Cuando vamos de camino a casa de Kate, suena su teléfono.
- ¿Bueno? – pregunta luego de varios intentos de tratar de contestar.
Habíamos estado en silencio desde que la subí a mi auto casi a la fuerza.
La muy tonta me había dicho que ella podía irse sola cuando le dije que nos íbamos. Como si fuera a dejarla partir con alguien que bien podría terminar por aprovecharse como el tipo con el que bailó.
Que, por cierto, no me quedé con las ganas de madrearlo. Es lo único que me tiene con un ánimo decente.
Así que no me quedó más remedio que tomar otras medidas, a lo que tuvo que terminar cediendo.
- Voy a mi casa – escucho que dice Kate -. No. Estoy bien. No. Bye – cuelga.
Al menos ahora se entiende un poco mejor lo que dice.
Regresa el silencio al auto.
- Gracias – oigo que dice cuando nos paramos frente a su casa -. Y siento haberte causado tantos problemas.
- De nada. Para eso están los amigos, ¿cierto? – asiente. Cuando la veo que está a punto de salir -. Espera, deja te ayudo.
Salgo, doy la vuelta y la ayudo a incorporarse. La llevo hasta la puerta donde le pido las llaves. Luego de ver las dificultades que tuvo con el celular, dudo que le vaya mejor con la puerta.
- Listo – digo al abrir -. ¿Crees que tendrás problemas con tus papás? – me recargo en el marco.
No puedo evitar preocuparme por no llamar la atención de su familia, pero al mismo tiempo, no quiero que termine cayéndose por no ayudarla.
- No. Están de viaje. Ellos siempre están de viaje.
- Ah.
Por lo menos ya no hay de qué preocuparse por algún reclamo, pero no parece buena idea que esté sola en esas condiciones.
- Deberías llamar a Belinda para que se quede contigo. ¿Sabes? – digo recordando lo de hace unos momentos -, mejor lo hago yo.
- Voy a estar bien.
- No puedes quedarte sola.
- No me pasará nada – dice mientras entra, por lo que la sigo.
- Si no la llamas, entonces me quedaré yo – la amenazo, sabiendo de antemano que preferirá cualquier cosa antes de que yo me quede.
- Haz lo que quieras – contesta con un encogimiento de hombros, dejándome impactado.
Esta noche me sorprende cada vez más.
Camina hacia las escaleras, lo cual no permito.
- Mi habitación está arriba.
- Entonces te llevo yo.
Me inclino y la levanto entre mis brazos. Ella parece un poco desconcertada, pero me deja hacer.
- La del fondo – indica.
Cuando la dejo sobre sus pies, ella sólo se quita los zapatos y se recuesta, quedando boca arriba.
- Todo se mueve – se queja, incluso gime.
- Pon un pie en el suelo, eso ayudará.
- Ok.
Esta Kate parece muy obediente.
- Te ves horrible – ríe un poco, al verme sentarme en un sillón, cerca de su cama.
- Bueno, gracias – digo con sarcasmo.
- Oh, vamos. Tú sabes que eres muy guapo, aunque estés todo golpeado.
- ¿Ah sí que te parezco guapo?
Esta versión de Kate me gusta cada vez más.
- Bien sabes que si – suspira, volviendo su mirada al techo -. Estaba loquita por ti.
- ¿Qué? ¿Cuándo?
- Cuando entré a la escuela.
- Entraste en segundo, ¿verdad?
- Si.
- Pensé que desde que llegaste estabas con el imbécil – se ríe.
- “El imbécil” – vuelve a reír, sabe bien que lo llamo así -. Pero no. Al principio no. Sólo éramos amigos.
- Y estabas loquita por mí – sonrío.
- Pero luego vi cómo cambiabas de chica una y otra vez, así que dejé de hacerlo.
- Ah – de alguna forma, el advertirme desde esa perspectiva, no se siente muy halagadora.
- Incluso llegué a envidiar a Maggie – ríe.
- Debes estar bromeando.
- En serio. Ella parecía ser la que más tiempo duraba contigo. Así que… - se encoge de hombros como puede, estando tumbada -. Luego Miguel se portó muy lindo conmigo, y acepté ser su novia.
Me molesta el pesar que escucho en su tono. Es como si deseara volver el tiempo a cuando estaban juntos.
- Dime la verdad. ¿Por qué tomaste así? ¿Fue por él? – después de todo, el imbécil había estado en la fiesta con Karen.
- No lo sé. Yo sólo me sentí muy sola.
Guardamos silencio, pero esta vez no se sentía como en el carro. Ahí era porque no sabíamos qué decir, en cambio ahora, es como si meditáramos lo que se había dicho.