- ¿Por qué esa cara hombre? – pregunta Ricardo.
- ¿Y todavía me lo preguntas?
- ¿Tan mal van las cosas? – frunce el ceño.
- Dímelo tú. Kate ni siquiera me ve. Incluso me enteré que salió con el tarado ese. Y por si no fuera suficiente, Karen no deja de preguntar acerca de nosotros.
Éste fin había sido un desastre. Justo cuando salía con Karen, Rigo tuvo “la amabilidad” de avisarme que vio a Kate con el tarado entrando al cine.
Por supuesto eso me puso de un humor de perros, algo que no le pasó desapercibido a mi acompañante.
Me tomó toda la paciencia, que incluso ni siquiera sabía que tuviera, no terminarle gritando cuando comenzó con sus preguntas de “¿qué tienes?”, “¿qué te pasa?”, “¿por qué estás tan callado?”.
Sólo quería dejarla ahí mismo, para ir por Kate y romperle la cara al tarado.
Antes sólo no soportaba lo idiota que era, tanto, que fue una de las razones del porqué escogí a Karen, su prima, para salir. Sé que tienen muy buena relación entre ellos, por lo que sería vengarme un poco por quitarme la oportunidad de estar con Kate, aunque fuera para hacer una tarea.
Pero nada estaba saliendo como se suponía que sería.
El tarado no parece molesto por mi elección de cita, sino que sale con mi novia.
- Esto fue una mala idea – meneo la cabeza, cansado por esta situación.
No puedo creer que sólo un error me costara tanto.
- No te apresures…
- ¿Apresurarme? - pregunto con incredulidad -. Llevo casi un mes con esto y no ha servido de nada – le aclaro disgustado.
- Si, lo sé. Pero espera un poco más – me rasco la cabeza, sin saber qué hacer -. Mira, éste fin hay fiesta en casa de Jaime. Vas ahí con Karen, que Kate te vea, y así sabremos cómo se pone.
- Como te dije, llevo casi el mes saliendo con ella. Es un hecho que Kate lo sabe.
- Si. Pero no los ha visto juntos.
Lo pienso por un momento.
Recuerdo cómo me sentí al verla con el tarado en el laboratorio, muy amistosos. Bien podría regresarle la moneda.
- Puede ser – ahora estoy más convencido de hacerlo.
- Y más te vale que te vea todo cariñoso con ella.
- Por supuesto – sonrío por primera vez en días, con el ánimo mejorado.
- …Es que si lo hubieras visto – Belinda sigue suspirando después de la salida con Dante -. Platicamos por horas. Me contó que él vivió aquí cuando era pequeño hasta que su madre murió – ambas hacemos una mueca ante ello. Ninguna podía imaginarse lo que sería perderlas -. Incluso me llevó a ver la casa. Luego del accidente, se mudó con su papá fuera del país por cinco años. Y regresaron aquí.
- ¡Vaya! Sí que platicaron.
- Si – asiente -. Él es increíble.
- Al paso que van, no me sorprendería que pronto me salieras con la noticia de que ya son pareja – sonrío ante la cara soñadora que ha mantenido desde que la vi.
- Y yo que quería sorprenderte – se queja.
- ¿Cómo? – la observo, notando que vuelve a sonreír, victoriosa -. ¿Ya?
- Si.
- ¿Tan pronto? Pero si apenas salieron.
- Dos citas. No necesito más para saber que me encanta.
Luego de que acompañáramos a Beli en su cita del sábado, ésta se las ingenió para salir con él nuevamente, el domingo.
- No sé – pensando que podría esperar un poco más.
- Pensé que te gustaba.
- Si. Pero, Alex dijo algo que me dejó pensando.
- ¿Ahora haces caso de lo que Alex dice?
- Es cierto – hago seña de que no importa -. No me hagas caso…
- ¿Qué es lo que Alex dice? – pregunta Maggie, parándose frente a nosotras, con un par de sus amigas.
Su actitud no augura nada bueno.
- Hola Maggie – le contesta mi Belinda -. No sabía que te gustaba escuchar conversaciones ajenas.
- Todo lo que involucre a mi Alex, me incumbe.
A diferencia de mi amiga, quien se ríe de su comentario, me preocupo. Soy una persona pacífica, lo último que me gustaría es verme involucrada en una pelea de gatas.
- Pues aunque te moleste – si bien le contesta a mi amiga, es a mí a quien observa -, él está conmigo.
- Ok – contesto encogiéndome de hombros. No iba a involucrarme en los asuntos que tuvieran esos dos.
Tomo de la mano a Belinda, lista para irnos, solo que Maggie parece tener otros planes, ya que nos lo impide.
- ¿Me permites?
- Supe que saliste con él el sábado – dice, ignorando mi petición.
- Aja – contesto indiferente.