a la que me ha sometido Kate.
Disfruto de menos acción desde que tengo novia, cuando se supone que debería ser lo contrario.
Claro que quiero a Kate, pero también necesito desahogarme con algo más que no sea mi mano.
Tal vez, si sólo lo hago en esta ocasión, sea más fácil el celibato que seguiré teniendo hasta que ella se decida.
- Bien. Yo les caigo de rato.
- Ahí te vemos – dice dándome una palmada en la espalda al pasar delante de mí.
- ¿Estás seguro? – pregunta Ricardo, una vez nos quedamos solos -. Si se entera Kate, te matará.
- Ella no tiene porqué saberlo. ¿Cuántas fiestas de ese tipo ha hecho Mario?
- Un buen – resopla -. Demasiadas como para llevar la cuenta.
- Exacto. ¿Y cuántas de esas se han enterado las chicas? – él asiente entendiendo mi punto -. ¿Lo ves? Todo saldrá bien.