Quizás, mañana solo es el día que no alcanzaste a ver, el día que no esperabas ver y el mismo día que te vio partir.
En vísperas de su cumpleaños número treinta, Layla cuidaba de él; Roger se quedó dormido en su cama de hospital con ella a su lado. Unos días antes se quejó de dolor de estómago y al no saber la causa lo dejó en observación por mucha insistencia de Layla y presión del grupo Evans que por descubrir que tenía.
— Oye... ¿qué harás está noche? — pregunto
— Mirarte dormir — contesto la chica.
— ¿De verdad? ¿Tan guapo soy? — le dijo intentando sonreír.
— Muy guapo... — le dio un beso en la frente. — Entonces, ¿qué quieres hacer?
— Quiero que me prometas algo — le dijo seriamente.
— ¿Ah sí? ¿Qué? — dijo mirándolo.
— Que el día en que no esté me olvidarás, comenzarás de nuevo hasta que te reúnas con la persona que debe acompañarte en la vida.
— Dices cosas muy locas... — contesto sin mirarlo directamente. Lo que decía sonaba a despedida. Había escuchado cosas similares de otras personas cuando sus vidas llegaban al final.
— Mi Layla... no quiero que llores por mí, rompe nuestras fotos y jamás visites mi tumba... si lo haces vendré a atormentarte cada noche hasta que dejes de hacerlo — pidió.
— ¿Porque? ¿Porque no puedo recordarte a mi manera?
— Porque si lo haces, jamás me dejaras partir. Y no quiero irme mientras recuerdo tu cara triste y fea como la de ahora. — contesto.
Esa noche Roger durmió como cualquier otro día. Layla no dejo de cuidarlo durante la noche hasta que ese aparto dejo de mostrar su actividad cardíaca. Su padre, quien la visitaba por su cumpleaños, le ayudo a dirigir el funeral, no tenía cabeza para pensar, actuar o recordar que estaba sucediendo. No fue difícil encontrar a sus hermanos y sentía que al menos dos de ellos la miraban con ansiedad.
— Hola, Soy Peter Moran, lamento mucho que nos hayamos conocido en estas circunstancias — dijo dándole unas palmadas.
— Mucho gusto soy Layla Evans... salí con él casi los últimos dos años — le dijo. Ni siquiera había llorado cuando se dio cuenta que Roger dejo de respirar solo estaba muy calmada.
— Entonces lo conociste bien... excelente — hizo la seña para que otro hombre se acercara — mi hermano Stanley... ambos te agradecemos que hayas llenado de color su vida. Si necesitas algo, solo dinos.
— Si....— fue lo único que pudo decir. El hombre al que llamo Stanley estaba destrozado. Lloraba a moco tendido ni sabía hacia donde lo llevaban. Una mujer se acercó a tomarlo del brazo y miro a Layla. — ¿Si?
— Soy Sasha... ¿me recuerdas? — pregunto la mujer pero Layla negó con la cabeza. Se alejó dejándolos desconcertados.
Cuando la anfitriona ya no pudo escuchar, Sasha miro a Peter.
— ¿No era la novia de Toru?
— Si... que extraño... Stanley deja de llorar y dinos... ¿es ella? — señaló a la mujer.
Stanley lo miro pero no pudo reconocer a nadie y negó con fuerza. La familia Morán dio su despedida y salieron del lugar. Layla y el abogado de Roger se habían reunido. Él había dejado un viejo testamento, desde sus días de soldado, donde especificaba que debía suceder a su muerte. La pensión millonaria era para su sobrina Evalyn, hija de Peter y Katrina; quería descansar en Maranola y la casa que compro en ese lugar pasaría a manos de Layla (según el abogado fue añadido recientemente). Los hermanos de Roger se mostraron de acuerdo; Mirko y Donatella se encargaron de llevarlo al cementerio puesto que Layla se desplomó en medio de la pista del aeropuerto por agotamiento.
Estuvo en el hospital por casi dos semanas, en sus días que cuido de él ella se descuidó mucho y era básicamente un milagro que pudiera mantenerse en pie. Cuando regreso a su casa en Estocolmo, Amelia la recibió con un abrazo y una comida caliente. Layla no sabía que decir, tantas cosas la tenían abrumada.
Paso poco tiempo antes de que volviera a viajar a Manarola sin el conocimiento de su padre, incluso convenció a Lisha de acompañarla. Llegó en medio de la noche y en la puerta encontró a esa niña malcriada que siempre estaba lastimándola.
— ¿Eres Gianna? — pregunto al verla
La chica la miro y se levantó molesta dándole un golpe en la cara.
— ¡Fue tu culpa! ¡Tú lo mataste! — Le reclamo — ¡Roger era tan amable! Tan sano que es imposible que al estar con una arpía como tú se hubiera enfermado, mereces morir... ¡muere y que regresen a Roger! — le dijo llorando a más no poder. Layla la dejo llorando y entro a la casa con Lisha.
Las pertenencias las dejaría como estaban, los muebles los cubrió con sábanas blancas y algunos alimentos que aún seguían enlatados quedarían guardados, no sabía qué hacer, había buenos recuerdos en esa casa, al menos podría cuidarla mientras buscaba una manera de ponerla a nombre de Evalyn. No sabía que tenía una sobrina y al menos en lo que respecta a su familia siempre fue una incógnita. En su mundo, solo eran ellos dos.
— ¿Señora? El señor me dijo que tiene un viaje de negocios a Portugal, me pregunta si usted va o él debería asistir.
Editado: 23.12.2022