Nasham

Segunda parte - Capitulo I

Habían pasado dos días, su energía espiritual seguía desgastada, cada músculo pesaba como piedra y la culpa por no haber salvado a la niña aún ardía en su conciencia, no sabía qué dolía más; su cuerpo exhausto o la voz quebrada de aquella madre resonando en su mente.

Se levantó despacio, su ropa estaba hecha trizas por la transformación; aquel estado al que casi nunca recurría por el enorme desgaste que dejaba. Tomó unos harapos limpios y antes de salir, usó la poca energía acumulada para oscurecer sus ojos a un negro profundo, no quería sospechas.

Bajar las escaleras fue casi una prueba física, se sentó en el comedor y cubrió sus ojos con la mano para evitar miradas y ahorrar un poco de energía espiritual, cuando le sirvieron café, levantar la taza hacía que sus manos temblaran ligeramente, sus músculos protestaban con cada movimiento y una fiebre ligera le recordaba el precio de haber liberado su forma verdadera, con dificultad dio un primer sorbo… y recién entonces notó la figura que había tomado asiento frente a él.

Cabello blanco y una cicatriz en el ojo, distinguible en cualquier territorio; era Elizabeth Lutero, ella esperó en silencio hasta que llegó el resto del desayuno. Entonces habló, con una calma casi inquietante.

Elizabeth: Finalmente te encontré… Fuiste algo descuidado al no alejarte más, estar en una posada de mi territorio te volvió fácil de rastrear.

Azath no respondió. Se concentraba en comer, en ahorrar cada fragmento de energía que le quedaba.

Elizabeth: Supongo que sabes quién soy.

Azath: Eres muy valiente al acercarte — Sus ojos se alzaron, el comedor estaba lleno de Arcontes armados — ¿Son conscientes de que puedo eliminarlos a todos?

Los Arcontes tensaron las manos sobre sus armas. Elizabeth no se movió.

Elizabeth: Lo sé. Pero también sé que no asesinas sin razón… A menos que te ataquen.
— Susurro para sí misma — Y además estás debilitado, te rodeamos sin que lo notaras. Aun así… admito que sentarme aquí me inquieta. Es la primera vez…

Azath: ¿Qué quieres?

Elizabeth: Agradecerte, con los Babuinos fuera, nos libraste de un problema que los territorios vecinos llevaban meses evitando, salvaste niños, familias. Mi gente te debe más de lo que crees.

Azath: Pero pude haber salvado más — Su mirada se apagó, como si ese pensamiento lo consumiera.

Elizabeth: Aun así, hiciste más que nadie. Aunque… perdimos recursos valiosos.

Azath: Los niños que no salvé no son recursos — Azath alzó su vista y fulminó a Elizabeth con la mirada. Su furia comenzó a manifestarse físicamente: las llamas de las velas parpadearon, las sombras en la habitación se alargaron de forma antinatural y un aire gélido recorrió el lugar. Varios Arcontes dieron un paso atrás involuntariamente, sus manos moviéndose hacia sus armas, por un momento sus ojos se habían vuelto rojos — Lo sabes... Como humana deberías saberlo mejor que nadie.

Los Arcontes se tensaron. Elizabeth levantó una mano para calmarlos.

Elizabeth: Tienes razón, me expresé mal, eran vidas valiosas... Y… Jillya… — Su voz se quebró apenas, Elizabeth bajó la mirada por un momento, algo inusual en alguien tan segura de sí misma — Su luz podía iluminar cualquier sala, pensaba irla a visitar dentro de unos días, su madre me contó que intentaste salvarla, haré lo posible por ayudarla a sobrellevarlo.

Al escuchar el nombre de Jillya, Azath cerró los ojos con fuerza, su mano apretó la taza de café hasta que se escuchó un leve crujido de la cerámica, respiró profundamente intentando controlar las emociones que amenazaban con desbordarse.

Tomó su segunda taza de café, sus manos temblaban apenas, recordó la promesa que le hizo a la niña y su sonrisa antes de la tragedia.

Azath: Yo estuve allí… Yo sostuve su…— Dijo con voz ronca — Llegué demasiado tarde.

Elizabeth: Lo sé y por eso sé que no quieres que vuelva a pasar y por ello buscas el control de tus poderes — De su abrigo saco una copia del libro que había robado días atrás — En el Recinto, de todos los libros que pudiste robar, tomaste uno sobre cómo contener tu poder — Lo miró directamente a los ojos — Por eso te propongo algo: ven a entrenar a mi Claustro, hay miles de cadetes que buscan fuerza. Pero tú… tú necesitas control y puedo ayudarte a conseguirlo.

Azath: ¿Y qué ganas tú?

Elizabeth: En parte, pagarte por lo que hiciste por mi territorio y también… evitar otra tragedia como la de Jillya; si hubieras tenido más control, habrías tenido más posibilidades.

Azath: Sabes quién soy y aun así quieres meterme en tu Claustro ¿Qué pasaría si por algún error los cadetes descubren mis orígenes? ¿Qué harás con eso?

Elizabeth: He considerado eso, mantendré cerca de ti a mi mejor instructora, será tus ojos y tus límites. Te ayudará a ocultar tus orígenes… y a evitar que pierdas el control.

Azath: Sabes muy bien lo que piensa la humanidad sobre mí, todo lo que se ha dicho, que pasara si pierdo el control en mis poderes, podría a lastimar alguien.

Elizabeth: Si llegas a perder el control, actuaremos… También sé que el Vaticano ha distorsionado tu historia, cuando quieras, puedes contarme la verdad, por ahora solo necesito una respuesta — Se levantó y extendió la mano hacia él — ¿Estás dispuesto a convertirte en cadete y aprender a dominar tu poder?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.