Nadie te amo como yo

Capítulo 12

El cuarto año… ¿de qué?... sospecha ella

 

Hace dos meses.

El día de su divorcio quizás fue el más feliz de esa década. Léopold debía darle una pensión por daño emocional además no podía reclamar ningún bien que "poseyeran" puesto que todo estaba a nombre de Layla.

Marcia aprovecho que Layla estaba afuera y la invitó a una cafetería.

Durante varios minutos, Marcia no dijo nada. Layla no tenía nada de qué hablar y una disculpa en realidad no solucionaría nada.

— Amo a Léopold. — le dijo

— Lo sé... puedes casarte con él de inmediato o no... no me acuerdo.

— Layla... sonará muy cruel si lo digo pero...

— Entonces ¡no digas nada! — Replicó — no quiero escucharte. — A los ojos de Layla. Marcia era la otra y no lo podía cambiar aunque quisiera. Marcia le quitó el marido a su ex compañera de trabajo y nadie podía negar eso, no fue completamente su culpa pero solo por ser ella, la acusarían de una rompe hogares.

Marcia se levantó y camino hacia Léopold. Ella pidió otro café y miro en paisaje. No lograba reconocer nada de ese lugar y se sentía extraña aunque ya hice tres años que vivía allí. Se levantó tomando su bebida y tropezó contra un hombre.

— Lo siento — dijo el hombre — no te vi

— No pasa nada... creo que usted es el más perjudicado. — replicó buscando un servilleta para limpiar su saco. — Creo que será mejor llevarlo a la tintorería, no sé cómo quitar el merengue.

El hombre rio. — No te preocupes, en casa lo lavaré... disculpa — y continúo con su camino. Layla extrañada regreso a su casa.

Al día siguiente, la felicidad del divorcio se esfumó como si nada y se miró al espejo, seguramente había algo malo en ella si no podía reír o llorar por tan emocionante suceso. Se levantó y quiso desayunar.

Escucho que tocaron el timbre y fue a abrir de inmediato. En la entrada estaba su padre, la asistente y el doctor Morgan.

— Pasen, pero ¿qué hacen aquí? — pregunto mientras abrazaba a su padre.

— Tenemos una buena noticias pero antes conoces a Lisha?

— Si... trabajaba en el departamento contable.

— Si, ahora es mi asistente personal... pero que hacemos aquí parados — dijo y los invito a sentarse por sorpresa de Layla. Se sirvieron café y hotcakes.

Comieron en silencio hasta que el doctor Morgan alzo la voz y miro seriamente a Layla.

— Muchachita... vine porque te tengo una gran noticia. —

Layla se ilusionó, quizás ya sabía a qué se refería. — Si, ¿qué es?

— Encontramos un donador — dijo midiendo sus palabras.

Layla no se dio cuenta cuando comenzó a llorar. Por fin tenía una buena noticia que realmente esperaba.

— Escucha...

— Quiero la cirugía lo más pronto posible — dijo antes que nada.

— Si... está bien — dijo Morgan — Me haré cargo de los trámites también, la donante tiene una condición.

— ¿Es monetaria? — quiso saber.

— No lo creo pero ella quiere conocerte.

— Ok — dijo sin pensarlo mucho. Conocerse no podría afectar su juicio.

Morgan se fue antes para hacer el papeleo, estaba seguro que la cirugía podía llevarse en menos de una semana. El señor Evans le sonrió a su hija y después le hablo de que Lisha se quedaría con ella durante un tiempo al menos para que la ayudara en cosas de rutina como cocinar.

Layla acepto y se alegró de que no mencionara nada del divorcio. Esa misma noche iba a tomar un vuelo y le dijo que tan pronto se programe la cirugía volaría hacia ella.

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En la mañana del día siguiente, estaba alistándose para conocer a su donante. Ella y Lisha subieron al auto para ir al hospital. Layla estaba nerviosa. Había investigado un poco que al conocer donantes vivos podían cambiar de opinión para dar sus órganos al notar que la persona no les convencía o estaba por debajo de lo que esperaban.

Antes de que ella llegue, en la sala donde se reunirían estaba una joven mujer acompañada por un hombre atractivo.

— Donatella... no es tarde para arrepentirte.

— Mirko que cosas dices... yo... ya cumplí mi sueño y de no haberme enterado que aún podía ayudar a otros ni siquiera lo habría considerado. — dijo la mujer con largas pestañas.

— Es lo que digo, si tú marido está de acuerdo ¿porque tuve que venir contigo?

— Porque te lo pedí — dijo riendo — solo cállate y ya.

Minutos más tarde, entro Layla acompañada de Lisha. Un hombre muy guapo y una mujer los saludaron.

— Hola, soy Donatella Buffon.

— Layla Evans un placer. — Se presentó — ¿tú eres mi donante?

— Así es... siempre quise conocer a alguien de la familia Evans. — le dijo — cuando era niña, vivía en un orfanato. La familia Evans patrocina el lugar y me prometí que cuando pudiera tener una buena vida buscaría una manera de ayudarle a alguien.




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