El me advirtió una vez .
—¡Cuidado es peligroso jugar! —
Pero que pasó con el juego de nuestras miradas, aquella que me condenó.
Fue esa nuestra primera mirada que hizo que se congelará el tiempo, que mi corazón latieta cómo loco desesperado por tú atención, un ademán que me obligó a ver a tus atributos y encantos capaz de devorar al mundo si así lo deseabas.
Desde ese momento me perdí, mis pensamientos solo fueron centrados en ti, me volví dependiente a tu persona.
Las sonrísas que me robaron tus pupilas, los sueños de madrugada dónde tus ojos eran los protagonistas, me condenaron al juego de cupido, ¡Oh ingrato cuánto me hiciste sufrir!.
Cuando mis ojos decaen en tus labios, los míos los aclaman sedientos entonces me perdí en el juego del amor.
Condename cómo cruel verdugo,
a las cadenas perpetuas
de tu amor ,
condename a ti,
para bañarme con el juego
de tu pasión!.