Nadie sabe que hay por dentro

Disociación

Estoy aquí en esta silla, qué aburrimiento, no tengo nada en que pensar y hace frío; estás personas demoran mucho y faltan aún muchos turnos para que siga el mío. Pienso en cómo el mundo se hunde en fracasos, la línea de crecimiento humano sigue disminuyendo, supongo hemos llegado al tope. Intento mirar mi teléfono y distraerme, pero no lo consigo; siento inquietud y el estrés de oír a las personas hablando alrededor mío me está ahogando; esto parece una plaza de mercado.
Estoy empezando a sudar y me siento débil, pero sigo manteniendo claridad —un momento, ¿qué sucede? Mi mente se torna en blanco y estoy mirando un punto fijo; no me di cuenta en qué momento quedé en este estado; de repente el tiempo avanzó muy rápido, la fila también y ya casi es mi turno. Siento confusión y trato de recordar, pero solo veo una pared blanca y murmullos o más bien balbuceos. ¿Qué es esto que me acaba de suceder? No siento nada más, estoy bien, pero aún tengo la duda sobre lo que me acaba de pasar; miro la pantalla —estoy a dos turnos — y siento aún el frío de esta sala de espera.
Salgo, comienzo a pensar y trato de entender lo que ha sucedido, no le encuentro lógica alguna, sin embargo, creo que fue algo que me ayudó, perdí la noción del tiempo y me sumergí en algún lugar aparte —es como un súper poder —. Ahora que recuerdo, en alguna parte creo que oí hablar de algo parecido, pero no recuerdo cómo le llamaban, pero sí hablaban de algo como lagunas, dispersión, es como dormirse estando despierto. Yo lo sentí más como si hubiera activado un piloto automático, hice la fila, seguía ahí presente, pero no estaba consciente.
Siento que estoy perdiendo el control de nuevo, pero no iré a psicología otra vez, esa mierda no sirve y yo ya no estoy para que me digan que lo que tengo que hacer es ver el lado positivo a las cosas. Eso no me ha servido de nada.
Últimamente he notado que las personas se concentran en diferentes tareas a la vez —creo que le llaman multitasking—. Mi mente tiene que estar en una sola cosa; si hago actividades a la vez, mi cuerpo se desestabiliza y mis movimientos motores se atrofian, no funciono a la velocidad y el agite de este siglo.
Seguramente a muy pocas personas les he hablado sobre mi infancia a profundidad, de los sentimientos de ausencia, de soledad y de rechazo. Hoy en día me afecta algo que aprendí a hacer en mi niñez cuando estaba en mi casa todo el día en aburrimiento. La imaginación es una herramienta bastante útil; de hecho, todo lo que conocemos hoy, que ha sido creación de los humanos, partió de una idea imaginada. Y esto es lo que uso yo para muchas veces evadir la realidad: me pierdo en mis pensamientos, me sumerjo en un mundo donde solo existo yo y soy quien tiene el control. Sin embargo, esto se ha convertido en un problema, porque hay momentos en los que ya no lo controlo y puedo pasar un buen rato en otro mundo sin darme cuenta, ni estar consciente de lo que estoy pensando o mirando en mi mente y me he perdido de cosas, conversaciones o diferentes situaciones. Por esta razón, incluso a nivel social es bastante fastidioso, ya que, muchas veces mientras escucho a la otra persona hablar, cualquier palabra me lleva a pensar infinidad de cosas que no tienen muchas veces importancia y, a la hora de responder, me quedo en blanco debido a que no presté atención.
Desde que era niño no he tenido como habilidad fuerte la concentración; ha sido muy difícil para mí encontrar un momento en el que mi cabeza haya estado enfocada en una sola cosa por mucho tiempo. Y esto ha traído para mi vida retrasos porque no me decido por algún tema de interés puntual. Suelen gustarme las ciencias básicas como la matemática, la física, la química y la filosofía. Pero, aun así, ninguna logra hacerme enfocar y dedicarme netamente a eso. Por esta razón creo que he dejado el estudio a un lado, aunque claramente el amor por aprender cosas nuevas, admirar y tratar de entender el mundo que me rodea no se queda apartado de mi ser.
Fue bastante agobiante, frustrante y triste el pasar mi adolescencia como alguien sin rumbo, sin unos gustos fijos y sé que me contradigo un poco con lo que mencioné anteriormente, pero es que realmente no me identificaba con algún grupo en específico de personas, por decir, estaban aquellos que les gustaban los videojuegos y hacían sus grupos y reuniones para hablar de ellos, o también los deportistas que comentaban los partidos de fútbol y se rivalizaban por afirmar quién era el mejor jugador de la época. Yo no encajaba en ninguno de esos grupos. Siempre me gustó saber de todo un poco y las cosas básicas. Y hoy en día sigue siendo de la misma manera, simplemente que me escudo en que no me gusta salir o que simplemente prefiero los planes de interiores (quedarme en casa durmiendo o viendo películas). E incluso mi vida amorosa siempre fue un fracaso; cada que me gustaba alguien no recibía el sentimiento de vuelta, y las pocas "relaciones" que llegué a tener no duraban mucho más de una semana, y esto también influyó en mi autoestima. Siempre sentí no ser suficiente por pensar en no tener la mejor apariencia a pesar de mantener mi cuerpo cuidado.
El trabajo es bastante duro en estas últimas semanas. Me fastidia tener que ir a trabajar, el ambiente laboral se convierte en una selva, todos andan al acecho, hay cazadores, presas y siempre está además quién observa todo el comportamiento. Es un entorno hostil, no hay tranquilidad. En ocasiones suelo distraerme pensando en cosas ajenas a mis labores. He pensado en palabras, en situaciones, hasta preguntas que se me vienen de repente y trato de llegar a una respuesta desde mi conocimiento y experiencia, además de tratar de razonar el problema en cuestión. Todo esto lo hago con el fin de tener el menor contacto posible con mis colegas de trabajo; hay quienes afirman que sufro de locura. Por hablar hacia mis adentros sobre cosas aleatorias, solo me río y continuo con lo que tengo que hacer.
Allá en ese lugar suelo hacer pequeños experimentos sociales. Me gusta analizar el comportamiento de mis compañeros y compañeras. Que dicha me da a veces confirmar mis hipótesis, yo suelo hablar con quienes me abren conversación sobre la lucha de poderes que allí se desarrolla, porque en realidad no hay mucha diferencia en calidad salarial, ya que es pésima; sin embargo, existe una rivalidad bastante marcada por el estatus y la jerarquía. Mi trabajo se rodea del dinero y es el que manda sobre todas las cosas y sobre todos los que allí trabajan, por lo que ver grandes sumas de efectivo no es que me sorprenda mucho. Me sorprende más ver cómo, en un medio dónde la plata es lo que se mueve, gana la posición en la que se encuentra, y hay algo que he observado que manda más que los billetes y es la palabra.
Quien tiene el poder de manipular el lenguaje para su propio beneficio, creo yo, tiene más poder que el que tiene millones. Sin embargo, generalmente van de la mano. Pero aquellos que no tienen el poder adquisitivo, pero sí lingüístico, utilizan un recurso manipulador bastante interesante que es “el chisme”.
Llevo muy corto tiempo trabajando allí y en ese periodo de tiempo he llegado a enterarme de la vida de más de un cuarto de los empleados e incluso de los “jefes”. Es increíble la velocidad con la que se dispersa la información de algún suceso que ocurre, y por más que no quiera involucrarse en aquello, es inevitable no enterarse o incluso llegar a estar inmerso en la historia. Con solo hablar unas pocas palabras, un hecho puede tomar un giro totalmente inesperado. A veces pienso que trabajo dentro de un teléfono roto. Me parece divertido y al mismo tiempo peligroso, pero ¿a quién no le gusta correr un poco de riesgo? Y más, donde el condicionamiento pasa de emplear a esclavizar, nos miró y parecemos robots programados.
En el trabajo es muy difícil perderme en mi mente; siempre que quiero escapar de la realidad, hay alguien ahí hablando de algo. Es desgastante porque muchas veces no quiero contactar con nadie, pero es prácticamente imposible, así que solo me queda realizar mis deberes y anhelar el momento de dormir y desconectarme un rato de la realidad, y descansar.
Estoy en casa, es complicado el sentir cuando estoy aquí, no me siento ni bien ni mal, pero sí que me siento mejor que allá afuera, hay tranquilidad mientras no hay nadie, es seguro. En muchas ocasiones, cuando llegó de cualquier parte, solo me tiro en la cama y me quedo mirando al techo, con la mente en blanco. La mayoría de las veces me gana el sueño y me duermo.
Al despertar siento estar fuera de la realidad y tardo unos instantes en reubicarme; es una sensación algo extraña, porque se siente como si estuviera fuera y dentro de la realidad al mismo tiempo. En realidad pienso que atravieso paredes dimensionales, pero eso son solo tonterías fantasiosas. Después de eso, me quedo pensando mientras termino de ubicarme en este universo, en que es de mi vida. Pensar en eso me agobia todos los días y me martiriza, es como si fuera mi cruz, mi costal de latas que no me deja caminar en paz. He visualizado tantas vías en diferentes caminos que podría tomar y ninguna ocurre en realidad. ¡ja! Quizá mi destino sea ser nadie en el mundo. Es tan agradable imaginarnos siendo una cosa o la otra. En mi mente han pasado un sinfín de profesiones, desde el arte, la música o la literatura, hasta áreas como el derecho, la contabilidad, la política, entre otras y suele ser entretenido eso de soñar sin estar durmiendo, como por ahí dicen: “soñar no cuesta nada” y es cierto, no cuesta nada, pero cuánta frustración sí. Podría hacer un libro de todas las vidas que he inventado sobre mí, pero lo único que realmente importa es en la que me encamina, que es ninguna porque no la tengo planeada; en este punto voy improvisando y viviendo al día a lo que se va presentando.
¡Ay! Mi mente es una pequeña caja de materia repleta de historias, ya sean inventadas o reales, y bien tengo claro que no me aburro cuando paso tiempo escarbando entre recuerdos. Creo que tuvo razón quien dijo que “recordar es vivir”. Yo me siento con vida cada vez que escudriño dentro de mis memorias, aunque a veces el recordar también duele. No es posible guardar solo los buenos momentos y generalmente los malos son aquellos que quedan más marcados y resaltan sobre los demás. La memoria es uno de los estímulos que nos hace conectar con nuestros sentimientos más profundos. Cada uno conoce sus experiencias, y solo es internamente que se reconoce cómo se siente cada momento. Si fue bueno o malo, no hay nadie de afuera que pueda entender completamente aquel sentir, por eso es necesario y más importante el conocerse.
Sé que no hablo de la manera más coherente, y a veces tengo la tendencia a contradecirme, pero no hay hechos que sean mentira, solo es mi mente que un día es una y al otro día otra. No pretendo convencer a nadie de lo que digo ni que crean que es verdad o mentira, simplemente expongo lo que está plasmado en mis pensamientos y algunos de ellos no son totalmente claros; quizá olvide parte de los momentos que he vivido o incluso imágenes que he captado, pero como he dicho antes, a veces suelo perderme en otro mundo y no presto atención a algunos detalles.
El silencio que a veces me rodea suele ser agobiante e incluso ruidoso. Mi mente se escabulle entre ramificaciones entrelazadas que nublan la claridad de mis pensamientos y el ruido de aquel silencio trae consigo visiones catastróficas. Las emociones sentidas en esos instantes son demasiado intensas; es como estar en el bosque y no encontrar una salida, como estar ahogándose en mar abierto y es increíble como un simple silencio puede llevar a tan extrema situación. En la soledad se pueden encontrar dos estados extremos, la calma y la intranquilidad; no hay punto medio y, por lo que a mí respecta, siempre es la segunda. No sé desde qué punto empecé a tener tal tormenta en mi cabeza; cantidad de cosas llueven tal como el granizo que resuena en las tejas. Tengo la esperanza de que algún día la calma haga presencia en mí; espero aún tener tiempo para vivir y disfrutarla, de lo contrario será una frustración más para mi colección.
Que duró es esto, el cansancio me agobia, me lleva al extremo nato de no tener en mente nada más que morir; en mi mente viven pensamientos intrusivos con los que batallo a cada instante. Todo es tan extremadamente inquietante, que me pone la piel de gallina el tener que visualizar mi vida y sus consecuencias. Me siento con las capacidades de estar bien, de no tener que pasar con esto, pero siempre hay algo que me jala; es como si tuviese cadenas atadas a mis brazos y pies y no me dejasen salir de este hueco. Es tan agotadora esta forma de vida; el desgaste mental es más duro que el físico; siempre pienso en cómo respirar un poco y tomar impulso, pero es como si mi destino fuera ser miserable.




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