Estábamos buscando a Napoleón. Jean nos llevó a un páramo por una corazonada. A través de los escasos árboles, el paisaje rocoso daba paso a un acantilado irregular. Y el acantilado terminaba en una pronunciada caída. ¿Vendría alguien a este lugar desolado y peligroso? Y sin embargo... Allí estaba, mi amado, jadeando con fuerza por el esfuerzo o el dolor. No podía decir cuál.
· MC- Napoleón...
Se mantuvo en posición de combate, empuñando su espada.
(Lo encontramos.)
Frente a él estaba su oponente. El hombre encapuchado, aunque desprovisto de la capa, llevaba un uniforme de oficial carmesí. También mostraba el cansancio de la batalla. Y su sable curvo apuntaba a Napoleón.
(Ese es Arthur Wellesley... el Duque de Wellington).
Ninguno de los dos hombres se percató de nuestra llegada.
· DUQUE DE WELLINGTON- ¿Siempre fuiste un esgrimista tan malo, Bonaparte?
· NAPOLEON- No he estado tratado de matarte.
· DUQUE DE WELLINGTON- ¡Oh, ahórrate esas palabras melindrosas y delicadas! Eso no es propio de ti y lo sabes. ¡¿Dónde está el hombre cuyas ambiciones hicieron que el continente se tiñera de rojo?! Tú podrías matarme. Deberías querer matarme, Bonaparte. Es fácil para ti.
(...Hay algo que no está bien en él.)
Era la forma irregular en que hablaba. Como si alguien estuviera susurrando un flujo constante de locura en su oído.
· MC- Esto no es bueno. Tenemos que detener a Wellington. ¿Quién sabe lo que podría hacer?
· JEAN- No puedes acercarte más. Sólo distraería a Napoleón.
(Quería correr a su lado, pero Jean tiene razón.)
Nos bajamos del caballo. Sin embargo, los dos hombres se percataron de ello, como si fueran actores en una obra de teatro. Era como si me hubieran obligado a mirar.
· NAPOLEON- ¿Por qué has vuelto, Wellington? ¿Por qué me buscaste?
· DUQUE DE WELLINGTON- ¿No es obvio? Volví porque estabas vivo de nuevo. ¡No puedo enviarte lo suficientemente LEJOS, Napoleón!
(Realmente volvió a la vida por culpa de Napoleón... ¿Podría ser eso?)
La punta del sable de Wellington giraba lentamente, como si estuviera incitando a Napoleón.
· DUQUE DE WELLINGTON- ¡Exiliado dos veces, y aún así has vuelto! ¡¿Por qué estás vivo de nuevo?! ¡Como si eso no fuera suficiente crimen, olvidaste tu pasado y ahora te pasas los días romanceando con una chiquilla!
· NAPOLEON- ¿Quién te habló de MC? ¿Por eso la secuestraste? ...¿Porque estabas enfadado conmigo?
· DUQUE DE WELLINGTON- ...MC, ¿ese es su nombre? Sí, pensé que si me deshacía de ella, no tendrías más remedio que retomar tu destino.
· NAPOLEON- Ya veo.
· DUQUE DE WELLINGTON- Pero no perderé más el tiempo. Te obligaré a volver a ser el hombre que eras, ¡aunque te mate en el proceso! Napoleón Bonaparte... nuestros destinos están demasiado unidos. Y a menos que acabe contigo, nunca podré descansar... ¡Esa es la única razón por la que he vuelto!
Wellington se abalanzó sobre él. Napoleón volvió a atacar. Wellington atacó de nuevo. Y otra vez. En cada ocasión, Napoleón sólo se defendió.
(En realidad no contraatacaba en absoluto).
· DUQUE DE WELLINGTON- Eres un cobarde, Bonaparte. ¡Veamos qué tan cobarde eres realmente!
Wellington le dio un golpe en el pecho. Abriendo un corte en el costado de Napoleón. Yo reprimí un jadeo. Napoleón trastabilló y se arrodilló; Wellington levantó su espada en alto.
· DUQUE DE WELLINGTON- Este es el final, Bonaparte. El 'coup de grâce', como lo llaman ustedes los franceses.
Napoleón sólo pudo mirar la hoja. El sable brillaba vilmente a la luz de la luna. Pero antes de que descendiera...
(¡No, no lo harás!)
Agarré una piedra y la lancé con todas mis fuerzas contra Wellington.
· MC- ¡Napoleón, levántate!
La roca golpeó a Wellington en el hombro. Quien retrocedió y dejó caer la empuñadura de su espada. Esa fue toda la oportunidad que necesitó Napoleón. Con la velocidad de un rayo, lo empujó con la empuñadura de su estoque, haciendo retroceder a Wellington. Lo tenía a punto... la hoja de Napoleón era una aguja contra la garganta de Wellington. Napoleón dedicó una mirada hacia nosotros.
· NAPOLEON- MC, Jean. Los dos están aquí.
Me encontré con los ojos de mi amor victorioso a la luz de la luna.
· MC- Hemos venido aquí por ti.
· DUQUE DE WELLINGTON- ¡La mujer! ¡¿Cuándo ha...?!
La loca ira de Wellington se volvió contra mí. Que estuviera a unos cuantos metros y con una espada en el cuello no pudo evitar que me acobardara. Sentí un miedo profundo. Jean se puso delante de mí.
· JEAN- Ni se te ocurra.
· MC- Jean...
· DUQUE DE WELLINGTON- ¡¿Tú eres...?! Espera, sí, ¡me acuerdo! Él también habló de ti. Pero no creí...
· JEAN- Piensa lo que quieras. No estoy aquí para interrumpir su duelo, sólo para ayudar a Mademoiselle. Pero te advierto que si le apuntas con tu espada, perderás una mano.
Era la primera vez que oía pasión en la voz de Jean, y la forma en que la utilizó me heló. Napoleón también me miraba. Se notaba que estaba preocupado por mi seguridad. Le lancé una mirada confiada y le dije- Concéntrate en lo que tienes que hacer. Estaré bien.
· DUQUE DE WELLINGTON- ...Hasta el Santo de Orleans vuelve a caminar por la tierra...¡¿Qué es lo que está mal en este mundo de locos?! ¡¿NADIE se queda muerto?!
Ni siquiera el estoque de Napoleón en su garganta impidió que Wellington se riera de forma frenética.
· NAPOLEON- Wellington, eres tú quien se ha vuelto loco.