Nadie te amo como yo

Capítulo 14

Amor es... entregar y recibir todo en la misma medida y agregarle uno más... pensó ella.

 

El lugar resultaba.... relajante. Roger no tenía que trabajar o disponer de un trabajo específico pues recibía una pensión casi millonaria por servir a su país, ella lo miraba como arreglaba cosas electrónicas o mecánicas a los vecinos o cosas que ellos necesitan en su casa o trabajo. Resultó que sabía el funcionamiento de la mayoría de la maquinaria que usaban en su vida diaria.

Layla se emocionaba con todo lo que iba descubriendo. Se atrevió a vestir de una manera más cómoda acordé al clima del lugar en esa estación pues en Suecia era más frío, en comparación, y siempre andaba cubierta de pies a cabeza.

A su asistente no se le hizo nada gracioso que trabajará a distancia y pues Layla tendría que asistir a las reuniones virtuales como siempre pero desde cientos de kilómetros más lejos. También le parecía divertido como mando todo al demonio solo para estar con un hombre, supuso que ese era el poder del amor incondicional e irracional.

Roger disfrutaba de cocinar aunque no era un gran cocinero, los pocos platillos que preparaba resultaban deliciosos en su paladar. Layla los halagaba con frecuencia, le emocionaba mucho que alguien cocinará para ella.

— Querida mía, no vayas a burlarte de lo que voy a cocinar — advirtió desde la cocina.

— No lo haré — soltó una risita. Esa mañana particularmente Roger quería prepararle el desayuno, una receta que descubrió la noche anterior, mientras ella enviaba algunos correos del trabajo. Se quedaron en pijama solo disfrutando de su compañía.

Toctoc, escucharon que tomaron la puerta.

— Layla ¿puedes abrir? Seguramente es la vecina pidiendo que le arregle algo pero ponte algo encima de ese camisón.

— Seguro — dijo mientras buscaba su bata. Camino directo a la puerta y abrió. — ¿Diga?

Solo milésimas de segundo sintió algo caliente tocando su piel que la hizo tambalear y un grito inconsciente de su parte.

— ¡PROSTITUTA! — grito una joven mujer que llevaba ropas coloridas.

Layla parpadeo en repetidas ocasiones y miro que en el suelo había una sopera vacía. Tocó su cuello y estaba ardiendo. Su camisón estaba lleno de comida.

— ¿Que sucede? — pregunto Roger acercándose. Vio a su novia en el suelo y corrió a ayudarla. La llevo al baño donde la mojo sin miramientos con agua fría.  — ¿Estás mejor?

— Me duele...— le dijo apenas conteniendo las lágrimas. Tenía un olor desagradable.

— Llamaré al médico... no te muevas de aquí.

Layla asintió al tiempo en que salía. Ella continúo mojando su herida hasta que dejo de sentir ardor.

— Señor Morán, ¿quién es esa mujer? — dijo la invitada que lanzó la sopera contra Layla. — ¿Porque hay una mujer aquí?

— Es mi novia, ¿dónde se supone debe estar? — dijo quitándole del camino. Roger salió y unos minutos más tarde regreso con el médico.

La mujer paso de largo y fue directamente a atender a Layla.

— ¡Limpia ese cochinero Gianna! — ordeno Roger.

En el baño, la mujer le quitó con mucho cuidado la bata y el camisón. Todo el escote y cuello había sufrido una quemadura leve que no necesitaría tanto tratamiento. Dejando todo el torso descubierto vio que el líquido tocó más piel hacia el busto pero nada grave.

— Tienes que aplicarlo algún mi receta — dijo dándole el ungüento y un papel. — Señorita, no la había visto por aquí... aunque si escuché de los vecinos que hay una señorita muy agradable que se acaban de mudar.

— Si... me mudé hace unos días. — Dijo tomando la ropa que le daba Roger...— Soy Layla Evans, ¿usted es?

— Es la señora Renata — dijo Roger

— Soy la señora Bianca — lo corrigió — llevo una clínica de primero auxilios en este lugar. Lo lamento, fue mi hija quien tiro la sopa sobre ti. ¡Gianna!

Una chica, quizás apenas adolescente entro a la habitación de dónde provenía la voz.

— Si mamá...

— Discúlpate, te envié para que trajeras una sopa no para que la lances a los invitados. — reclamo.

— Mamá... pero es una prostituta... hasta le hago un favor a Roger — señaló.

— Señor Moran — corrigió la mujer — discúlpeme... esta niña... no sabe comportarse. Diría que es la adolescencia pero me sacará canas verdes si se sigue comportando así.

La mujer saco a su hija de la casa. Layla miraba con tristeza su piel enrojecida.

— Perdón, no sabía que esa niña haría algo como eso.

— No importa... — dijo limpiándose la cara.

— Déjame ver — le pidió desabotonando la blusa que estaba por ponerse — Si, está irritado. — dijo tocando su pecho bajando lentamente.

— Roger... mis pechos no son juguetes. Es incómodo que hagas esto ahora.

— Lo sé pero al parecer lo disfrutas — dijo besándola. Olvidándose del almuerzo o el trabajo subieron a la habitación. Claro que no harían nada pero Layla necesitaba cambiarse de ropa.




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