- Hola – dice Alex cuando me topo con él en el receso.
- Hola – no sé si mi sonrisa parece exagerada, por lo que trato de moderarla.
- ¿Qué tal tu fin?
- Bien. Después de que se me pasara la cruda, de lo cual debo agradecerte – me guiña el ojo -, todo estuvo tranquilo. ¿Y qué tal tú? Supongo que saliste con alguna de tus amigas.
No tengo idea de porqué dije eso. Ni siquiera quiero saber si lo hizo.
- Este fin no – dice después de reír -. Esta vez sólo con amigos.
- Ah – es lo que digo mientras que por dentro estoy sonriendo.
- ¿Y cómo te fue con el imbécil luego de que le contaras lo que oíste? – me pregunta después de un momento. Si no lo conociera mejor, pensaría que no estaba muy seguro de hablar sobre el tema, a pesar de la sonrisa que me dio al referirse a él con el calificativo de siempre.
Supongo que teme que me ponga a llorar o algo parecido.
Aunque después de algunos de nuestros encuentros, no era de extrañar.
- No se lo he dicho. Ni siquiera sé si debería hacerlo.
- ¿Por qué no? ¿Es porque está saliendo con Karen?
- En parte. Por un lado, no tiene caso hablar de algo que ya pasó. Y, no es como si el que nos hubieran puesto una trampa borrara el hecho de que él fue el que decidió engañarme.
- Tienes razón.
- Pero por otro lado…
- Así que hay un pero – sonríe.
- Si. Tal vez debería decirle, sólo para que tenga cuidado con Mario. Él no es de fiar, y con esto lo ha demostrado.
- Yo digo que deberías dejar que esos dos se arreglen solos.
- No lo sé.
- Como quieras – resopla -. Aunque, pensándolo bien – sonríe de forma sospechosa -, bien podrías decirle de una vez. Así nos evitamos ver su cara este fin de semana. En el rancho de Mario, ¿recuerdas? – explica al ver mi desconcierto -. Que este fin todos vamos a su rancho.
- Cierto – digo al caer en cuenta.
Lo había olvidado.
Desde hace más de un mes habíamos planeado, de forma democrática, que haríamos una especie de pre-graduación antes de terminar las clases. Donde fue Mario quien ofreció un rancho que tiene no muy lejos de la ciudad.
Sólo que ahora no sé si sea buena idea ir luego de lo que descubrí el sábado. Después de todo, Mario es el dueño del lugar.
- No me digas que no vas a ir.
- Necesito recordárselo a mis papás. Dudo que se acuerden.
- Si quieres, yo puedo ir por ustedes.
- Eso estaría bien – digo olvidando mis reticencias -. Belinda no me ha dicho nada, pero seguro que irá.
- Bien. Nos ponemos de acuerdo – responde luego de que algunos de sus amigos le hacen señas de que los alcance.
- Ya te vi – es Belinda, quien llega por mi espalda, hablando de forma melosa.
Pongo los ojos en blanco al ver su gran sonrisa.
Luego de que se fue Alex de mi casa el sábado, le confesé a mi amiga que me gustaba.
No como el ciego enamoramiento que tuve cuando llegué a esta escuela, no. Era algo diferente. Ahora lo conocía un poco mejor. Y no sólo por lo que me decía, sino por la forma en que me ayudó; ya fuera porque lo quisiera o que las circunstancias no le dejaron otra.
Pero realmente estaba sintiendo algo por él.
Incluso admití que gran parte del motivo por el que tomé de más fue porque me daba rabia, y sí lo sé, celos de que estuviera con Maggie.
- Sólo estábamos hablando.
- ¿De qué?
- Me preguntaba si voy a ir a lo Mario – cuando veo a mi amiga emocionarse -. Y antes de que pienses otras cosas, también preguntó si tú lo harías.
- Ah – ahora parece un globo desinflado.
- ¿Qué?
- No creo que vaya a ir.
- ¿Por qué? Pensé que no habría problema con que te dejaran tus papás.
- No es por ellos. Es que Dante dice que apenas si nos vemos. Y quería que este fin estuviéramos juntos.
- Pueden verse otro día.
- Él ya había hecho planes para nosotros.
- ¡Vamos Beli! Tienes que ir – al no verla convencida, insisto -. Estamos a punto de graduarnos, y ustedes se ven casi que todos los días. Yo soy la que debería de quejarme. Me has abandonado mucho. ¿Qué voy a hacer allá sin ti?
- Alex bien podría distraerte – alza las cejas varias veces logrando que me ría.
- Eres una tonta. Anda vamos – le pongo una cara triste -. No me puedes abandonar.
- Ok, ok – pone las manos en alto -. Hablaré con Dante.
- Vas a ver que él entenderá – digo sonriente, golpeando mi cadera contra la de ella.
- Con más cuidado – hace una mueca, mientras se soba un poco el lugar donde le empujé.