- ¡Vamos moveos! - Gritaba mientras cubría a los rezagados de mi equipo disparando con el subfusil automático. - ¡Os pesa el culo y como no espabiléis esas cosas hincarán sus dientes metálicos en ellos!
Habíamos estado descansando en el jardín de infancia, durmiendo por turnos todo lo que quedaba de día hasta la mañana siguiente en la cual reapareció la luz. El motivo de nuestra espera fue que consideré que era mejor esperar a que se dispersara el humo de la explosión del tren y de paso aprovechar para descansar, no quería arriesgar a mi equipo a que murieran por falta de visibilidad y/o cansancio.
Poco a poco se fue disminuyendo la intensidad de la luz y por las ventanas puede ver una especie de cielo estrellado, en Denbek se había simulado a la perfección el firmamento. Poco a poco la oscura noche pasó a una tonalidad más azulada y fue espectacular ver como los cables del techo habían emulado las tonalidades del amanecer, dando una magnifica salida del “sol”.
En todas esas horas no habíamos tenido ningún contacto con los investigadores y fue también en esas largas horas de espera cuando nos dimos cuenta de que no nos habían subministrado alimento, así que tuvimos que salir del paso.
- ¿Potitos de bebé? ¿Me estás diciendo que nos vamos a alimentar de jodidos potitos de bebé? – protestó Fortachón. - Soy un jodido adulto hecho y derecho y me dais comida de bebés?
- Bueno…- Dijo la Escapista. - Siempre pues des no comer…
- No, no hay esa opción. - Intervine yo. - Aquí vamos a comer lo que tengamos a mano, no quiero que nadie me desfallezca en el transcurso de la misión. Y si hay que comer jodida comida de bebé, se come y punto, es una orden.
No hubo más discusión, algunas caras raras, pero nada más, también comimos papillas y bebimos leche que encontramos por el local. Lo que, sí que llevamos, orden mía, siempre era una cantimplora con agua, bebimos y la rellenamos del agua del grifo, que, al parecer, según ponía en una etiqueta cerca del grifo, esta estaba purificada y apta para el consumo.
En el mundo nuevo el agua era un bien que escaseaba, así que toda el agua utilizada retornaba a unos depósitos situados debajo de la ciudad y allí se depuraba, por lo tanto, toda la población de Denbek tenía acceso gratuito al agua, esa era una de las ventajas de vivir en esta ciudad. Así que mientras afuera se pegaban por un mísero vasito de agua, aquí dentro no tenían ese problema.
Deje a mi equipo que se entretuviera jugando con los juguetes de los críos, era gracioso ver a adultos uniformados y cachas jugando con juguetes de bebés y niños. Pero no había otra las esperas eran duras y mientras no hicieran mucho ruido jugando no me importaba.
- ¡Joder ¡He vuelto a perder! - Gritó Fortachón. Esto no puede ser.
- Tienes un mal perder hombretón. - Dijo la Demoledora, la cual había ganado a Fortachón jugando a las damas.
- Chist, no gritéis. - Dije yo, después de advertir que una de esas criaturas metálicas miraba hacia aquí y estaba pendiente de lo que ocurría. - Podéis llamar la atención de cosas indeseables.
- Lo siento capi. - Dijo Fortachón rojo.
Al menos la criatura que habíamos llamado la atención se cansó y prosiguió su avance sin venir a investigar. Esto era una teoría mía, pero al parecer con el ruido de las explosiones y el humo no se habían dado cuenta que estamos aquí escondidos ni que habíamos eliminados a esos bebés metálicos, pero ese acontecimiento fortuito podría no durar para siempre y detectar nuestra posición.
Las horas pasaron, sin que volviéramos a contactar con los investigadores, así que al final decidí que no podíamos demorar más la espera y nos dispusimos a avanzar hacia nuestro objetivo, el edificio central de la ciudad. Esperaba que una vez allí pudiéramos recuperar el contacto con Abril y Takada.
Hicimos otra vez recuento de balas y repartición de estas. Cartuchos de escopeta a penas nos quedaban, habíamos utilizado unas cuantas en la refriega después de caer del monorraíl y otras tantas en la lucha contra los bebés metalizados, así que decidí que el equipo entero fuese armado con los subfusiles, para así ir disparando ráfagas a nuestros enemigos, el problema estaba que eso consumía muchas balas.
Salimos y nos pusimos en formación, alerta a cualquier movimiento del enemigo y pendientes de la casi mágica habilidad de Radar para detectar enemigos. Nuestras botas hacían crujir los fragmentos de cristal rotos, provenientes de los restos del monorraíl y de las ventanas de algunos vehículos o casas que habían reventado a causa de la explosión, al menos la zona estaba despejada de humo, y al parecer de enemigos también… O eso creía…