Nathaniel

Capítulo 13

Victoria Craner

Esta es de las mañanas más extrañas, las chicas del internado me recibieron de una manera muy rara, ninguna quiere hablarme o acercarse a mí. ¿Se habrán enfadado porque me eligieron? Yo ni siquiera quería.

Inhalo profundo, no pienso dejar que me afecte su indiferencia.  No estoy devuelta por ellas, solo por Emily.

Por lo tanto desde que llegué yo misma opté por quedarme en el cuarto de castigo toda mí estancia de verano.

Ingreso a la habitación con un recipiente con el agua para los nuevos colores de acuarelas que me obsequiaron las Owens, perfectos para perderme dibujando por horas este mes sin May. Vuelvo pronto ya que adentro deje a Emily dibujando sobre la mesita de la habitación. Me asusta ver que en su lugar me encuentro a ese horrible espectro que me sigue a todos lados solo por molestar.

Nathaniel.

¿Aún estará molesto por vernos en la clínica?

—¿Qué mierda haces aquí? —cierro enseguida mostrándome segura y a la defensiva.

—¿Crees que olvidaría tan fácil su invasión a mi vida? —musita serio antes de distraerse mirando la pequeña habitación—. No entiendo, ¿cómo es que prefieres estar aquí que en la casa de Alexander? Además el servicio a la habitación es pésimo y la comida está insípida.

Veo mi charola de comida desordenada en la esquina de la mesa.

—¿Dónde está Emily? 

Exijo saber, pues se supone que no tardé más de cinco minutos.

—Debe andar por ahí —señala a la niña a un costado de la cama intentando abrir una envoltura de chocolate—. Volviendo a lo otro —sonríe al ponerse de pie—. Cualquier chica con un gramo de cordura habría salido corriendo al verlo, ¿que buscan Craner?

Paso saliva por mi garganta, divago en alguna excusa buena, no creo que sea buen momento para explicar que ni siquiera tuvimos tiempo para entrar, pero sus ojos anormales me distraen desde el interior. 

—¿Qué quieres?

—Visitarte seguramente —blanquea los ojos irónico, yo comienzo a temblar sin disimulo, por lo que retrocede con lástima de mí estado seguramente—. Te recomiendo mirarme mejor, el dibujo fue bueno ¿Pero me has visto de cerca? Estoy mejor que eso.

Niego avergonzada al ver el dibujo que hice en el salón del club en sus manos. ¿Así o más expuesta?

—¿Lo tienes tú?

—Te devuelvo tu desastre, te salí feo, oscuro y sin gracia —sin más blanqueo los ojos—. Asunto dos o quizá tres de mí visita, Victoria Alessa.

—¿Cómo me llamaste?

—Como dije —se deja caer en la orilla de la cama de nueva cuenta—. ¿Entonces no te llamas así y tú madre no era Alessa Craner?, un excelente perito hasta que claro se juntó con aquél prepotente que la llevó a la quiebra.

Siento los ojos acuosos mientras aquellos recuerdos pesados se proyectan en la pared. Ella, Joe y yo una de las pocas buenas navidades. Nuestra casa, abrigos, obsequios, felicidad. 

—¿Qué sabes de Joe? —Es lo primero que viene a mi mente.

—¿Tu hermano? Nada, sé que huyó de los maltratos de tus padres.

—Mi madre cayó en....

—En la prostitución con tal de sobrellevarle los vicios a Ricardo, la hallaron muerta debajo de aquel puente donde ofrecía sus servicios a altas horas de la noche.

—Yo no soy como ella...

Levanto la mirada en su dirección afirmandome a mí misma. Llevo todos estos años intentando no juzgarla, pero lo que me hizo, lo que nos hizo no tiene perdón.

»¿Cómo sabes eso? —pregunto.

—Quise saber quién eras y tienes más pasado de lo que imaginé. Descuida que no me sorprende, yo tengo mis propias nubes mentales de las cuales debo ocuparme a diario.

—¿Lo sabes todo?

—Nadie lo sabe todo.

—¿Sobre mí?

—Solo quería saber tu nombre, lo demás me llegó solo.

—Llegué a los nueve años aquí.... Y lo demás...

Vuelvo a la puerta con toda la intención de huir.

—¡Victoria! —evita mi escape colocándose ante la puerta más rápido de lo normal.

—¿Qué?

—Parece que intentas huir de mí.

—No parece, eso intentaba —resoplo agitada—. ¿Cómo entraste aquí?

—Oh Nathan, amor mío, me da tanto gusto verte, oye esa camisa que usas me hace pensar sucio ¿Es nueva? Te luce muy bien —parafrasea usando una irritante voz femenina que en sus sueños es similar a la mía. Lo que sea que me siga interrogando por vernos en la clínica. 

—¿Pretendes que te mienta?

—Que humor —se recarga de la pared.

—¿Cómo te dejaron entrar?

Cuestiono de nueva cuenta a prisa buscando zafarme hasta que dan pequeños tirones a mis calcetas y los dos bajamos la mirada a nuestra compañía.

—Victoria ¿Me lo compones? —la pequeña Emily me entrega el lazo que se deshizo de sus coleteros.

—Claro mi vida —le dedico una sonrisa antes de bajar a su altura, lo que Nathan imita.

—Hola humano pequeño —él también se agacha a tomarle la manita algo travieso.

—¿Quién eres?

—Mi nombre es Nathan, bebé.

Emily sonríe agrandado sus hoyuelos y cerrando esos enormes ojos cafés de manera muy angelical. 

—Hola Nathan bebé.

—No, no, solo Nathan, bebé te dije a ti —endurece sus facciones con poca paciencia.

—Nathan bebé —ríe.

—¡Que soy Nathan, engendro! —su intento de expresión relajada se ve oscurecida por el nerviosismo que calma enseguida—. Solo Nathan.

—Contrólate —le advierto y Emily sigue riendo. Claramente sacándolo de sus casillas.

—Adiós —ella lo abraza aprovechando que está en el suelo—. Adiós Nathan bebé.

Él blanquea los ojos exasperado, pero bien, no se quita dejándose mimar por ella, incluso "forma una media sonrisa" pretendiendo devolverle el gesto. Hasta que vi su mano deslizarse por la pequeña espalda de Emily, mi instinto activa mis malos recuerdos, algo dentro arde. Lo alejo de ella ¡Me quema verlo tocarla!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.