"El de los Ojos Escarlata, no conocemos mucho de él, tiene la capacidad de destruir nuestro mundo pero solo nos ha ayudado..."
El Ris-Cardenal Alexander contemplaba cómo las personas trabajaban hasta altas horas de la noche en el mercado. Miles de productos pasaban de mano en mano y todas las personas eran muy amables entre sí.
El ruido era ensordecedor por la multitud, pero no se oía ninguna queja ni molestia. Cientos de especias pasaban por el lugar, por lo que su olor era bastante variado. Las tiendas se organizaban de forma lineal, permitiendo que los compradores pasaran entre los pasillos de forma cómoda, y en el centro había una enorme fuente de agua.
Alexander ya era un hombre mayor, robusto y alto a pesar de sus 65 años de edad, con tez morena, cabello largo y barba frondosa. Vestía completamente de blanco con una larga túnica y una kefia, simulando a los antiguos árabes que habitaban la región que ahora formaba parte de su territorio; conocido como el Cristiano Oriental, donde se practicaba el cristianismo con algunas costumbres y filosofías de la ahora extinta religión del Islam. Su abuelo, el antiguo Cardenal Levay, argumentaba que de las antiguas religiones se podía aprender mucho.
Mientras caminaba, no paraba de recordar la reunión con los demás Ris-Cardenales, las intenciones de Philippe de intentar matar a Azath lo seguían molestando y, a la vez, angustiando. Entendía que un Mitnaqesh capacitado para enfrentarlo debía ser muy poderoso y haber tenido un entrenamiento infernal. Sentía lástima por la pobre criatura.
Un grupo de niños se acercó a él con caras sonrientes y llenos de vida. Todos pedían una pequeña muestra de afecto por parte del Ris-Cardenal, quien era bastante querido por todos en su territorio.
Su actitud amable, su capacidad como gobernante, su altruismo; eran dignos de resaltar entre todos los miembros de la iglesia. Todas esas actitudes las había heredado de su abuelo.
Cuando se sentó en la fuente, recordó aquella terrible noche cuando, aun siendo un niño, sus padres fueron asesinados por un grupo de demonios salvajes; criaturas que lograban manifestarse en la tierra al escapar del infierno, cuyo único propósito era generar caos en la humanidad.
Durante aquella terrible noche, vio cómo sus padres intentaban protegerlo, pero al no tener Nasham, no podían hacer nada contra las terribles criaturas. La frustración y el enojo aún los recordaba, así como el miedo que lo paralizó.
Cuando fueron a atacarlo a él, con su garras y colmillos empapados en sangre, aquel de los Ojos Escarlata; como lo llamaba su abuelo, lo salvó de su terrible destino.
Desde entonces, empezó a vivir con su abuelo, quien le instruyó y educó. Todavía recuerda las lágrimas de felicidad que su viejo derramó al enterarse de que sería un Ris-Cardenal. Desde entonces ha mantenido su filosofía.
Cuando se levantó de la fuente, vio al cielo, la luna y las estrellas estaban muy hermosas “… Siento que los destinos de la humanidad y de él, están conectados por alguna razón, prométeme que lo ayudaras cuando sea necesario.” Fue la promesa que lo hizo cumplir su abuelo, antes de fallecer.
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Editado: 15.09.2024