- ¿Aún no te arreglas? – pregunta Belinda apenas le abro la puerta.
- Hola a ti también – digo mientras ella entra sin siquiera hacerme caso.
- Apúrate, que no quiero llegar tan tarde.
Hoy hay fiesta en casa de Jaime, y toda la preparatoria piensa ir.
Excepto yo.
Desde la pelea del lunes, siento como si todos ellos volvieran a poner su atención en mí, como cuando recién terminé mi relación.
Belinda decía que sólo era mi paranoia, pero sea ésta o no la que me hace percibir todo eso, no pienso exponerme más de lo indispensable.
Al menos Maggie me dejó en paz, y no volvió a acorralarme. Claro que ya no es necesario, después de todo, Alex y yo no nos hemos vuelto hablar desde entonces.
- No pienso ir.
- Kate – me toma por los hombros -, no vas a dejar que todas esas estupideces que dijo Maggie te afecten. Al menos, no le des el gusto. Así que ve – casi me lleva a rastras mientras subimos las escaleras -, toma un baño, que yo saco lo que vas a ponerte.
Ya que mis padres habían salido de viaje desde el jueves, no tuve que preocuparme por poner buena cara, por lo que, apenas llegué de la escuela, me puse una pijama cómoda.
Tenía cita con una variedad de frituras y una película.
Bueno, ese era el plan, antes que interviniera Belinda.
- Está bien – me deshago del brazo con el que me acarrea -. Ya voy, ya voy.
Pasan de las 11 y sigo sin divertirme.
Belinda ha intentado animarme, pero aunque le sigo la corriente, por dentro no estoy a gusto.
Ni siquiera el par de cervezas han ayudado.
Siento como si alguien me estuviera viendo, por lo que me giro a la derecha donde hay algunos chicos bailando, y noto que es Maggie, quien sonríe al darse cuenta que la observo restregarse contra el cuerpo de Alex.
Rehuyendo. Sí, es obvio que le rehúye de a madres.
Incluso resoplo.
Dejo de mirarlos cuando ella le dice algo al oído.
Estoy cansada, por lo que es mejor que me vaya. Y así le pienso decir a Belinda antes de que ésta no me deje pronunciar ni una palabra, a la vez que me lleva hacia un rincón cerca de la entrada a la cocina, donde hace unos momentos me había dicho que iría.
- Aquí está lo mío – dice Jaime a la vez que entrega unos cuantos billetes a Mario.
- Eso les pasa por apostar contra mí.
Mario estaba rodeado de sus amigos en la cocina, junto a las bebidas, lo cual no era de extrañar; pero Belinda insiste, con señas, que nos quedemos a escuchar en silencio.
- Jamás pensé que Kate se animara a venir siendo tan tarde – es Rigo quien habla ahora -. Después de la cara que pusiste cuando te preguntó por Miguel, no sabía si querías que le dijera o no donde estaba – se ríe.
- Tenía que verme creíble.
- Pues vaya que lo hiciste – dice otro que no logro identificar, ya que estaba fuera de mi panorama.
- ¿Cómo no tuve mi celular a la mano para grabarlo persiguiendo a Kate? – se queja Mario -. Era patético.
Una chica pasa delante de nosotros, por lo que no nos queda más que irnos antes de que se den cuenta.
- ¿Ves? – dice Belinda, cuando estamos a salvo de que alguien nos oiga -. Todo es culpa del idiota ese.
- Siempre le dije a Miguel que tuviera cuidado con él – me cruzo de brazos, todavía molesta por cómo nos manipuló -. Nunca me gustó.
- Deberías contárselo a Miguel.
- Ya no tiene caso – niego con la cabeza -. Incluso ahora sale con Karen, así que, ¿de qué serviría?
- Pues para que se dé cuenta de la clase de “amigos” que tiene.
- Eso si – estoy indecisa.
- ¡Anda! Ve y dile – me anima -. No dejes que ese idiota se salga con la suya.
Asiento antes de tomar una bocanada de aire, y dirigirme hacia donde acababa de ver a Miguel con Ricardo.
No tengo idea de con cuanto tiempo dispongo, ya que sé que llegó con Karen, quien, seguramente, no estará muy lejos.
Estoy a unos pasos de ellos cuando me doy cuenta que, a pesar de que todo fue una treta de Mario, eso no quitaba que Miguel me engañó.
Él tomó esa decisión por sí mismo.
- ¿Y cómo van las cosas con Karen? – la voz de Ricardo me saca de mis pensamientos.
- Mejor de lo que creí – contesta su amigo -. Hemos descubierto que tenemos tanto en común. Jamás me lo hubiera imaginado.
- ¿En serio?
- Si. Ella es increíble.
Es suficiente.
No tiene caso hablar con él ahora cuando se está divirtiendo con su nueva novia.
Ni siquiera sé si valdría la pena. Bien podría pensar que sólo hablo por despecho.