Cierta tarea de matemáticas sirvió como excusa entre semana para que Niels pudiera ir a resolverla en casa de Emil. Los dos se vieron algunas horas después de clases, aunque antes de salir del instituto, Emil le recordó más de tres veces que no debía hacer comentarios altaneros si es que estudiaban hasta la hora en la que su padre llegaba del trabajo, porque si no entonces jamás le permitirían volver a invitarlo. Le prometió echarle una mano y defenderlo si sus progenitores volvían a hablarle de mal modo. Niels aceptó y prometió a la fuerza, también se disculpó por adelantado por si no podía controlar sus impulsos y les respondía mal.
La tarea fue realizada en la habitación de Emil a pesar de que su madre le replicó que la hicieran en la sala o terminarían con una joroba horrible. Sin duda alguna, su hijo le hubiera creído fielmente como todo lo demás, no obstante, el golpe de realidad que le daba su pareja con frecuencia, le hizo darse cuenta que la oración de su madre era exagerada, así que no le hizo caso.
Ni siquiera llevaban un inciso o media hora para que decidieran tomarse el primer descanso y recostarse en la cama. Ambos vieron el techo.
—El trabajo está difícil, ¿no?
—Sin duda —respondió Emil con un suspiro.
—Tanto así que me da pereza responderlo.
—Hay que terminarlos. Son para mañana.
—Quedémonos un rato así. Me gusta estar a tu lado. Me hace soñar.
Niels se volteó en dirección a Emil y recargó su codo sobre el colchón, seguido sostuvo el costado de su cabeza con su mano y lo miró. El de los rizos apenas volteó su cabeza y lo miró con una sonrisa que aparentaba ser apacible.
—¿Con esa mirada? Nos verán.
—Tu madre tiene la costumbre de llamar a tu nombre cuando está a la mitad de las escaleras.
—Ya…
La mano del adolescente que cambió su apariencia para ingresar a aquel hogar, abrazó desde la cintura a su enamorado. La tensión de sus miradas terminó en un beso un poco más largo que el primero y cuando los dos decidieron conectarse una vez más a la realidad, deshaciendo el beso, se sentaron y siguieron con los estudios. Podría decirse que terminaron como pudieron la tarea y que el tiempo que aparentemente les sobró, lo utilizaron para escuchar música, compartieron los audífonos y la cabeza de Emil terminó sobre el hombro de Niels.
Ni el sueño ligero de Niels pudo avisarles con anticipación la llegada de su madre a la habitación. Ella había subido con tal de saber si el amigo de su hijo sería recogido por su padre o si debían llevarlo. Sin embargo, su pregunta fue rebanada a la mitad cuando los vio dormir uno en el hombro de otro. Su fuerte carraspeo los despertó y los dos se quitaron los audífonos.
—¡Ya habíamos terminado!
Respondió Emil tan rápido como pudo. Su piel tomó un pálido color por el temor a que su madre pensara que le había mentido y su cabeza ardió cuando creyó que los habían descubierto. Por otra parte, Niels estaba relajado. Se levantó despacio y le ofreció la mano a Emil, posteriormente volteó a ver a la mujer.
—Me iré yo solo a casa, no se preocupe. Fue una grandiosa sesión de estudios, terminamos todo y nos sobró tiempo. Muchas gracias por todo y perdón por traer problemas.
El solitario adolescente se despidió de los dos y también del señor Lindgreen cuando se lo encontró en la salida. Lo que le esperó a Emil después de la despedida fue algo que veía venir; fue interrogado por su madre.
—¿Terminaron la tarea?
—Sí. Puedes ver por ti misma.
—¿Cuánto tiempo durmieron? Se supone que te mando a dormir temprano, es para que no te quedes dormido durante el día. ¿Estás durmiéndote tarde?
—¿Yo?
Emil tragó saliva, llevó su mano hacia su pecho e inclinó ligeramente su torso hacia adelante. Estaba nervioso.
—Sí, tú.
—Me quedo dormido solo…
—Estás durmiéndote tarde.
—¡Te estoy diciendo que me duermo!
—Sí, pero ¿a qué hora? ¿A medianoche? Estás abusando de nuestra confianza —la mujer volteó a ver a su marido—. Dile algo.
—Emil, no te estés durmiendo tan temprano o dejarás de prestar atención en las clases y te volverás un estúpido mantenido. Yo no te voy a mantener cuando termines la universidad, si eso es lo que piensas.
Respuestas no le faltaban, y lo peor de todo, es que eran de las peores; llenas de comentarios irónicos y sarcásticos. Prefirió guardárselos antes de empeorar las cosas y que le quitaran su teléfono, no obstante, sus esfuerzos fueron en vano. Su madre se lo arrancó de las manos y su padre lo reprendió de la peor forma verbal que, le fue inevitable llorar por lo despreciable que lo hizo sentir, aunque su padre le detuvo el llanto tirándole de la ropa.
—Solo los maricas lloran. ¿Eres uno o qué?
El de los rizos apenas pudo negar con la cabeza. Se limpió la cara con su brazo y sorbió sus mocos.
Una hora después de lo acontecido, cuando los Lindgreen se adentraron a sus camas, la mujer aprovechó un poco de su tiempo de sueño para revisar el teléfono de su muchacho. Emil no era tan estúpido, no. Limpiaba con frecuencia sus chats y principalmente el de Niels; solo dejaba los mensajes que tenían relación con la escuela y lo mismo hacía con el resto de sus chats. Si su regla principal no fue mencionada antes, ahora es el momento: Niels no podía enviar mensajes primero después de la noche, por nada en el mundo. Si lo hacía por la tarde, que fuera de preferencia antes o después de las comidas y que tuviera intensiones escolares.