Aun la noche más tranquila y cálida puede cambiar totalmente por un hecho inesperado, convirtiéndose en una pesadilla interminable, que hacen que el tiempo se dilate y el amanecer parezca nunca llegar. Pero, ¿cómo algo que parece tan perfecto puede tornarse en el peor de los horrores?
Erase las 10 de la noche de un día de verano, con un nublado tenue que daba indicios de lluvia, algo un poco raro pese a la estación del tiempo que se tenía, pero es de esperarse ese tipo de condiciones climáticas fuera de tiempo cuando el ambiente esta tan deteriorado por la contaminación.
Esa noche, Meliá se disponía ya a dormir, había terminado de hacer sus trabajos de la universidad, había aprovechado muy bien el tiempo. Sus padres esa noche no se encontraban en casa, habían salido de la ciudad, dejando a Meliá sola con su hermano menor de 11 años, el cual ya estaba dormido para ese momento.
Meliá apagó la luz de su habitación y se dirigió hacia su cama, se acostó y se envolvió en su sabana disfrutando del buen clima que hacia esa noche, cerro sus ojos y estaba a punto de quedarse dormida, cuando escucho el sonido de la silla mecedora de su papá, moviéndose de un lado a otro. Pensó que probablemente su hermano se había levantado porque no podía dormir, así que se levantó y en el momento en que encendió la luz de su habitación, dejo de sonar la silla mecedora moviéndose. Le pareció un poco extraño, pensó que a lo mejor había sido el viento y sin meditar mucho en el asunto volvió apagar la luz, casi de inmediato volvió a escuchar la silla moverse, por el miedo volvió a encender la luz, y el sonido de la silla volvió a dejar de producirse.
Se sintió intranquila, así que encendió la linterna de su celular y asomándose desde su puerta sin salir de su habitación alumbraba a su alrededor, no podía ver la silla que se encontraba en la sala desde ahí, pero tenía miedo. Así que marco al celular de su hermano. Mientras miraba la pantalla de su celular sintió una pequeña brisa en su espalda, como si alguien hubiera pasado atrás de ella. Sintiéndose aterrada, volteo a ver y no había nada tras ella, marco al celular de su hermano el cual se encontraba a una habitación de por medio de ella, pero ella no deseaba salir de la habitación, para su desgracia, su llamada fue desviada al buzón de voz.
Se sintió acorrala en su habitación y la silla volvió a sonar; Meliá no creía en fantasmas o cosas sobrenaturales, nunca había vivido algo así, pero dadas las circunstancias que estaba viviendo en ese momento, hasta el más incrédulo siente escalofríos recorriendo por todo su cuerpo.
Meliá se lanzó hacia su cama y se envolvió en su sabana; Si claro, como si eso fuera a protegerla de lo que se avecinaba. Sentándose justo en la esquina de su cama la cual estaba pegada a la pared de su habitación, quedo con su espalda apoyada en la esquina de las paredes. La luz de su habitación se apagó, su celular empezó a fallar la lámpara de su teléfono parpadeaba de manera rara hasta que de pronto la linterna y todo su celular se apagó por completo. Quería gritar de terror, pero su mente no se lo permitió, había caído en un miedo tan profundo que su cuerpo dejo de responderle como ella deseaba, su boca no la dejaba gritar, su mirada trataba de ver en todas direcciones en medio de la oscuridad, una oscuridad muy negra, sin embargo, la oscuridad no era lo suficientemente negra comparada con lo que Meliá estaba viendo frente a ella, al extremo de su cama.
Un ser alto, delgado, con una forma de cabeza extraña, unos brazos largos con dedos que más bien parecían garras, más negro que la oscuridad y del cual solo se podía ver su silueta, Meliá se negaba a creer lo que estaba mirando, así que cerro fuertemente sus ojos y metió su cabeza en la sabana; pero la presencia de ese ser se sentía tan fuerte, su cuerpo percibía como lentamente esa cosa espantosa se acercaba hacia ella casi como flotando en el aire.
Sintió un gran pesar en su cuerpo, su pecho se comprimía, su corazón se aceleró, su respiración se descontrolo, su cuerpo reacciono alocadamente, de su nariz empezó a escurrir sangre, y apretando fuertemente sus ojos, sentía como esa cosa estaba frente ella, cara a cara, mirándola fijamente y sintió como esa cosa se alimentaba de su miedo. Sus brazos comenzaron a levantarse involuntariamente bajo la sabana y en el momento como acto reflejo cayo acostada en su cama y se puso en posición fetal tratando de protegerse, temblaba exageradamente, luego sintió caer el peso de esa cosa encima de ella, abrazándola, empezó a llorar en silencio.
Meliá empezó a sentir como la temperatura subía, sentía que ya no estaba en su habitación, hubo un gran silencio por un momento, para ella era como estar en un gran vacío; en el cual solo están ella, esa sombra sobre ella y esa sensación de un frio interno recorriendo sus venas pero con un calor extraño por fuera.