- ¿Qué haces? – pregunta mi prima al acercarse a la mesa.
Los demás estaban con otras chicas, pero yo había preferido quedarme atrás.
- Disfrutando de la fiesta, ¿qué no ves?
- Lo que veo es a mi primo favorito, sentado aquí solo, tomando demasiado. Por cierto, ¿cómo las metiste? – señala los cartones que tengo a un lado de mi silla.
- Los chicos – me encojo de hombros, a desgana.
Niega con la cabeza y toma asiento a mi lado.
- En lugar de estar aquí, deberías ir a hablar con Kate.
- Ya lo intenté demasiadas veces.
- Pues vuélvelo a hacer.
- No tiene caso. Aparte ya se fue.
Cuando vi que salía, la seguí, sin importar que el imbécil estuviera con ella. Pero algunas cosas de las que nos dijimos me dieron esperanza de que ellos no estaban juntos. Y, de ser así, era más que obvio que no se debía a él. Por lo que sólo podía significar que ella era la que no quería.
Así que lo intentaría una vez más.
Por un momento pensé que los perdería de vista. No fue así.
Estaban ahí afuera, besándose.
Había perdido.
Aunque deseaba arrastrar al imbécil lejos de ella, de nada serviría. Después de todo, fueron la pareja perfecta, ¿no?
Ya había visto suficiente.
Me di la vuelta y regresé al interior.
- Debiste haberla seguido – Karen no desiste.
- Karen. Ella está con ese imbécil. No tiene caso insistir.
- ¿Cómo lo sabes?
- Lo sé – la amargura en mi voz es notable.
- Pues ella es una tonta por aceptarlo – dice de forma digna -. Cambiarte a ti por ese… imbécil. De verdad que no está pensando.
Me río antes de abrazarla.
- Por eso me agradas – la suelto -. Tú sí que sabes que es lo bueno – le guiño el ojo -. Aunque sigue sin agradarme el tipo de compañía que vives rondando.
- Me voy – anuncia después de hacerme una mueca por esto último -. Parece que tu ego se ha recuperado.
- Un poco – le sonrío.
- No hagas ninguna tontería – me señala con el dedo.
- Sólo las de siempre.
Se va negando con la cabeza.
Nada en la fiesta parece animarme. A fin de cuentas, ni siquiera tenía muchas ganas de venir. Por lo que decido irme.
Estoy a unos pasos de la salida cuando Maggie aparece.
Lo último que me faltaba.
- Así que vuelves a dejarme – dice cruzada de brazos.
- No empieces. Lo que menos necesito es escuchar tus dramas – inclino la cabeza como si me pesara -. Ni siquiera venimos juntos, no tienes nada qué reclamarme.
- No lo iba a hacer – parece dolida, pero conociéndola, bien podía tramar algo.
- Eso sería una sorpresa – alzo las cejas.
- ¿Por qué me tratas así Alex? ¿Crees que me agrada que todos vean que no soy nada para ti?
- ¿Y por qué me sigues persiguiendo?
- Porque te quiero. ¿Por qué más?
- Te dejé las cosas claras desde un principio. No quería nada serio y tú lo aceptaste.
- Sí. Y aguanté. Soporté que estuvieras con otras porque, de todas formas, estaba contigo – suspira derrotada -. Sé que no parece muy inteligente por mi parte, pero no encontraba otra forma – me mira dolida -. Y luego decides cambiar, por Kate. Ella nunca hizo nada por ti.
Jamás la había visto así.
No es la Maggie que siempre me da la lata por buscar mi atención, ni la chica divertida con la que la pasaba bien. Ésta era otra cara que nunca había visto.
Fuera de cualquier pretensión. Sólo ella.
- Lo siento – parece una palabra inútil, pero no tengo otra.
- Lo sientes – se burla -. No sirve de nada.
- De verdad no debí tratarte de esa forma. Pero como te dije, tú fuiste la que pensó otra cosa, yo jamás te dije algo para que lo hicieras. Y la relación que tenía con Kate era algo aparte, y tú la arruinaste.
- Deberías agradecerme – vuelve un poco de la Maggie que conozco -. Después de todo, sólo apresuré lo inevitable. Entiéndelo Alex. Ella siempre lo ha querido. Sólo era cuestión de tiempo que esos dos regresaran.
Ante esas duras palabras. La esquivo y me largo.
No tengo nada más qué hacer aquí.