No todos los padres son iguales y cuando me refiero a esto, no hablo de su género u orientación sexual, no señor… Sino del tipo de padres que son con sus hijos; como por ejemplo, aquellos que apoyan a sus hijos sin estarlos asfixiando con su presencia, de esos con los que puedes contar si los necesitas, pero que al final de cuentas te dejan solo por tu cuenta porque confían en lo que haces y saben que si al final te metes en problemas, sabrás cómo arreglarlo, porque eres lo suficiente maduro para ello. Otros que están casi todo el día en su trabajo y que los fines de semana o algunas horas de las noches se las dedican a sus hijos o a la familia en sí. También hay padres como los de Emil Lindgreen, esos que son estrictos hasta con las cosas más absurdas, como su tono de voz o las personas con las que debe relacionarse y considerarlas como sus amigos, esos que ni siquiera te permiten tener una vida personal y que, además de ser tan asfixiantes, tienen la palabra de cristo escrita en su frente. Por otra parte, también hay padres como los de Niels Jhonsson, que son tan ausentes como el mismo eclipse lunar que no notas en absoluto cuando sucede y no sabes por qué, pero que al final de cuentas sabes que está ahí; de esos que tienes tanta libertad que no sabes qué hacer con ella, incluso llegas a un punto en el que enloqueces por ello.
Por pavor a que el hijo de los Lindgreen se enamorara a temprana edad y que por ello descuidara sus estudios, se volviera rebelde, robara dinero para comprarle cosas a su enamorada, llegara hasta tarde a casa o sus creencias se vieran fuertemente distorsionadas por otro tipo de pensamiento, Emil fue inscrito a en la preparatoria masculina Green Tree en cuanto se graduó de la secundaria. Llevaba más o menos un año y casi siete meses ahí cuando de pronto un lunes por la mañana que, para ser exactos, fue un 22 de marzo, un chico nuevo se transfirió al instituto. Aquel estudiante nuevo no era extranjero ni nada parecido por el estilo. Se había transferido a Green Tree por motivos que hasta los mismos maestros desconocían y que tal vez solo el director sabía, pero que prefería guardarse para sí mismo.
Hasta el momento había algo en lo que todos estarían de acuerdo y eso era en la primera impresión que dejaba el aspecto de Niels Jhonsson: un chico rebelde de mal carácter y comportamiento, por el cual fue expulsado de su antigua preparatoria. No cabía duda que ese era el motivo y no ayudaba mucho…
Todos esos prejuicios condujeron al profesor que les impartía la materia de literatura —y que fue el supuesto desgraciado al que le tocó presentar al estudiante transferido— a hacer algunos cambios de lugares entre sus alumnos y que por supuesto, todos se vieron enfadados por ello al punto en el que murmuraban maldiciones para su superior.
Aquel profesor conocía a detalle al inmaculado de Emil gracias a que, con frecuencia, su familia estaba detrás de los profesores explicándoles hasta lo más absurdo y nada importante sobre su hijo. Esa imagen de niño perfecto, frágil y cuidadoso lo llevó a tomar la decisión de hacerlo trabajar con Niels a su lado.
Cuando las cosas parecieron calmarse, el profesor procedió a continuar con su clase acerca del teatro. Fue entonces cuando la vergüenza de amistar de Niels se esfumó. Se estiró hacia Emil que se sentaba a un lado suyo y hundió su dedo en su mejilla, después le ofreció una sonrisa.
—Soy Niels Jhonsson, tú debes ser…
—Emil Lindgreen. Si seguimos conversando no sabremos qué tipo de proyecto nos dejará el profesor, ¿sabes? Llegaste en temporada de evaluaciones y estamos a nada de presentarlo.
—Eso lo entiendo, no es la primera vez que estudio en la preparatoria. Solo quería agradecerte por…
Emil estiró su mano y cubrió la boca de su compañero bajo un “Shh” tranquilo y suave. Niels atendió a ese sonido y colocó sus dedos sobre el dorso de su compañero, sobre esa mano que seguía sobre sus labios.
Después de que la explicación del proyecto acerca de hacer una pequeña obra de teatro, le siguió la indicación de formar grupos de un máximo de 6 compañeros entre ellos. No lo pensó dos veces, Niels se enganchó al brazo de su compañero Emil y agregó:
—¿A quiénes más vamos a meter a nuestro equipo?
—Bueno…
Emil pensó dos veces en esa pregunta. Claro que estaba dispuesto en meterlo en su equipo y estaba seguro que sus compañeros más trabajadores o dedicados a sus estudios se acercarían dentro de poco a su lugar para ponerse de acuerdo con lo que harían, no obstante, también estaba seguro de algo más: sus padres lo reprenderían si se enteraban que trabajaba con un chico vándalo, pero tampoco sabía cómo decirle que no. Se puso nervioso.
—¿Estás seguro que quieres trabajar conmigo, Niels? —Emil agregó— No soy muy buen actor y entrego tarde las cosas.
—¿Tú entregar tarde las cosas? —comentó uno de los compañeros que solía trabajar en equipo con Emil— Es más creíble que tengas en tu cuarto un disco oficial de alguna banda de rock o una figura de anime a que entregues tarde las cosas.
Emil golpeó su frente y soltó un pesado suspiro.
—Por cierto —el chico agregó—, soy Theo Olsson, todos me llaman Theo y mis amigos me llaman Tetew.
—¿Y yo puedo llamarte Tetew?
—Solo si me explicas cómo diablos te dejaron entrar a la escuela con esos piercings que tienes en la nariz, la ceja y en tus orejas.