Nadie necesita saber

Vives en mi alma

Por un momento toda el aula del grupo de amigos, creyó que el principio de Pascal solo se quedaría como un tema visto, el cual los torturaría el día del examen, no obstante, estaban muy lejos de haber acertado. El profesor les dejó una semana para realizarlo y presentarlo el siguiente lunes.

En teoría era… era complicado. Los únicos que entendieron la teoría fueron Emil y uno de los gemelos, Sofonías. Por otra parte, el resto de los muchachos inclinaban más su interés por armar el proyecto o bien, la práctica. Tenían tantas ideas para desarrollar, sin embargo, al final nadie supo por qué o cómo fue que un puente hidráulico fue lo que escogieron para hacer. Ese mismo lunes se quedaron de acuerdo para salir a buscar los materiales y en esa ocasión no fue Theo quien organizó; Niels le arrebató el liderazgo desde hacía algún tiempo, a petición de sus amigos y Theo estaba furioso.

Las cosas quedaron así: Niels buscaría las mangueritas, Emil las jeringas, los gemelos el cartón, Theo los palos de paleta y Heimdall la madera donde pararían el puente. Ninguno reprochó por lo que le tocó (exceptuando a Theo), puesto que todos escogieron por su propia voluntad lo que les sería más fácil de conseguir.

Y eso no fue todo lo que ocurrió ese lunes. Es que antes de la salida Emil habló por teléfono con su madre. Le explicó el proyecto y le dijo que iría con uno de sus amigos a comprar el material, bajo la misma propuesta que utilizó el día en el que fue a casa de Niels a cocinar. Estaba claro que su madre no estaba nada convencida de la decisión que tomó antes de consultarla, incluso estaba malhumorada. No pudo negárselo porque no podía permitir que su hijo bajara de calificaciones, no obstante, antes de que Emil colgara la llamada, ella le hizo varias propuestas (como ir el fin de semana con su padre a comprar el material, que ellos fueran más tarde o que le pidiera a alguna vecina comprarlo por él). Por supuesto que no aceptó.

Antes de salir de Green Tree, el par de muchachos, amantes a las espaldas de la sociedad, le explicaron a su grupo de amigos que irían a buscar juntos su material. Más que nada hicieron esto para evitar que Heimdall quisiera acompañar a Niels a casa. Los gemelos aceptaron sin problemas, incluso se llevaron con él a Heimdall, bajo la promesa de que cerca de la tienda en donde comprarían el cartón, hallaría la tabla delgada y rectangular. No pudo negarse.

Emil y Niels estuvieron seguros de estar solos cuando ya estaban lo suficientemente lejos de la escuela. No había ningún muchacho con el uniforme de Green Tree a la vista (a excepción de ellos), así que la distancia que existía entre ellos por cada paso que daban desde que salieron del colegio, se acortó. Algunas veces sus manos rozaban y se electrizaban. Deseaban tomar sus manos o que por lo menos sus dedos se enlazaran por un breve momento. Tal vez no lo hicieron porque temían ser descubiertos o, mejor dicho, Emil temía ser descubierto y Niels temía que Emil se avergonzara de él.

Fue fácil conseguir las jeringas. El problema fueron las mangueritas. Recorrieron todas las farmacias, sin éxito. Decidieron regresar a casa. Niels tenía un plan y este consistía en visitar a su vecina de la tercera edad, ella debía tener esa clase de manguerita.

De camino a casa de Emil, el temor o la vergüenza que les impedía rozar sus manos, se disipó. Niels se aventuró a rozar sus manos un par de veces y luego Emil enlazó su dedo índice con el de su pareja, para que después, en la siguiente cuadra, Niels lo tomara de la mano y caminaran así por un rato más.

—Tu mano es muy cálida —Niels expresó—. Me gusta.

—¿Será porque las tuyas son frías? Las he sentido frías desde el día en el que las tomé por primera vez. Aquella ocasión en la que hablábamos en el patio. Fue tu primera semana en Green Tree.

—¿De verdad estaban frías?

—Por supuesto. Hay manos que, al tocarlas no puedes olvidar su tacto.

Entonces Niels se detuvo frente a él y lo sostuvo con ambas manos, después acarició su dorso con sus dedos pulgares. La bolsa quedó sujeta en su antebrazo.

—¿Qué haces? —agregó Emil. Sus orejas se coloraron.

—No quiero olvidar tu tacto. Tus manos son suaves.

Quizá siguió acariciándolo por menos de cinco segundos, porque enseguida levantó un de sus manos a la altura del pecho de su contario y besó su dorso. Tal muestra de afecto electrizó todo el cuerpo de Emil y su frente ardía tanto que bajó la cabeza. Niels solo sonrió y soltó su mano, para así acariciar su cabello y deslizar sus dedos dentro de los rulos de su amado; los usó como anillos, solo un pequeño momento.

Los dos siguieron caminando hasta llegar a su lugar de destino o algo así. Se detuvieron en la entrada de la calle y se ocultaron en la esquina por temor a ser descubiertos por los padres de Emil, más la adrenalina, que no faltó.

—Si pudiera acompañarte a casa todos los días, dejaría de ser solo un sueño.

—Lamentablemente tendrá que seguir siendo un sueño… Mi madre no confía tanto en mí como para dejarme regresar solo a casa.

Niels bajó la cabeza un poco desanimado por la respuesta. Emil volvió a tomar sus manos y el tacto volvió a crear el puente ficticio que hacían sus miradas. Intercambiaron sonrisas y se despidieron con un beso en la comisura de los labios que les dio para sentir un sinfín de sensaciones en sus estómagos por un gran rato. Cada quien siguió su camino.



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En el texto hay: boyxboy, academia, amorimposibe

Editado: 26.10.2021

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