El segundo año después de separarnos piensa ella.
La vida en Suecia no estaba nada mal, salvo las costumbres diferentes, estilos de vida muy distintos y muchas cosas nuevas que aprender. La primera revisión a la que fue Layla solo tenían que evaluar su salud, como estaba un poco baja de peso le dictaron una dieta especial además su ciclo de ovulación ya había pasado por lo que debían fijarse muy bien en la cuenta de sus días, tenían varias oportunidades pero querían hacer el trasplante cuento antes.
El señor Evans los visito un mes después de su llegada, echaba de menos a su hija y a su secretario. No había renunciado en realidad pero ahora su prioridad era Layla. No podía quitarle ni un ojo de encima.
— Papi, ¿no tienes trabajo?
— Claro que sí y parte de ese trabajo es ver qué estés bien — sonrió — ¿sigues bien la dieta?
— Algo así... es taaaaaan difícil — señaló — pero me alegro de ganar peso, cuando me vi al espejo... no era yo.
— Me alegro Hija... sabes... estaba pensando en decirle a tu tío Ciel que haga tu vestido de novia.
— ¿En serio? ¿Ya se hablan? ¿Olvidaste lo sucedido?
— Ese es un tema de adultos. — Señaló el hombre mirando su computadora — no eres lo suficiente mayor para saberlo.
Layla lo miro, era cierto, no tenía por qué saberlo. Su propia familia se encargó de que ella supiera que su tío y su madre tuvieron una relación extramarital lo que hizo que se distanciara de la familia y por muchos años le dijeron que su padre era Ciel a lo que su verdadero padre contesto: es mi hija y punto.
Nunca tuvo la duda hasta que le dijeron que ella nació de una probeta, un óvulo de su madre fecundado en un laboratorio por un esperma de su padre. Cuando su padre se volvió a casar, escucho de su madrastra que Ciel siempre fue un mujeriego y salía con quién se le diera la gana pero jamás ocurrió algo malo y decir que salía con quién quisiera era demasiado pues aunque tenía relaciones cortas no era infiel; Layla no tuvo oportunidad de decir algo al respecto y lo acepto como verdad.
— Layla... señor Evans, la cena está servida — anuncio Leo.
— Cariño, creo que debes acostumbrarte a decirle "suegro" — dijo Layla poniéndolos incómodos.
Cenaron y después fueron a sus respectivos dormitorios.
Leo estaba acostado en la cama cuando Layla se acomodó a su lado.
— Abrázame...— dijo de repente ella.
Leo dejo el libro que iba a ver y la abrazo.
— ¿Sucede algo?
— Nada, solo que... bueno... esto es irreal — comenzó a decir — desde que descubrí que estaba enferma... no pensé que me darían una solución. Era extraño, como si yo hubiera limitado mis opciones a nada.
— ¿Y ahora? ¿Aumentaron tus opciones?
— Por supuesto — sonrió — te tengo a ti y una oportunidad de pensar en formar una familia.
— ¿Me amas? — pregunto
— Claro que sí tontito — lo besó — Te amo Leo...
La escucho sin titubear y sabía que quizás estaba mintiéndole.
Leo se puso encima de ella y comenzó a besarla apasionadamente, si se iban a casar entonces no había nada de malo en tener relaciones. Su padre y hermano no los escucharían pues estaban a varias habitaciones de distancia. No quería pensar como un pervertido pero el cuerpo de su novia era un deleite. Ella también era muy cariñosa, no había conocido esa faceta hasta ese momento.
— ¿Estás segura?
— Si, continúa — contesto acercándolo más a ella.
Leo intento contenerse, ella insistió pero después de unos leves movimientos tuvo que detenerse, Layla hacia muecas de dolor.
— ¿Estás bien? ¿Te dolió?
— Un poco... lo siento — dijo casi tomando su ropa para vestirse de nuevo. Leo también se vistió, habría nuevas oportunidades. Estaba seguro mientras solo se dispondría a dormir.
La siguiente consulta cuando alcanzo un peso estable, continuó con una inyección para estimular la ovulación recordándole que debía regresar al menos treces días después... Layla estaba nerviosa, le habían dicho sobre los efectos secundarios y sentía que no sería diferente a una medicina nueva en su sistema. Leo la acompaño en todo momento.
El día llegó. Layla no había podido dormir mucho y aún estaba nerviosa de que algo saliera mal. El procedimiento y su posterior recuperación fueron muy claro desde el principio, solo debía aguardar la fecha para que viera al médico y ese día era hoy. Leo la ayudaría a llegar al auto para después ir a la clínica. Ese día, Leo bajo primero, ella antes de bajar del auto se quedó mirando su celular unos minutos no sabía cómo, no sabía porque ella estaba maldita, lo vio... un auto se estrelló contra el suyo... su cabeza se sentía húmeda y no podía dejar de ver estrellitas.
— ¡¡¡Layla!!! — gritaba alguien desesperado. Ella sentía girar la cabeza pero no estaba moviéndose. Lo último que vio fueron sombras moviéndose a su alrededor antes de perder la conciencia.
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Editado: 23.12.2022