Aunque los territorios Luterano y Puritano intentaron por todos los medios ocultar la masacre, la noticia de que un demonio de ojos rojos había aniquilado a una de las bandas de caníbales más grandes del mundo se esparció por todos los rincones como un susurro oscuro. "La Sinfonía del Silencio Escarlata" provocó escalofríos y sus horripilantes consecuencias tuvieron múltiples reacciones en un mundo ya devastado.
La noticia fue cuidadosamente modificada cuando llegó a los altos mandos del Vaticano; no se mencionó lo sucedido con los niños y se exageró el estado de los cuerpos. El Papa Pío XV se encontraba en su despacho, la tenue luz del atardecer se filtraba por los vitrales mientras tomaba una copa de vino tinto, sus ojos cansados observaban la Plaza de San Pedro, recorriendo las columnas y estatuas al tiempo que pensaba en cómo el mundo podía cambiar con este acontecimiento, el peso de siglos de secretos y conflictos parecía asentarse sobre sus hombros encorvados y un breve suspiro pareció enfriar el ambiente.
En el territorio Católico Cardenalicio, Philippe se encontraba tranquilo, esbozando una sonrisa enigmática que no llegaba a sus ojos fríos, sus dedos se movían sobre un antiguo manuscrito, como si contara los segundos para que un plan largamente gestado se pusiera en marcha.
Mientras tanto, en el Cristiano Oriental, Alexander quedó pasmado al escuchar los horrores sucedidos, un escalofrío recorrió su espina dorsal mientras recordaba las palabras de su abuelo, en el fondo de su corazón, sabía que la noticia no estaba completa y que el demonio de ojos rojos debió tener una fuerte razón para sus acciones, la duda y la lealtad libraban una batalla silenciosa en su interior.
Desde el lejano territorio Ortodoxo, Ezequiel con manos temblorosas por la edad y la preocupación, escribió una carta que fue enviada de forma inmediata al Papa, sus palabras cargadas de urgencia, manifestaban los horrores que aquel demonio podría desatar si no se actuaba, la tinta parecía sangrar en el papel, como un presagio de lo que estaba por venir.
En el Claustro Luterano, la noticia asustó a todos los aspirantes a Arcontes, el miedo se palpaba en el aire, espeso como la niebla; sin embargo, una esbelta figura con cabello rubio y rizado se encontraba descansando junto a la fuente del patio central. Una sonrisa esperanzadora iluminaba su rostro mientras escuchaba los murmullos aterrorizados a su alrededor, posó sus dos manos sobre su pecho, como si intentara contener un secreto demasiado grande para su corazón y susurró con voz apenas audible, "Es hora, padre", sus verdes ojos brillaban con una determinación que contrastaba con el temor general.
En un pequeño pueblo del territorio Católico Romano, los lugareños no dejaban de hablar sobre la masacre; sus voces se elevaban en las calles empedradas mezclando el temor y júbilo, esperanzados de por fin librarse de los caníbales, la noticia llegó a oídos de una pequeña niña que disfrutaba de un helado de vainilla en la plaza del pueblo; una de las pocas acciones que podía gozar de su arrancada niñez.
Al escuchar los detalles escabrosos, la niña terminó enseguida su helado; sus ojos, antes inocentes y puros, se tornaron fríos y calculadores, con movimientos precisos se tapó completamente el rostro con su capucha y desapareció entre las sombras de los callejones, su mente entrenada para matar, procesaba la información, estaba cerca de encontrar a su presa.
Mientras el sol se ponía en el horizonte, tiñendo el cielo de rojo sangre, el mundo contenía la respiración, a la espera de lo que el destino y un demonio de ojos escarlata traerían consigo.
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Editado: 15.09.2024