Si estuviera en Florida…
Me repito por… ya perdí la cuenta.
Sé que si quisiera pudiera ponerme en contacto con mis amigos, pero ni siquiera tenía ánimos para eso.
Llamo a Karen antes de darme cuenta que lo hago. Sin idea de lo que voy a decirle. Tal vez quiera hacer algo, o simplemente pasar el rato. Pero no contesta.
Suspiro.
¿A quién quiero engañar?, sé bien lo que me gustaría hacer.
Vuelvo a observar el mensaje que me envió Belinda del lugar, incluso la ubicación de donde sería lo de Kate.
Sé que es una tontería pensar en ir. Si. Entonces no entiendo por qué me visto justo para ello.
Tomo las llaves del auto, y después de avisarle a mis padres que al rato vuelvo en un grito, salgo de mi casa rumbo al “Calixto” que es como se llama el antro a donde han ido.
- ¿Qué estoy haciendo? – me pregunto, aunque sigo sin tener respuesta.
Me detengo en la barra y pido una cerveza. Primero voy a observar un poco y después decidiré qué hacer.
Rastreo el lugar con mis ojos, esperando verlos. Pasa un par de minutos antes de que localice a Kate, la cual está encantada yendo a la pista de la mano del imbécil.
Pero qué esperaba ver. ¿Que no se llevaban bien? ¿Qué después de verme el otro día las cosas serían diferentes?
El que le dirigiera la palabra esa vez, a diferencia de todas las que lo evitó, no significaba que cambie algo entre ellos.
Lo sabía. Y, aun así, quise venir.
Supongo que después de esto todo queda claro.
Una vez pago mi consumo, me voy.
Apenas entro a mi auto, escucho mi celular.
Es Karen.
Pero ya no tengo interés en hacer algo, por lo que no respondo. Ya inventaré alguna excusa para ella.
Nos despedimos en el estacionamiento.
Aún sigo decepcionada de que Alex no se haya presentado a pesar de que me lo esperaba.
Tanto Belinda como Karen quisieron animarme, hasta me prestaron a sus novios para que bailara una que otra vez.
Y yo que creí que las estaba engañando haciéndoles pensar que estaba bien.
Me voy con Belinda y Ricardo, quienes me llevarán a casa.
- ¡Ánimo! – me dice Belinda poniendo su brazo sobre mis hombros -. Es tu cumpleaños.
- Estoy bien – al ver su escepticismo continuo -. Gracias por la fiesta.
Va a contestar cuando se escucha un golpe cerca de nosotros.
Sólo logro ver que Ricardo está tirado sobre la acera, y no entiendo por qué, hasta que, al levantar la mirada veo a Dante, el ex de mi amiga, nos apunta con una pistola.
- ¿D-D-Dante? – dice mi amiga igual de sorprendida que yo.
- Hola cariño – sonríe.
Belinda parece apenas darse cuenta de que Ricardo está inconsciente a nuestros pies, por eso tarda en acuclillarse junto a él.
- Levántate – le ordena Dante mientras que ella sigue tratando de que Ricardo reaccione -. ¡Que te levantes!
- ¿Qué quieres? – pregunto tratando de quitar la atención sobre mis amigos.
- Sólo vengo por mi novia – me dice como si fuera de lo más normal que se presentara con pistola en mano.
Trato de buscar algo, cualquier cosa, con la que nos podamos defender.
- Parece que has perdido todo el valor de la última vez – se burla.
- Deberías irte – pero hasta yo sé que decirlo es inútil, incluso me tembló la voz.
- Claro – frunce el ceño -. Una vez que tu amiga aquí, se levante de una buena vez.
- Sabes que ella te denunció. Sólo te meterás en problemas si sigues aquí – él se ríe.
- Sé que no metieron ninguna denuncia – sabía que echarme un farol podría no servir, pero al menos lo intenté -. Recuerdas qué estudié, y que sólo con unas llamadas a algún amigo podía averiguarlo.
- Pero después de esto…
- Después de esto Belinda y yo nos habremos ido muy lejos – me apunta -. Si quieres que a tu amiga no le pase nada, levántate ahora.
Ésta lo obedece.
- Por favor Dante – suplica mi amiga -, déjanos en paz.
- ¿Es que no me has extrañado? - me mantiene en la mira -. Ni se te ocurra seguirnos.
Voltea a Belinda de forma que su espalda esté junto a su torso, poniéndola como un escudo mientras se aleja, sin dejar de apuntarme.
- ¿Sabes? – se detiene -. Hay mejores formas para asegurarse de eso.
Inclina la pistola, tomando como objetivo mis piernas. No tengo idea a cuál le piensa dar, pero intento prepararme.
- ¿Belinda? – preguntan del otro lado de donde nos encontramos, distrayendo a nuestro agresor, a quien se le ocurre disparar a ciegas.