“Cuando encuentres aquel ser especial, en la que puedas depositar toda tu confianza y entregar todo tu ser, entenderás las acciones que estoy llevando a cabo”. Fue el pensamiento que se cruzó por su mente, una frase que su padre le había dicho hace cientos de años y que en ese momento, con sus ojos totalmente rojos emulando el fuego, sus dientes afilados como colmillos y sus alas extendidas, sobrevolando el edificio en donde se encontraba secuestrado, aquel ser que le hizo comprender todos los actos que su padre realizo, que no fue casualidad que se la dijera y que todo lo vivido tenía sentido, en su espalda estaba la luna llena que lo haría recordar el evento, que todo lo cambio…
En ese entonces, Azath se encontraba en una cueva, a las afueras de las ruinas de la ciudad que antaño era conocida como Nueva York; que visito un par de ocasiones antes de la “Segunda Devastación”; así llamaban a la Segunda Guerra de la Gran Devastación, antiguamente la ciudad estaba llena de vida, no se comparaba en nada al cascarón gris e inerte que tenía ante sus ojos y que la poca luz que había era por la luna llena, además ahora el océano se encontraba al lado occidental de la ciudad, porque el continente norteamericano, que en su tiempo pronosticaba que estaría la principal potencia mundial de los próximos siglos, ahora era un grupo de islas.
Resaltaba un edificio de quince pisos fuertemente custodiado por cientos de humanos conocido como El Recinto, lugar que albergaba miles de libros y documentos de todo tipo, el que estaba buscando se encontraba en el piso siete, sabía que su asalto tenía que ser rápido y sin daños colaterales; no quería ganarse más el odio de los humanos que siempre lo estaban persiguiendo, por ello se posicionó a una distancia prudente para que no notaran su presencia y con la gran fuerza de sus piernas salto, mientras se acercaba a su objetivo hizo su cuerpo etéreo.
Cuando se encontraba encima del edificio empezó a descender lentamente y atravesaba los pisos sin ningún problema, su cuerpo era como el viento y sin ruido alguno, logro estar en el centro de la bóveda principal del piso, hizo solo sus manos corpóreas y empezó a buscar el libro que necesitaba entre los estantes.
Después de unos minutos lo encontró, simplemente reviso las primeras páginas para asegurarse que era el correcto, puesto que el tiempo se había agotado y sabía que salir de allí no sería fácil; los humanos ya habían notado su presencia y se encontraban alerta, su mejor opción era llegar a la terraza del último piso, con la ayuda de la altura su salto de escape sería más largo.
La habilidad de volver etéreas partes de su cuerpo específicas y luego corpóreas en cuestión de segundos, la había perfeccionado durante siglos, así que el escape no sería difícil para él, sin embargo, no quería causar ningún daño.
Coloco el libro dentro de su gabán andrajoso, miro hacia el techo y dio un salto atravesando los pisos, en cuestión de segundos estaba en el quinceavo piso, allí estaban docenas de Arcontes; así nombraban a los nuevos soldados de la humanidad, que rápidamente se organizaron rodeándolo, algunos con arcos, ballestas y rifles apuntaron directamente contra él, los que estaban en primera fila tenían armas de melé de todo tipo.
Sus ojos rojos se posaron sobre ellos y cuando se disponían a atacarlo una espesa nube de color negro azabache lo cubrió todo en un parpadeo, los Arcontes no sabían qué estaba sucediendo, se llevaron las manos a la boca y cerraron sus ojos pensando que aquella nube podía ser tóxica, Azath tomo el impulso necesario y salto fuertemente alejándose del lugar.
La nube se despejó y todos los Arcontes quedaron estupefactos, ninguno de ellos sabía a donde podría haber huido; para su sorpresa, el demonio de los ojos rojos no había asesinado a nadie con la nube ni con su asalto, decidieron llamar a la directora a informar lo sucedido.
Cuando Azath toco el piso empezó a correr a toda velocidad alejándose del edificio, con el libro apretándolo contra su pecho, su misión había sido un rotundo éxito, se encontraba tranquilo porque no hubo víctimas.
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Editado: 15.09.2024