“¡Eso es todo! Es imposible que esta sea toda la información que contenga este libro” pensó Azath mientras pasaba con fuerza las hojas del libro que había sacado del El Recinto. No podía creer que solo tuviera información muy general sobre la energía espiritual, datos que fácilmente podría haber recopilado observando a los Arcontes durante un tiempo.
Azath arrojó el libro contra la puerta de la habitación, se dejó caer sobre la cama y mirando al techo, una multitud de pensamientos invadió su mente. Sin embargo, unos delicados golpes en la puerta lo interrumpieron.
Azath suspiró profundamente y levantó la voz con un contundente "¿Quién es?". Una voz tímida respondió al otro lado de la puerta: "Soy Jillya, señor. ¿Puedo pasar?". De inmediato, Azath se sentó en el borde de la cama y cambió en un parpadeo el color de sus ojos a un negro azabache. Respiró y con una voz más sosegada dijo:
Azath: Adelante, pasa.
Jillya: Escuché un fuerte ruido y vine corriendo a ver si estabas bien – Entró a la habitación. Sus grandes ojos azules miraron con timidez y preocupación a Azath – ¿Te lastimaste? ¿Necesitas algo? – Preguntó mientras se acercaba para examinarlo.
Azath: No te preocupes. No es nada – Respondió, suavizando su voz, sin apartar su mirada de las manos entrecruzadas de aquella pequeña y frágil niña, conmovido por su bondad – Siento haberte asustado, después de lo mucho que has hecho por mi
Jillya se acercó y se sentó con delicadeza en una silla cercana. Miró al suelo antes de hablar.
Jillya: No tienes que disculparte, solo quería asegurarme de que estuvieras bien, además puedo ver que tu energía espiritual, aunque tenga un aura oscura, es muy amable y cálida.
Azath: ¿Qué has dicho? – Dijo sorprendido y mirando su rostro.
Jillya: Son mis ojos, la señora Elizabeth dice que son especiales porque pueden ver la naturaleza de la energía espiritual.
Azath: ¿Conoces a Elizabeth Lutero? – Azath estaba anonadado por lo que escuchaba.
Jillya: ¡Sí! – Dijo entusiasmada – Ella viene bastante a la posada, dice que tengo cualidades para ser una gran Arconte, ¡Además mis ojos son muy especiales entre los humanos! – Posó su mano en su pecho, cerrando los ojos y alzando la cabeza en señal de orgullo, aunque para Azath, esa pequeña niña solo le transmitía ternura.
Azath: Ya veo. Entonces estás pensando en convertirte en Arconte, ¿qué edad tienes?
Jillya: Tengo once años, así que debo esperar otros cinco para empezar mi entrenamiento. Por eso ayudo a mi mamá aquí en la posada, para tener dinero suficiente y que ella pueda dejar de trabajar cuando inicie mis estudios, he soñado con eso desde muy pequeña. Será genial poder estudiar en los Claustros – Ella se levantó y se acercó hacia él y mirándolo con sus grandes ojos azules le pregunto – ¿Tú no eres un Arconte?
Azath: Es... complicado. Digamos que no tengo las mejores relaciones con la Iglesia – Exclamo titubeando.
Jillya: ¡No te preocupes! – Grito tomando sus manos con confianza. Azath estaba impactado, ningún humano y menos una niña pequeña se había acercado tanto a él – La señora Elizabeth es muy buena persona, si hablas con ella puede que te admita, ¡Yo puedo acompañarte, aunque no lo creas soy muy valiente!
Azath: No podría hacerlo, ya me has ayudado mucho – Dijo con una pequeña sonrisa
Jillya: Esta bien – Respondió Jillya ruborizándose un poco – Me gustaría tener a alguien tan amable como tu acompañándome en los Claustros, podríamos estudiar juntos y hacernos más fuertes – Dijo con voz tímida.
Azath: Entiendo, pero necesito resolver unas cosas antes.
Jillya: Hagamos una promesa – Propuso la niña con entusiasmo - Yo estaré aquí esperándote hasta tener la edad para empezar mis estudios. Tú puedes resolver lo que te está preocupando. ¿Qué te parece?
Azath: Está bien, Jillya – Respondió conmovido por la energía y bondad de la pequeña – Haremos esa promesa. Haré todo lo posible para volver en cinco años e iremos juntos a hablar con Elizabeth.
Jillya: ¡Eso es genial! – Jillya dio pequeños saltos de alegría – Estoy emocionada de tener un amigo como tú, ¿cuál es tu nombre? – Pregunto sonriendo ampliamente.
Azath: Azath – Respondió con una leve sonrisa.
Jillya: Perfecto, Azath. Y no te angusties por tu energía espiritual. Guardaré el secreto – Poso su dedo índice entre sus labios en señal de silencio – Además, mi padre una vez me enseño que los seres más fuertes y puros combaten a la oscuridad desde las sombras.
Azath se sorprendió al oír aquella frase. Acto seguido, Jillya tomó su mano y entrelazó sus meñiques en señal de promesa.
Jillya: esta es una promesa que es irrompible. Te esperaré – Dijo mirándolo con ternura. Luego salió dando saltitos hacia la puerta. Antes de irse se volteó y añadió – El desayuno está listo. Puedes bajar cuando gustes. Y si no te gusta lo que hay, le diré a mi mamá que te prepare lo que quieras – Le guiñó un ojo y cerró la puerta.
Azath se quedó pensativo. La pureza y esperanza de Jillya habían tocado una fibra sensible en su interior. Al recoger el libro del suelo, observó unas notas en la contraportada que lo llenaron de esperanza, era solo el volumen uno de siete tomos. Aunque sus ansias de obtener el conocimiento completo regresaron, sabía que no podía atacar nuevamente El Recinto. Los humanos estarían alertas y era imposible volver a hablar con su informante, en quien ya no confiaba por haberle ocultado la existencia de los demás volúmenes.
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Editado: 15.09.2024