Nadie sabe que hay por dentro

Introversión

Yo no tengo nombre, ni una identidad definida, pero estoy consciente de estar con vida; no tengo una definición de quién soy o... ¿tal vez sí? Tengo innumerables razones para no contarles mi historia. Sin embargo, creo que es una buena razón por la que se las voy a contar. Lo haré, pero empezaré desde mi actualidad; aun así, creo que en algún punto tendré que hablar de mi pasado y algunas cosas que marcaron mi vida y me causaron traumas que aún no logro superar. Soy demasiado sensible; aunque muestre lo contrario, siento demasiado, pero por lo mismo he tenido que construir una burbuja para protegerme de la gente, con sus comentarios y acciones.

El peso de la vida me supera. No veo mi vida más, sino como una desgracia.

A las 2 de la mañana, la mente me da vueltas y no puedo conciliar el sueño; me falta el aire y me duele la cabeza; siento un ahogo que me consume; de tanto pensar, solo quiero hallar la manera de desconectarme para siempre; no quiero sentir más presión que hace que sienta que mi cabeza estallará. Pero es imposible, no tengo las agallas, no soy lo suficientemente fuerte para suicidarme. Ya ha pasado un año desde la vez que lo intenté. En fin, solo debo conciliar el sueño al menos por unas horas. Debo volver a la rutina para seguir sobreviviendo en este mundo de masas mecánicas.

Ha sido un sueño pesado, y no me refiero en sí a que haya dormido profundamente; me refiero a que fue un sueño agotador. Me siento con más cansancio de lo que estaba antes de dormir y mi mente vuelve a maquinar. Debo levantarme y bañarme, cepillar mis dientes y comer, aunque no quiera hacerlo. Estos días he estado sin ganas de nada, no tengo apetito y no quisiera ni levantarme de la cama. Sigue rondando por mi mente la idea de morirme, pero me pregunto si acaso: ¿me quiero morir o me quiero suicidar? Creo que son dos cosas distintas. Muchos pensamientos de este tipo abundan en mi mente a diario y casi todo el día; es algo abrumador y agotador que me carcome desde adentro.

Al salir a la calle, camino con desconfianza y me cuesta creer en las personas. En cierto punto me uno a ellos poniéndome una máscara. Por tanta mentira que vi desde que tengo memoria, por eso hoy me cuesta creer que algo es verdadero, y por eso prefiero mantenerme dentro de mi mundo, pero no paro de observar lo que hay a mi alrededor. Me fijo en cada detalle, en cada rostro y en cada cuadro presentado ante mí, por el camino. Varias veces me pierdo en mis pensamientos, pero, aun así, sigo a la expectativa. Durante todas estas situaciones y otras más que tienen que ver con interacciones interpersonales, me doy cuenta de la soledad en la que he estado y la que siento ahora mismo. Al final, siempre llego a donde debía y olvido todo lo que vi, lo que pensé, y se convierte en una herramienta para pasar el tiempo mientras me dirijo a mi destino.

Sin embargo, a veces recuerdo ciertas cosas y en algunas de esas ocasiones me pongo a pensar sobre cuestiones de la vida y es notorio ver cómo las personas tienden a acostumbrarse a ciertas situaciones y encontrar en todas estas sus zonas de confort y se adaptan, dando por hecho que no va a volver a cambiar, pero, algo de lo que no se percatan es que todo está en constante cambio, y así a mucha gente se le va la vida adaptándose a las situaciones, buscando una estabilidad invariable. Aun así, eso no importa; cada uno que viva como le da la gana, yo sigo en mi mundo.

Se me ha pasado el día procrastinando y es hora de ir a trabajar. No he hecho nada más que estar divagando y pasando el tiempo en cosas sin sentido. A veces suelo pensar en cómo tenía sueños, esperanzas, metas y quería lograr cosas; hoy en día ya no espero nada, solo me limito a sobrevivir al día. Soy como una máquina que realiza procesos repetitivos, sin sentir, sin pensar, una máquina programada para que trabaje automáticamente.

Siempre dije que soy alguien expectante de la vida, pues son muy pocas mis experiencias como protagonista, pero he aprendido a observar desde lo externo, desde la periferia, todos los cuadros de manera panorámica, así pudiendo unir unos con otros y realizar conclusiones a cada situación. En todo caso, todo ser humano nace con su recipiente llamado cuerpo —aunque algunos son desafortunados—, el cual viene vacío, no viene relleno de absolutamente nada, e irónicamente quienes comienzan a llenarlo son las personas y el entorno en el que se nace. Pero esto no es suficiente, solo es una pizca de cosas pequeñas que a duras penas logran llenar un poco más de un cuarto del recipiente. Después, el dueño lo llena, según él vive. No obstante, su entorno sigue agregando sin parar y se va mezclando con las propias cosas que agrega del individuo, pero esto solo llega apenas a la mitad. Lo siguiente que otorga al recipiente son las metas y expectativas que se plantea el ser y se notan como fantasmas, mientras se van cumpliendo, —pero este llenado no se puede hacer de cualquier manera, tiene su orden, hay un espacio para cada cosa —. Estas suponen que ocuparían un espacio amplio y suficiente para generar una satisfacción notoria dentro del individuo; después, las cosas que terminarían por llenar serían mínimas. Pero aquí viene un dilema y es que nada de eso está asegurado. Son necesarias, pero no harán falta, creo, y me atrevería a decir que muy pocas personas hayan logrado llenarse, ya que todos tenemos vacíos e inconsistencias, pero eso da un aire esperanzador. Esto impulsa a buscar algo con que llenar esos vacíos; aun así, dicha impulsividad resulta muchas veces una trampa, dando paso a los vicios. Pero ya no haré más énfasis en este tema.
A veces me detengo un poco e intento ver con más claridad lo que estoy sintiendo. Todo está en mi cabeza; estos pensamientos no los comparto con nadie más. A diario vivo en otro mundo, recordando mi niñez borrosa. Mi adolescencia turbia y mi juventud adulta nublada. A duras penas tengo 20 años y ya no me siento con energías, me autoconsumo y me limito; desgraciadamente, soy un peligro para mí y siempre lo he sido. No recuerdo cuando me preocupé por última vez por lo que veía en mí; hace mucho tiempo no reparo frente al espejo a arreglarme, a mirar mi apariencia, y me hago preguntas sobre demasiadas cosas, pero muy pocas tienen que ver conmigo. He dejado de preocuparme por mí.
Tengo la rara sensación de que algún día voy a acabar con mi vida y dejaré todo tirado. La verdad, no me preocupa mucho morir, y mucho menos vivir. Creo que necesito ayuda, pero la verdad ya no sé a dónde más acudir; no han servido ni los psiquiatras, tampoco los psicólogos y mucho menos mis familiares. Lo único que han hecho es empeorarlo todo, y yo ya no estoy aguantando más; desde que terminé la escuela he estado yendo de un lado para el otro, tratando de encontrar un camino que recorrer, pero solo he cogido rumbos aleatorios que me han llevado a ninguna parte. Intente estudiar diferentes cosas, también trabajar, pero simplemente no me adapto a nada. Ese sentimiento de no estar bien en ningún lugar es agotador, esta sensación de estar vagando como en un limbo me marea, que pereza le tengo a todo, en serio que ya estoy a punto de un colapso. En fin, ya ha transcurrido otro día me iré a la cama a intentar dormir y descansar.
Hoy al despertar he pensado en algunas cosas. Entre ellas han estado como sigue: ¿Es la libertad una esclavitud del ser individual?
Uno de los anhelos más fuertes del ser humano, además de ser felices, es ser libres; estamos en esa constate búsqueda de una libertad independiente de si es de expresión, de pensamiento, financiera o incluso algunos expresan la libertad de vivir; pero ¿qué tal si vemos la vida como amo o verdugo? Que actúa de tal manera que solo nos obliga a vivir. No hay otra opción que vivir, se pueden realizar muchas cosas, pero para lograrlas tienes que vivir y, junto a ello, existen necesidades ligadas a esta obligación, pero todo lo vemos tan natural que lo ignoramos por completo. Así como se busca que una mascota viva bajo el cuidado de su amo, que le da todas las necesidades básicas de alimentación y subsistencia, el animal lo verá tan natural que su única preocupación será la de seguir existiendo, sin preguntarse por qué su amo lo quiere mantener junto a él.
Además de esto, me adentraré un poco en la religión y surge la pregunta de: ¿por qué Dios creó el mundo y todo lo que hay en él? ¿Tendrá algún motivo en específico o solo fue un acto de azar que se le ocurrió de la nada? Tanto la vida como Dios son verdaderos verdugos de la existencia misma y nos mantienen aquí sin una razón concreta.
Partiendo de lo anterior, a lo largo de la historia de la humanidad ha existido ese cuestionamiento del por qué estamos aquí, y para qué. Aunque muchas han sido las respuestas, se simplifican en solo dos, la primera, estamos aquí por un propósito, el cuál es trabajo de cada uno buscar cuál es, sin importar que le lleve toda una vida; el segundo, no hay un porque o para qué y la existencia es simple causa del azar y cada uno toma la decisión de cómo llevar su vida. Pero estas dos afirmaciones tienen algo en común y es que realmente no interesa si estamos aquí por algo o no; después de todo, estamos obligados a permanecer con vida, ya sea para cumplir un propósito o simplemente para existir en un ciclo repetitivo de vida.
Pero aún sigue la cuestión de la libertad; no importa lo que se haga, siempre se tiene que estar ligado a esta vida y exclusivamente a la vida que estamos viviendo. Y no estoy diciendo que entonces deberíamos de tener el derecho de decidir no vivir cuando quisiéramos; solo digo que la vida funciona como un amo, al obligarnos a nacer dónde exclusivamente ella quiera y escoja, aparte de eso, las características del entorno donde pasaremos por lo menos nuestros primeros años de vida.
Después de reflexionar acerca de eso, pensé en algunas otras cosas, pero hubo exclusivamente una que me llamó la atención.
"Aquellos que piensan que reflexionar la vida es una pérdida de tiempo, están más cercanos a una vida irracionalmente animal, que a una vida humana".




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