Nadie como Tu

Capítulo 5

Este lunes ha sido eterno.

Podía sentir como todos mis compañeros me observaban detenidamente, tratando de ver en qué momento caería y me pondría a llorar. Pero lo que no sabían, es que ya había gastado todas mis lágrimas el fin de semana.

Una vez me fui de casa de Mario, empecé a recibir las llamadas de Miguel incluso antes de llegar a mi casa. Las cuales continuaron hasta que decidí apagar el celular, pensando que si mis papás querían comunicarse conmigo, bien podrían utilizar el teléfono de la casa. Gracias a que jamás hablé con Miguel con ese teléfono, es que lo dejé conectado, o de otra forma, me hubiera arriesgado a estar incomunicada, al menos, por esa noche.

A pesar de la insistencia de Belinda en quedarse conmigo, le pedí que me dejara sola por esa noche.

Estaba tan desilusionada. Tan… herida. Que sólo quería tirarme en mi cama y no pensar.

Y así lo hice.

Beli llegó al medio día, después de que le confirmara que estaba bien que fuera. Así que esa noche se quedó.

Hablamos de todo. De cómo me sentía. Saqué mi frustración, me desahogué, lloré y me enojé. Y al final, terminé tan cansada pero más relajada de lo que imaginé.

Así que fue fácil para mí creer que estaba lista para enfrentar el lunes.

Que equivocada estaba.

Tuve que esquivar en varias ocasiones a Miguel, que seguía terco en hablar conmigo, así como enfrentar una que otra cara sonriente de algunas chicas de mi salón, cuando nos vieron en este estúpido juego del gato y el ratón.

Lo único bueno es que ya sólo faltan unos minutos para que termine la escuela por hoy, los cuales parecen nunca llegar, y con esto irme de vuelta a mi casa donde mis papás me deben estar esperando, ya que su avión llegó a las 11 a.m.

Sólo un minuto más.

Pienso viendo mi reloj.

Suena la campana.

Me agacho para tomar mi mochila, donde había guardado todos mis útiles desde hace un rato, y de inmediato voy a la salida.

Estoy tan enfrascada en llegar a mi auto antes de que me puedan alcanzar, que no miro por donde voy hasta que topo con alguien.

- Deberías fijarte por donde vas – dice una voz un poco familiar.

- ¿Qué se supone que haces aquí? – le pregunto molesta aun sabiendo que no tengo razón, pero estoy tan alterada que me importa muy poco.

- Supongo que lo mismo que tú – dice apoyándose en la esquina de la pared del pasillo que da al estacionamiento, que es justo en donde quiero estar -. ¿O es que acaso olvidas que estudio aquí?

Cómo olvidarlo.

Alex es de esos chicos del que casi toda la escuela sabe quién es, aunque él jamás haya cruzado palabra con la mayoría de ellos. En especial, las chicas.

Es tanta su popularidad con el género femenino, que no hay alguna que no haya suspirado por él en algún momento. Eso incluye a mi amiga Belinda.

Y bueno.

Tal vez alguna vez me llamó la atención, o así.

Claro que eso fue cuando recién entré a esta escuela y todavía no salía con Miguel.

Pero eso es historia pasada.

- Si tú lo dices – trato de pasarlo de largo.

- Vaya, sí que te dio duro – dice en tono burlón.

- No sé de qué hablas – a pesar de que una cosa dentro de mí me dice que es mejor irme, no estoy dispuesta a dejar que piensen, o sepan, que efectivamente la estoy pasando mal. Es algo así como mantener mi orgullo.

- Pues serías la única – dice después de resoplar -. Porque sé muy bien que no pocos están enterados acerca de cierta fiestecita que no salió del todo bien para algunas personas.

- ¿Ah, sí? No sabía que asistías a esas reuniones.

- No. Yo no voy. Eso déjaselo al equipo de tu novio – simula arrepentirse de haber dicho algo que no debía -. Lo siento. ¿Debería decir, exnovio?

No sé bien los detalles, pero alguna vez Miguel me comentó que Mario y él no se llevaban muy bien. Que por lo que veo, ésta animosidad abarca a todo el equipo, incluso sus respectivas parejas. O exparejas, en mi caso.

- Eres un idiota.

Lo malo, es que había gastado el tiempo discutiendo con Alex, que di la oportunidad a Miguel de alcanzarme.

- ¡Kate! – llama Miguel, casi llegando a nosotros.

- ¡Demonios! – me quejo -. Sólo esto me faltaba – sé que aunque siga mi camino, no voy a poder evitarlo.

- Vamos – es Alex, frente a mí, quien habla, tomándome del brazo.

- ¿Qué? – pregunto inútilmente, ya que de todas formas camino con él.

- Sólo sigue avanzando.

- Kate – Miguel nos alcanza -. Quiero hablar contigo.

- Hazlo – le dice Alex sin despegarse de mi lado, lo cual seguía dejándome perpleja.

- Es algo que necesito hablarlo con ella. Sola.



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En el texto hay: traicion, amor, dudas

Editado: 07.12.2022

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